• Capítulo 9 |Quédate Moon|

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El pequeño grupo de tres siguió su rumbo sin mí. Yo tenía mi propio camino y ellos no estaban dispuestos a seguirlo. Decidí separarme y seguir buscando a Merle por mi cuenta.

Pasaron dos semanas y la comida comenzaba a terminarse. Mientras caminaba por la gran colina cerca de la carretera, pude observar a lo lejos una prisión. Fruncí mi ceño, estaba completamente limpia, había sólo caminantes por fuera queriendo entrar.
Comencé mi camino lentamente hacia aquella dirección.
Luego de varios minutos pude ver a alguien con binoculares encima de una de las torretas de vigilancia, sonreí; aquellos eran mis binoculares y ésa persona se trataba de nada más y nada menos que de Glenn. Mis ojos se llenaron de lágrimas por la felicidad y comencé a correr más cerca del alambrado.

— ¡Ey! — gritaba Glenn mirándome y avisando al grupo que se encontraba dentro.

Varios caminantes comenzaron a sentir mi presencia y no me quedaba otro remedio que utilizar mi ballesta contra éstas criaturas.
La reja se abrió y comencé a correr rápidamente entre los caminantes mientras los empujaba con mis delgados brazos. Un Rick movía sus brazos en su misma dirección para que apurara mi paso, así lo hice hasta que entré. La reja se cerró y una mujer de piel oscura bajó una tela negra para que los caminantes no nos siguieran viendo y no se acercaran a la reja para voltearan.

Rick me abrazó fuertemente. Le correspondí.

Al separarme, pude ver al resto del grupo detrás de mí.

Hershel se acercó y me abrazó con una sonrisa. Aquellos brazos los extrañaba.

Maggie hizo lo mismo junto a Beth.

Carol simplemente me miraba con una ceja levantada cuándo Glenn se acercó a abrazarme.

El pequeño Carl que ya no estaba tan pequeño se acercó junto a una pequeña bebé, se llamaba Judith era la hija de Lori.

Ella se había marchado de éste mundo.

A lo lejos pude ver aquellos cabellos ya crecidos por el tiempo, ésos pequeños ojos que se podían comparar perfectamente ahora con el cielo, tenía una cicatriz en el ojo izquierdo. La barba crecida de varios días y los tatuajes en sus fuertes brazos se notaban más. Sonrió y se acercó lentamente a mí; haciendo que su ballesta cayera al suelo. Tiré igualmente la mía y nos unimos en un caluroso abrazo. Lo necesitaba.

No recuerdo en que momento pasó, pero simplemente pasó. Su forma de ser me había atrapado, eramos muy parecidos y a la vez muy distintos. Teníamos nuestras contestaciones, pero también nuestras risas. Y nos entendíamos muy bien.

— Te busqué. — dijo en un susurro en mi oído. — Juro que lo hice por todas partes. — terminó para luego separarse de mí. Vio mi labio roto por la caída hacía unas semanas en el árbol. — ¿Quién te hizo ésto? — preguntó con el ceño fruncido. Sonreí.

— Sólo caí de un árbol, no te preocupes. — respondí tranquilizándolo.

Rick hizo que  todos entráramos a la prisión. Ésta había sido dividida con cuatro reclusos que habían estado ahí éstos años y se alimentaban de sus compañeros de celda.

Ahora mismo nos encontrábamos en el comedor de la prisión mientras que Carol me colocaba un plato con sopa de mala gana. Los miré a todos. Mierda, si que los había extrañado. Habían muchas personas nuevas que no les di importancia, sólo me concentraba en aquellos que eran mi gente. Extrañaba todo ésto.
Las pequeñas ocurrencias de Carl y la risa tierna de la bebé Judith. Los chistes malos de Dale y los cuentos de Hershel de cuándo era joven. La mirada cómplice de Daryl y muchas cosas más. Extrañaba a Lori, mierda, si que extrañaba aquella mujer que se había convertido en mi mejor amiga.



La noche había caído, hacía mucho calor. Y me asignaron la misma celda de Daryl, éste y yo aceptamos gustosos. Teníamos litera y no habría ningún problema de compartirla. Me dejó un lugar en el pequeño mueble improvisado para que colocara mis pocas cosas que consistían; en dos mudas de ropa que ya estaban rotas y unas botas para cuándo llovía y mi poca comida junto a mis armas.
Daryl había elegido hacía mucho tiempo la litera de abajo, por ende me tocaba elegir la de arriba sin quejarme.
Me dieron la oportunidad de utilizar el poco agua caliente que quedaba para darme una buena ducha, así lo hice. Hacía mucho tiempo no me daba una ducha de agua caliente, siempre era con ropa en un lago o en una cabaña con agua helada. No habían muchas opciones que elegir.

Ahora mismo me encontraba recostada en mi litera de arriba, mi cabello mojado adornaba mi rostro, ya que se pegaba. Suspiré mirando la vela a un costado de mi, era lo único que iluminaba la celda en dónde me encontraba y la luna que se asomaba por la pequeña ventana.

El ruido de unos pasos entrar a la celda; hicieron que me sobresaltara. Lo miré, ahí estaba junto a una pequeña sonrisa, dejó caer su ballesta despacio en aquél mueble dónde estaba la mía y se quitó su chaleco de alas, luego desprendió su camisa negra y la dejó caer al suelo. Aquellas marcas que eran muy parecidas a las mías, hizo que mi piel se erizara. Quitó su pantalón y desapareció de mi vista, ya que se había metido en su litera para recostarse. Suspiré. Me coloqué boca abajo en mi cama y me asomé, su vista se posó en mí, sonreí y él hizo lo mismo, sin mostrar sus dientes. Dejé caer mi brazo y él tomó mi mano, las entrelazamos.

— Es bueno volver a tenerte aquí, Moon. — dijo en susurro.

— No te ibas a deshacer tan fácil de mí. — respondí con una sonrisa y él hizo lo mismo.

— Ven. — fueron sus palabras.

Y sin quejarme, me bajé de la litera, aquél hombre robusto se hizo a un lado, dejándome un pequeño lugar para recostarme. Así lo hice. Me giré para mirarlo fijamente, él hacía exactamente lo mismo.

— Sabía que estabas bien. — dijo en susurro. Ya que todos se encontraban durmiendo y habían más personas en las demás celdas.

Un silencio se formó entre ambos, no era incómodo o al menos para mí. Suspiré y lo miré directamente a aquellos ojos que había extrañado demasiado.

— Daryl... — dije en el mismo tono que él. Me prestó atención. —El día de la granja... Yo vi cuándo te fuiste junto a Carol. Estaba a un lado de ti entre la horda. — conté, él tragó saliva.

— No te vi. — respondió en susurro y apenado.

— Carol si lo hizo. — respondí y él se sorprendió. — También quería contarte que estuve junto a Merle. — conté, él colocó su mano en mi cintura.

— ¿De verdad? — preguntó sorprendido y con una sonrisa.  — ¿Y por qué no viniste con él? — preguntó incorporándose mejor en la cama o intento de ello.

— Porque el hijo de perra me dejó a mi suerte. — respondí y él rió levemente junto a mí.

— ¿Te hizo algo? — negué. — Lo extraño. — declaró.

— Él también lo hace. — dije colocando mi mano derecha en su pecho. Éste se tensó.

Soltó el agarre de mi cintura y se colocó boca arriba. Suspiré.

— Que tengas buenas noches, Moon. — dijo cortante y me dio la espalda.

Había vuelto el Daryl de siempre.

Aunque no me molestaba.

Me levanté para sentarme a un costado de la litera. En la puerta de la reja se encontraba una Carol mirándome fijamente, se marchó de ahí. Me coloqué de pie, pero un Daryl con voz ronca se giró.

— Quédate Moon. — fueron sus palabras. Y cómo los fuegos artificiales; pude sentir aquellas explosiones de sentimientos dentro de mi estómago y pecho. Mi respiración se agitó y tragué saliva.

Me senté nuevamente, él se volvió a girar dándome la espalda y dejándome ver todas sus marcas.

Marcas de guerra. Marcas de la vida.

Me recosté nuevamente detrás de él y mi mano pasó por su costilla derecha, pude sentir cómo se tensaba, llegué a su pecho y lo apreté junto a mí, abrazándolo por detrás. Él suspiró y relajó su cuerpo. Cerré mis ojos.

Podía sentirme en casa otra vez.





ᴍʏ ᴍᴏᴏɴ [Daryl Dixon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora