• Capítulo 31 |¡Ésta perra no merece respeto!|

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Todos los días veía aquella cicatriz en mi espalda. Una quemadura de tercer grado que cubría, desde mi omóplato izquierdo, hasta mi espalda baja.
Parecía un monstruo y por más que Negan tratara de demostrar que era buena persona conmigo, aquello no le creía una mierda.
Desde que acabó con la vida de Abraham y Sidiqq, jamás lo miraría con otros ojos, que no sean de dolor, enojo y tristeza. Lo odiaba. Lo odiaba demasiado y mi corazón se rompía en mil pedazos al saber que jamás podría salir de aquí.
La había cagado.

Lo único en lo que podía pensar ahora, era en mi grupo, en salir de aquí e irme para siempre. Aunque estuviera en el bosque sola, rodeada de caminantes. Prefería éso a que pasar un minuto más en éste lugar.

Salí del cuarto de baño ya vestida y comencé a guardar algunas prendas de mi ropa junto a las de la niña.

Aún no tenía ningún nombre y tampoco tenía cabeza para estar pensando uno.

Ella se encontraba plácidamente durmiendo en la cuna, mientras que terminaba de armar el bolso y esconderlo debajo de la cama.

Sherry llegó minutos después para cuidar a la niña. Negan quería que fuésemos a darle una visita a los de Alexandria, acepté ir con él. Pero el maldito hijo de puta, me obligó a que me pusiera una remera de tiras finas, para que mi espalda estuviera descubierta y todos pudieran ver mi gran quemadura.

La mayoría de las curaciones, fueron gracias al médico del santuario y de mis amigas. Ambas se turnaban en poder cuidar a mi hija y a mí, ya que al tener aquella quemadura, logró que tuviera tres días seguidos con fiebre y sudoraciones frías.
Aquellas chicas que habían vuelto a ser mis amigas, lograron crear un plan para que pudiera salir de aquí a salvo con mi hija. Entre ésto, se encontraban dispuestos a ayudar; Dwight y Simon. Sí, aquél tipo de bigote que parecía que mataría a todo el mundo, quiere ayudarnos a salir de aquí. Resultó ser más bueno que el pan.

Luego de estar lista para salir, me despedí de la pequeña y comencé a caminar por aquellos pasillos oscuros, hasta encontrarme con Dwight, estaba apoyado en la pared con su espalda y una de sus piernas flexionadas hasta atrás, fumando un cigarrillo. Me miró y quitó la mirada.
Desde aquél día que me llevaron al quemadero, él jamás volvió a verme a los ojos, sin que éstos se le llenaran de lágrimas.

Quité el cigarrillo de sus labios y logró mirarme. Lo coloqué en los míos, para darle una buena calada y poder sentir aquella sensación de liberación, al largar el humo de mis pulmones.

Él no dijo nada.

— ¿Sabes cuándo saldremos? — pregunté y él simplemente negó.

Le di otra calada al cigarrillo que recién estaba encendido y se lo entregué.
Lo tomó sin aún mirarme.

Las mismas marcas que él tenía en el rostro, ahora las tenía yo en mi piel.
Tal vez ahora teníamos un poco de cada uno y nos unía aquello. La marca de la batalla con Negan.

— ¿Jamás me mirarás? — pregunté y él simplemente quedó en silencio. — Dwight.. — llamé por su nombre seriamente y él levantó la mirada.

Sus ojos estaban juntando lágrimas que claramente se desbordarían y caerían. Y así lo hizo. Cayeron para recorrer un largo camino desde sus mejillas, hasta el mentón.

— Lo siento. — apenas dijo en un susurro.

Aquello me había destrozado.

Negan claramente era la peor mierda que podía existir. Pero no todas las personas que estaban aquí, eran igual que él. Sólo bastaba con ver a Simon y a Dwight. Sherry y Ámber. Todos ellos eran buenas personas, sólo buscaban sobrevivir.

ᴍʏ ᴍᴏᴏɴ [Daryl Dixon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora