3. Barney y Baby Bop

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For a Pessimist, I'm pretty Optimistic - Paramore

Danka

(2007)

A mi padre le gustaba mucho hacer fiestas en casa. Tenía muchos amigos que venían a beber y comer, y aunque mamá me decía que ambas debíamos acompañarlo, no voy a mentir: cada vez que podía, me escabullía a mi habitación para esconderme un momento. Mi hermano corría con un poco más de suerte, tener veintitrés años era una ventaja considerable a la hora de evadir una instrucción como esa. Yo no podía hacer lo que quisiera. Siempre se lo atribuí a la edad, pero luego entendí que hay muchas más variables en la vida de una mujer que le impiden evitar la mirada insistente de un grupo de hombres que se suponía debías tratar con respeto.

—¿No te emociona que esta situación pueda ser en tu casa, dentro de unos años cuando estés casada? —me preguntó Stella, mi madre.

—¿A qué de todo te refieres? —pregunté, eludiendo la curva peligrosa de su pregunta, fingiendo demencia súbita.

Mi interlocutora se carcajeó, al mismo tiempo que secaba la loza que yo me estaba encargando de lavar. El ruido en la terraza de latas de cerveza y personas hablando al mismo tiempo tampoco era su panorama favorito.

—Es una broma, hija —indicó—, pero mejor reírse que lamentar.

—Tampoco es tan malo, si lo piensas.

—¿No?

—Si quiero ser pirata algún día, esta experiencia ha sido muy instructiva —respondí.

—Pirata, ilusionista, payaso... Cuesta seguir la pista de todas las carreras que tienes en mente, Danka Sahar —se mofó ella, mientras aventaba el paño de cocina en mi cara, en son de broma—. Suerte que solo tienes trece y una vida por delante, ¿no crees?

—Si quiero evadir el matrimonio a toda costa, las opciones son esas.

—Ay, mi pequeño amanecer...

En ese momento, entró uno de los amigos de mi padre a la cocina.

—¡Stella Huntzberger, tu marido te está buscando! —Mamá asintió y, justo después de apuntar que no tardaría en regresar a ayudarme, salió de la cocina a paso raudo—. Hola, Danka, ¿qué tal?

—Señor Friedman —lo saludé, asintiendo una sola vez.

—Cariño, no pasa nada si me dices Mark. Ya no tienes diez años.

No respondí. Antes de que pudiera elaborar algo, me preguntó:

—¿Te cortaste el cabello? Me gustaba más cuando lo llevabas largo.

—Daba calor —musité en respuesta.

—Aunque, ahora que lo pienso, con el rostro despejado, se ve lo mucho que has crecido. Quizás me acostumbre a verte así.

¿Había habichuelas mágicas para que el pelo creciera? Sinceramente, tomaría lo que fuera con tal de evitar ese tipo de comentarios. Detestaba lo femenina que me había hecho ver la pubertad. Por eso me corté el pelo casi al ras, pero, por lo visto, me había salido el tiro por la culata, considerando que nunca había visto el cabello como otra capa de ropa que se interpusiera en el escáner que me sentía en presencia del grupo de amigos de mi padre, especialmente con el señor Friedman.

***

(2012)

Eso me ocurrió el 2007 y, sinceramente, pienso que estaba mejor así.

Latch (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora