29. Cinco minutos

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Meet me Halfway – Black Eyed Peas


Adam

Es difícil ir lento cuando descubres que la contraparte quiere poner el pie en el acelerador tanto como tú. Más cuando este día ha tenido tantas curvas. Mierda, eso sonó mal, pero qué carajo. Culpo a Danka y la buena hora en que su amiga la retó a bailar. Culpo a esta enana porque ahora no sé dónde está y, por lo tanto, estar rodeado de tanta gente ha dejado de ser interesante.

Al contrario de los demás, el alcohol me mantiene despierto. No necesariamente porque beba demasiado (aunque sí), sino porque es una de las mierdas con las que capeo el insomnio. Por lo mismo, no me sorprende que Joseph se acerque al rincón al que me recluí, cerca de la barra.

—¿Problemas para dormir? Porque tú y yo sabemos que no bebes para emborracharte —acusa, mirando la botella.

Estoy a punto de contestarle una pesadez sin ningún motivo en particular, pero en ese minuto aparece "él". El centro de mesa, el narcisista más grano en el culo de la Tierra, el mismo imbécil que llamo amigo, pero que a veces quiero matar. Y a veces es hoy.

—¿Puedo hablar contigo, Steven? —pregunta Daniel.

—Oh, ya déjalo estar, Andrée —espeto.

—Bueno, yo venía a preguntarte algo, Adam —interviene Joseph, haciendo el ademán de irse—, pero mejor los dejo.

—Gracias, Josie —responde Daniel.

—Nada de mierdas, haz la pregunta tú. Llegaste primero.

Poiteirs se aguanta una carcajada y se va. Cuando se aleja, lo veo dirigirse a Mini Uchiha y desaparecer por un ventanal. Tengo el instinto de seguirlos, pero Neveu lo impide.

—Sabía que te ibas a enojar, imbécil.

—¿Quién está enojado? —digo, entre dientes—. Simplemente ya aburre que me salgas hasta en la sopa.

Él se ríe con ironía, lo cual me sabe a comida descompuesta.

—Joder, así que es verdad: eres más egocéntrico que yo.

—Vete a la mierda, Neveu.

—¿Quién te dijo que mi interés por Danka tuvo que ver contigo? Seguro es por ti que ella me resulta atractiva. Te digo, sí, estás bueno, pero tienes un ego descomunal —ataca.

—El perro hablando de pulgas. Sal de mi vista, Daniel.

—Claro que saldré, pero ¿sabes algo? Eres tan grave que cuesta decirte la verdad y es por lo único que me voy a disculpar, porque lo otro ya es historia —puntualiza.

—Te dije que no estoy enojado —contesto, tratando de que las palabras se sientan reales a medida que las digo, solo porque veo que tiene razón, pero no me interesa tener esta puta conversación—. No hay nada que disculpar.

Él pone los ojos en blanco.

—Por supuesto, nadie hizo nada malo. Además, ella me rechazó de la manera más humillante que nunca nadie haya rechazado a alguien —argumenta y por su tono, sé que ya estamos en paz.

Alzo mi vaso y termino de beber lo que hay en su interior.

—Brindo por esa mierda.

—Salud, Steven, salud. —Y se da media vuelta.

Antes de que se vaya, vuelvo a hablar:

—Andrée —lo llamo y cuando me mira, soy directo—. Se acabaron las insinuaciones de beso de a tres o cualquier mierda con la que quieras incomodar a Danka, ¿oíste? —sentencio—. Con ella no.

Latch (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora