21. Reciprocidad

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Always – Blink 182


Danka

A. Seitz:

Hola.

Levántate.

Vamos a salir.

Eso es lo que aparece en mi teléfono, cerca de las diez de la mañana, una semana después del incidente. Tengo que luchar con mis manos de gelatina para que no se me caiga el teléfono al suelo. Bueno, al menos había dicho "hola".

Me apresuro a marcar su número y después de tres tonos, contesta. No espero a que hable.

—¿Viste la hora? ¡Levántate tú!

—No es el punto —aclara, mientras escucho algo de alboroto de su lado. Su voz, al otro lado de la línea, es rasposa y grave, como si de verdad estuviera recién despertando—. ¿Puedes salir? Paso por tu casa en una hora.

—¡Hey!

—¿Qué?

Pienso en mil y una formas de mandarlo a volar por darme órdenes en lugar de preguntarme si quiero salir o no, después de todo, hoy tenemos un ensayo importante para mí. El primero desde que tuve que mentirle al resto, diciéndoles que no había llegado porque me había caído en skate. Mi cara ya estaba repuesta.

Yo, no tanto.

—¿Llamas a la gente para quedarte callada? —se burla Adam—. Psicópata.

—Es eso o dar órdenes, ya sabes, voy por lo sutil —le respondo con tono acusador, pero aun así, riendo—. Esta vez sí voy a llegar al ensayo, no es necesario que me escoltes.

—Contigo nunca se sabe, prefiero no correr el riesgo.

Me rio nuevamente, luchando por ahogar el sonido.

—Bueno, pero cinco horas antes del ensayo es demasiado.

—Son seis, ¿no sabes restar?

—¡No!

—¿No sabes restar o no vas a salir? —lo escucho chasquear la lengua, seguro se está pasando la mano por el cabello, exasperado. Yo me llevo la mía a la boca, para sofocar otro asomo de risa—. No voy a insistir, Danka.

—No sé restar —contesto, después de unos segundos—. Supongo que si me preguntaras como la gente si quiero o no salir contigo, sería una cita. Así que aleluya por tus pésimos modales, porque, contrario a la creencia popular, no soy tan masoquista.

Él parece atorarse con algo, porque lo escucho toser. Pagaría por verle la cara. Intimidar a Adam Seitz no es algo que pudiera contar todos los días. Aunque no estoy segura de que cuente si es por teléfono.

—Mira tú —murmura—. ¿Entonces?

—¿Puede ser una hora y media? —consulto, ordenando las partituras que tengo frente a mí—. Estoy terminando de ensayar. Tengo que tocar con los Dark Wolves y no la puedo cagar.

—¿Cagarla tú? —se burla.

—Increíble, lo sé.

—Como sea. A las once y media estoy ahí. —Y cuelga, antes de que pueda seguir tomándole el pelo.

Suspiro. ¿Y yo cómo se supone que voy a seguir ensayando después de esto? De todas las maneras en las que pensé que iba a partir mi día, esta no aparecía ni en el más descabellado disparate que haya imaginado. Y ojo, porque soy buena para inventar tonterías.

Después del último episodio con mi padre, este había prometido que no volvería a tomar y aquello había generado que las cosas anduvieran mejor. A pesar de ello, ni Kaoru ni Adam me dejaron de monitorear (a veces, llegando a ser un poco pesados). Quizás yo lo estaba viendo con mucha ligereza, pero es que... Es difícil poner un juicio sobre mi propia familia, más cuando sé que gran parte de ello es mi responsabilidad.

Latch (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora