47. Mentira hasta que sea verdad

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I love you – Billie Eilish


Danka

Un domingo más en esta casa y me arranco el pelo de cuajo. Aunque, hoy no pude escaparme, ya que es el cumpleaños de mi padre y, más que celebrarlo o algo, no podía simplemente dejar a mi madre con todos los quehaceres que significaba recibir a tantos invitados y darles de comer, beber, etc. Bill nos reprochó que no le dijéramos que llegara antes a ayudar, pero no duró demasiado su enojo, ya que él mismo terminó por reprenderse a sí mismo por su falta de ocurrencia, basada (según él) en su desprecio al viejo.

En general, la fiesta no estuvo mal. Pasé la mayor parte en la cocina, acompañada de mi hermano. Ni siquiera me percaté de que quedaba gente, luego de que Bill se despidiera, tras haberme ayudado a lavar toda la loza de la cena. Me dispongo a tomar una taza de té, cuando tres hombres y mis padres irrumpen en el espacio.

—¡Danka, aquí estabas! Ven a abrazar a tu viejo aba —exclama mi padre cuando me ve. No puedo evitar que mi corazón dé un brinco de alegría al escuchar tales palabras—. ¿O no que se ve como toda una ama de casa, ahí sentada?

Claro, el hechizo no podía durar ni dos segundos.

—Aaron, deja a la niña en paz, por favor —lo reprende mi madre.

—¿No tengo permitida un poco de nostalgia cumpleañera? —pregunta con tono meloso y lastimero. Estoy a punto de sentir compadecerme de él—. Mi hija al fin está siguiendo el camino que le aconsejo y siento que, en un abrir y cerrar de ojos, ya estará casada.

Detesto que aun borracho y feliz, no pueda dejar ir el tema. Si ya lo complací con los estudios, no veo el punto de seguir insistiendo con el tema de casarme. Juro que no iba a decir nada, pero la voz de Mark Friedman me cala en la nuca, alertando todo mi cuerpo.

—Huntzberger, ya es hora de que te vayas a dormir —se mofa, logrando que todos, incluida ima, se rían.

—Sí, sí, claro —responde aba—. No me voy sin el abrazo, Danka Sahar.

Me quedo congelada unos segundos. Para poder llegar a mi padre, tengo que pasar al lado de Friedman y de solo pensar en ello, se me llena de bilis la boca. Mi madre me observa con una mirada suplicante, que se va transformando en reproche y termino poniéndome de pie, contra cada célula que me suplica que corra en la dirección opuesta.

Trato de compactarme, apegando los brazos al costado y dando pasos urgentes. Es horrible y no puedo evitar temblar de pies a cabeza, cuando paso cerca del amigo de mi padre. Siento su olor/hedor, su respiración/agitación, su tacto invisible/sus ojos que me recorren y... Cuando alcanzo a mi padre, el momento en que debería sentirme segura, solo experimento la desolación de un abrazo que siempre he querido, pero que no me transmite nada.

Ese hombre no debería estar en mi cocina, pero aba se lo permite.

No estoy segura en este lugar. Nunca lo estaré.

—Bien —indica Mark Friedman— Yo creo que debemos irnos, ¿verdad, Matt?

Los otros dos amigos responden afirmativamente y trato de escabullirme tras mi madre, mientras ellos se despiden. Sin embargo, era de esperarse que quisieran acercarse a mí, primero uno y luego otro. Y como sé que le gusta jugar conmigo, Friedman reserva su despedida para el final. Veo la sordidez en su sonrisa.

—Nos vemos luego, Danka, cariño.

Ni siquiera me lo planteo. Doy todos los pasos que puedo lejos de él, hasta toparme con la pared de la cocina. Nadie se habría percatado de esto, de no ser porque soy yo y obviamente atropello un montón de cosas en el proceso.

Latch (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora