10. Pequeño amanecer

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True Colors – Cindy Lauper


Danka

A veces creo que ser adolescente es un estorbo y, otras, que no me doy demasiado crédito por serlo. Me confunde, porque entiendo que nadie espera realmente que una chica de diecisiete años sepa dónde carajo está parada o qué quiere a futuro. Pero digamos que mi padre siempre me ha respirado en la nuca, apresurándome a que crezca y tome decisiones que, de no llevar por el camino correcto, él tomará por mí. Y eso es lo que me asusta tanto de ser sincera con mis padres: si me desvío ligeramente de lo que Aaron Huntzberger desea, sé que voy a tener que hacer lo que él me imponga.

Me gusta la música, pero ¿cómo voy a saber si quiero hacer una carrera profesional de esto, si no le doy la oportunidad? Me quedan menos de cinco meses para graduarme y ni siquiera tengo claro si me gustaría estudiar algo en especial o si tengo un talento real, pero mis padres me han hecho buscar alternativas. Algo que sea compatible con tener una familia, lo que sea que eso signifique.

¿Por qué tendría que querer yo esas cosas?

***

No quedaba mucho tiempo, pero decidí que iba a ser durante la cena. No porque hubiera algo especial hoy. Pero si íbamos a arruinar el día de la gente, mejor hacerlo cerca de la hora en que se van a acostar. No sé si tiene sentido. Probablemente no, pero tampoco es novedad. Estoy muy nerviosa, tanto que ni he tocado el plato.

Mis padres comen en un silencio que solo lo interrumpe alguna petición de mi papá para que alguna de nosotras le acerquemos cosas en la mesa. Cuando siento que el nudo en el estómago es insostenible, simplemente me lanzo al vacío.

—Tengo algo que contarles —anuncio, pero con la voz atorada en la garganta.

Mi ima me sonríe enseguida, pero aba ni me mira.

—Claro, cielo —responde mamá.

—¿Tiene que ser ahora? —pregunta papá, al mismo tiempo.

—Sí... O sea, es importante, pero, claro, quizás usted no tiene...

—No balbucees, por favor, Danka —replica. Y la sutileza no es lo suyo, así que siento inmediatamente el escalofrío que recorre mi espalda ante su tono. Todo en mí grita peligro, no hagas nada, sal de ahí, pero lo omito—. Habla de una vez.

—Aún no digo nada y ya está enojado —murmuro, porque se me escapa.

—Oh, hija, por favor... —la súplica de mi madre me devuelve a la realidad.

Si quiero que esto funcione, mejor no la cago.

Por suerte, mi padre no toma en cuenta mi comentario y solo bebe un trago largo de su whiskey. Sí, porque así cena él. Medio sobrio, medio borracho.

—Bien. Sí —digo, teniendo que aclararme la garganta en el proceso—. Resulta que me invitaron a participar de una banda como pianista.

—Cariño, eso es fantástico —responde Stella, mi madre.

—¿Nos estás pidiendo permiso? —inquiere mi progenitor.

Dudo.

—Claro, sí. Permiso.

—¿Te van a pagar o es como esos trabajitos de tu hermano? —insiste él.

—Sí, me van a pagar.

—Bien. Tienes mi permiso.

Ja. Me estás jodiendo. ¿Así de fácil? Esto es demasiado bueno para ser verdad.

Latch (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora