4. Reparticiones equitativas

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La la - Ashlee Simpson

Danka

(2010)

—¡Disculpa, disculpa! —exclamó la chica sobre los patines de cuatro ruedas, una vez ambas aterrizamos en el pavimento de forma aparatosa.

—No te preocupes, son cosas que pasan —respondí, mientras me sobaba el brazo.

—Joder, no, estas son cosas que a mí me pasan —insistió, haciendo muchas reverencias con su cabeza, en son de disculpa—. Es primera vez que me subo a estas porquerías, no sé por qué pensé que sería buena idea.

Eso me hizo reír.

—¿Primera caída? —consulté.

—¿Tanto se nota?

—No por la caída en sí. Por la frustración.

Ella puso los ojos en blanco y por primera vez, la pude mirar con detención. Sus ojos eran de un color que jamás había visto. Violeta, para ser exacta. Sus rasgos, además, indicaban que debía ser asiática. Pero no era eso lo que la hacía especial, no. Eran todos los colores que mezclaba en su ropa. No sé dónde mierda escuché que los estampados no se combinaban, pero seguro ella era la excepción a esa regla: pantalones de mezclilla rasgados con dibujos parecía haber pintado ella misma y una camiseta con más dibujos y letras anaranjadas en el centro, que decían: "Ichiraku Ramen" (1).

—Bueno, ha sido un gusto ser partícipe de tu primera caída en patines —le dije, mientras ambas nos poníamos de pie. Luego agregué, con una amplia sonrisa—. Vendrán más, te lo aseguro.

—¡Me cago en todo lo que se menea y respira! —bufó al aire—. Yo solo quería diferenciarme un poco de mi hermano mayor, no morder el polvo con estas mierdas.

—¿Y escogiste el roller-skating? —me reí descaradamente, aunque en el camino traté de bajar el volumen. No sabía nada de ella y podría sentirse ofendida con algo así—. Prueba con el ajedrez, es posible que tengas más suerte con eso de no morder el polvo.

—¿Y quedarme sentada por horas? ¡Ni loca!

En aquel momento, ambas nos carcajeamos de buena gana, hasta que yo decidí tenderle mi mano. Por una extraña razón, desde hace un tiempo sentía la urgencia de irme a casa para evitar la interacción social, pero ella me dio una impresión tan cálida, que no encontré las palabras para despedirme de ella.

—Hola —saludé, demostrando el punto.

—Hola. Soy Uchiha Kaoru —se presentó, subiendo sus anteojos al mismo tiempo que con su otra mano estrechó la mía—. Oh, bueno, Kaoru Uchiha. Bah. La cosa es que me llamo Kaoru y mi apellido es Uchiha, ¿se entiende?

Voy a contestarle, cuando la noto sorprendida por algo que ve en mi brazo. Ah, rayos, los hematomas. Muy tarde para declararme demente.

—¡¿Yo te hice eso?! Pero si acabamos de chocar, ¡perdón!

—No, no, tranquila. Esto es de antes.

—Ah, ¡qué alivio! —Y así, tan rápido como apareció su asombro, a sus ojos llegó la suspicacia—. ¿Te caes mucho? ¿Eres principiante también?

Como se me daba mejor batir la lengua que ser prudente, me dio por responderle:

—No. Practico skateboarding desde los cinco años. Es el boxeo el que practico de forma involuntaria y lo que me hace parecer un panda.

No era compartir demasiada información si lo decías en clave, ¿cierto?

Uf. Mejor me iba.

—¡Espera! —me detuvo Kaoru—. No me has dicho tu nombre, tontita.

Latch (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora