03. Driftmark

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Habían pasado varios meses desde la broma del Terror Rosa y desde entonces Naerys no había vuelto a cruzar palabra con Aemond. No estaba molesta, de hecho se sentía avergonzada por su reacción exagerada en un momento de debilidad que no debió haber desquitado con alguien que solo buscaba ayudarla.

Durante ese tiempo también fueron receptores de una noticia sobre la desdichada suerte que atravesó Harrenhal, resultando con la muerte de Lyonel Strong, antigua mano del rey y su hijo Sir Harwin Strong. A quienes tanto Rhaenyra como sus tres hijos lloraron en secreto hasta agotarse.

Desapacible.

Aquella palabra describía perfectamente su situación y la corriente de aire que peinaba los largos cabellos de la princesa, no importaba cuántas veces buscara arreglarlo para evitarse el dolor de cabeza al desarmar sus trenzas enredadas a la noche, al final el viento hacía de las suyas.

—Basta, Naerys. —susurró su madre al notarla inquieta, moviendo su cabeza para evitar los mechones que le golpeaban el rostro. 

 La realidad es que había otro asunto bastante serio sumándose a los anteriores, el funeral de Lady Laena Velaryon reunió a toda la familia real en Driftmark. Y allí se encontraba Rhaenyra, ambas manos sobre los hombros de su primogénita, quien a su vez tomaba a sus dos hermanos de la mano firmemente. Como si fueran a escaparse, aunque no planeaban hacerlo y la realidad es que era una forma de contenerse y contenerlos en aquel momento de aflicción.

No conoció del todo bien a Laena, solo se habían visitado un par de veces, tal vez tres. Por lo que no podía evitar sentirse ajena a aquel lugar, ajena a las lágrimas, ajena al dolor que muchos parecían sentir mientras su única preocupación era el viento feroz que golpeaba con insistencia.

Mantuvo su mirada fija en el mar, no mencionó palabra alguna, centrándose justo en el punto donde el inmenso manto de agua parecía unirse al cielo. Sentía miradas en su dirección, por lo que perfirió no despegar sus ojos del horizonte, pero poco sabía ella sobre lo mucho que llamaba la atención el par de cabelleras castañas en la multitud de largos cabellos platinados.

—Nos unimos hoy en Seat of the Sea para encomendar a lady Laena de la casa Velaryon a las aguas eternas, al dominio del rey Merling donde él la protegerá durante todos los días por venir. — habló Vaemond Velaryon, haciendo uso del alto valyrio que en algún momento Naerys y sus hermanos tendrían que dominar perfectamente. Baela y Rhaena, sus primas, hijas de lady Laena, cruzaron miradas con Vaemond a la vez que él continuó con su discurso. —Mientras se une al mar para su viaje final, lady Laena deja dos hijas legítimas en la orilla. Aunque su madre no regresará de este viaje, ellas permanecerán unidas por la sangre — continuó pausadamente antes de dirigir esta vez su mirada a Rhaenyra y luego a inspeccionar ambos castaños. —Sal corre por la sangre de los Velaryon. La nuestra es sangre espesa, es sangre verdadera y nunca debe diluirse.

Naerys apenas entendía algunas palabras debido a su autoexigencia con querer saberlo todo, sus hermanos en cambio no entendían absolutamente nada, y por primera vez estuvo agradecida ante la imprevisión de Jace y Luke cuando sintió la mirada de Vaemond fija en ellos mientras pronunciaba aquella frase. Escupiendo las palabras con desprecio y ella sabía el por qué.

La risa de Daemon captó su atención, sin comprender el motivo, pero agradeció internamente aquello y sabía bien que su madre igual lo hacía. Pues la atención ya no estaba puesta en ellos.

—Mi gentil sobrina, que los vientos sean tan fuertes como tu espalda. Tus océanos tan apacibles como tu espíritu y tus redes tan rebosantes como tu corazón... —contiguó Vaemond, esta vez volteándose para enfrentar el mar mientras el ataúd de lady Laena era hundido entre las bruscas olas que se amontonaban y chocaban contra los muros del lugar. — ...del océano venimos y al océano regresaremos.

Lo que prosiguió fue un poco más ameno, aunque el abatimiento aún estaba presente, la gente parecía desesperada por olvidar que se encontraba en un evento desafortunado. Buscando aliviar la incomodidad llenándose la boca de comida o rumores que luego compartirían a la ligera.

—No.

—Tus primas han perdido a su madre. Les vendría bien una palabra amable de consuelo.

—Tenemos el mismo derecho a la simpatía.

—Jace... —suspiró Rhaenyra.

—Deberíamos estar en Harrenhal, de luto por lord Lyonel y sir Harwin. —musitó Naerys, bajando la mirada a sus manos jugueteando con ellas.

Rhaenyra pareció tensarse ante las palabras de su hija y rápidamente volteó para cersiorarse de que nadie estuviera allí lo suficientemente cerca para oír más de lo debido sobre su conversación. Una vez segura, volvió a centrarse en sus hijos. —No sería apropiado. —explicó tratando de sonar firme, aunque por un momento su voz pareció flaquear, aún así prosiguió casi en un susurro. —Los Velaryon son nuestra familia, no los Strong. ¿Entendido?

Naerys dejó de prestarle atención al debate entre su madre y hermanos, en cambió decidió comenzar a familiarizarse con el lugar, volteando lentamente y observando cada rincón. 

Podía divisar a su abuelo, Viserys, hablando con Daemon; podía apreciar a su otro abuelo, Corlys, mirando intranquilo por encima de los invitados en busca de algo o alguien y por último el par de ojos de Aemond fijos en ella apareciendo en su campo de visión.

Fue entonces que decidió comenzar la competencia de miradas que en ocasiones solían hacer tiempo atrás, terminando con él siendo el primero en ver hacia otro lado. Sin embargo esta vez el joven príncipe se mantuvo observándola fijamente, estático. Incluso cuando la princesa reaccionó esbozando una tenue sonrisa, la cual no fue correspondida.

Solo luego de un rato la mirada de Aemond se perdió en otro punto ajeno a ella, al igual que su silueta.



Secretos de alabanza | Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora