Falso epílogo: Dracarys

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ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ»» Lenguaje malsonante y muerte. Solo para darles el gustito, pueden terminar acá la historia o seguir leyendo y pretender que esto nunca pasó. O luego de terminar la historia volver a este capítulo y pretender que todo lo que va a pasar luego de esto es solo un sueño. Depende de ustedes, besties <3

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Los orificios nasales de Rhaegar emanaban un humo espeso que ascendía hasta perderse en el aire, fundiéndose con el color del cabello de Naerys. La reina espantada alzó la mirada hacia la temible bestia, su imponente tamaño generaba terror y fácilmente podría ser confundido con una versión más pequeña del Terror Negro para quienes lo recordaran.

—Helaena... —la reina Alicent se alejó de la protección de Sir Criston Cole y le dio un empujón. —Ve con Helaena.

Naerys desde el lomo de su dragón bajó la mirada, recorrió a cada uno de los traidores. El gran septón abrazándose a sí mismo como si su patética sotana fuera a protegerlo. Naerys se rió ante el pensamiento, pues lo único que protegía era su dignidad al ocultar que posiblemente se había orinado encima ante la presencia de Rhaegar. Aemond permanecía frente a la dulce Helaena, en posición como si pudiera hacer algo al respecto si Naerys optara por hacerlos arder en llamas o enviar el comando a su dragón para desmembrarlos a todos uno por uno.

Lo mejor no era su posición vulnerable frente a ella, no, lo mejor era admirar complacida la manera en la que su temblor era camuflado con pequeños espasmos mientras luchaba por mantener su semblante despreocupado en una posición firme de falsa seguridad. Quería ver arder a ese hijo de puta.

Helaena alzaba la mirada entre resignada y expectante, pero no realmente miedo denotando en sus facciones. A la princesa Velaryon le entristeció el hecho de que perteneciera a ese lado y no junto a ella, si lo pensaba bien, era la única que valía la pena en esa bola de escorias.

Otto Hightower continuaba exclamando que mantuvieran las puertas de Dragonpit abiertas, Naerys no compredió ¿es que acaso pensaba correr hasta ellas y escapar a gran velocidad?

Criston Cole estaba a un lado de Aemond, frente a la princesa Helaena. Alicent había corrido a posicionarse como escudo frente a Aegon, quien por cierto lucía como un perro asustado en medio de una tormenta y aunque la espada de acero valyriano de Aegon el Conquistador permanecía en su mano, era el menos digno para portarla.

Era el más entretenido de los espectáculos.

—Un protervo y un usurpador... —Naerys comenzó a hablar viendo con detenimiento hacia Aemond y Aegon respectivamente. —Distintas mierdas, un mismo destino —sonrió de lado, y esta vez guio la mirada hacia Alicent. —Deleitenos con su elección, mi reina. ¿Debería eliminarlos a ambos o uno es suficiente como advertencia?

—Naerys... —un jadeo angustiado escapó de sus labios. —Por favor no.

—¿Cuál de los dos? —repitió la pregunta Naerys. —A menos que prefieras la palabra mágica y partir con ellos —se mofó la princesa y Rhaegar soltó un nuevo gruñido, estirando el cuello hasta que su respiración chocó con el rostro de la reina Alicent.

Los ojos de la reina se cerraron por inercia mientras el aire cálido y pesado del dragón peinó su cabello y el velo verde que colgaba en la zona posterior de su cuerpo.

—Mátame a mí —rogó Alicent, tomando aún con firmeza la mano de su hijo mayor. —Si alguien ha de asumir la culpa soy yo.

—Ah, el momento de sinceridad antes de la muerte... —Naerys soltó las correas de cuero y se cruzó de brazos sobre la montura de su dragón. —Daemon me lo comentó alguna vez, es una pena que no haya suficiente tiempo para oír sus pecados. Sería interesante que Aemond comenzara a ventilarlos.

Secretos de alabanza | Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora