La mañana del juicio por el reclamo de Vaemond Velaryon llegó y junto a él, las ansias de Naerys por reencontrarse frente a frente con sus tíos. Helaena, Aegon y Aemond, aunque a este último ya le había visto el día anterior y no le había provocado especialmente ningún tipo de impresión ajena a su apariencia y el cambio en su voz.
De un modo u otro Naerys ya se encontraba entrando al salón del trono junto a su madre, quien nerviosamente estrujaba una de sus manos huesudas entre las suyas y aunque le provocó una punzante incomodidad en cierto punto, le permitió continuar con dicha acción.
Después de todo Rhaenyra se encargó de recordarle con frecuencia a lo largo de su corta vida el gran apoyo que le era su primogénita y no había honor más grande para Naerys que ser de ayuda y buscar el bienestar de su familia. Detrás de ambas princesas venían Jacaerys, Lucerys, Rhaena y por detrás de todos Daemon, quien se rehusó a dejar a Rhaenyra enfrentarse sola a los Hightowers.
Ingrata noticia se llevaron la tarde anterior cuando tras la delicada situación en la que se encontraba el rey -y de la cual estaban bien enterados, pero no esperaban que fuera tan grave- fueron advertidos sobre el procedimiento del juicio a cargo de la mano del rey, Otto Hightower, y no puntualmente de Vicerys I.
Madre e hija se brindaron el apoyo necesario para enfrentar a personajes indeseables de su pasado, como lo eran Vaemond Velaryon y Otto Hightower. Sin mostrar una pizca de inseguridad alguna y aún de la mano se ubicaron cercanas al trono, seguidas por el resto de su familia. Naerys fue quien esta vez cerró sus dígitos al rededor del dorso de la mano de Rhaenyra, buscando calmar sus nervios y así se mantuvieron hasta que Otto decidió ponerse de pie y hablar.
Frente a ellos, se encontraban ni más ni menos que Alicent Hightower con sus tres hijos. Aegon, quien también lucía claramente distinto a como le recordaba, no había rastro de su expresión jovial, parecía haber sido reemplazada por un aire desolado. Aunque recordando las cenas y el especial gusto por la bebida, podría tratarse también de un posible estado de ebriedad.
A su izquierda se encontraba Helaena, ella no había cambiado mucho, mantenía sus facciones suaves y el constante estado de ensoñación, alienada jugaba con sus manos mientras veía un punto fijo a los pies del trono. El único cambio fue, por supuesto, el mismo que llegó con la pubertad de Naerys; la primorosa curvatura generada ante el pasaje de su cintura al ampliamiento de sus caderas, el aumento considerable de busto y la estatura.
Detrás de Aegon y Helaena se encontraba Aemond, a quien Naerys sorprendió con la mirada puesta en ella, siendo aquel suficiente motivo por el cual inconscientemente se había puesto a jugar con los dígitos de su madre, tal y como anteriormente Rhaenyra había hecho al entrar al salón.
—Aunque esta corte tiene la esperanza de que lord Corlys Velaryon sobreviva, —se escuchó la voz resonante de Otto Hightower, mano del rey, de pie frente al trono. —nos reunimos aquí para la amarga tarea de decidir la sucesión de Driftmark. —continuó, tomándose el atrevimiento de retroceder un par de cortos pasos y tomar asiento en el trono de hierro. —La corona ahora escuchará todas las peticiones.
Naerys sintió a Luke apegarse de forma silenciosa y disimulada a su costado, como si volviera a ser el dulce niño de siete años que buscaba consuelo en brazos de su hermana mayor. El hecho de sentirlo incómodo y vulnerable bajo la mirada de Vaemond provocaba querer arrastrarlo lejos de ese lugar y dejar que los adultos se encargaran de aquellos asuntos. Al fin y al cabo, ninguno deseaba heredar absolutamente nada si con el éxito del reconocimiento de sus sucesiones la aversión se esparciría como polvo.
—Ser Vaemond de la casa Velaryon. —mencionó Otto, dándole la palabra al segundo hijo de Driftmark.
Vaemond no despegó su mirada ni un segundo de Rhaenyra y sus hijos al momento de dar unos pasos al frente y quedar de pie en medio del salón.
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Secretos de alabanza | Aemond Targaryen
Fiksi PenggemarLa noche que Rhaenyra Targaryen dio a luz a su primer hija con Laenor Velaryon, los estruendos de la tormenta más fuerte que azotó Kingslanding en nueve años ahogó sus gritos. Nadie estuvo allí para recibirla pero se tenían la una a la otra y durant...