A pasos lentos y dudosos se acercó al lugar, procurando no ser vista por nadie y encontrar el corredor vacío. Se sentía incorrecto estar invadiendo la privacidad del rey de esa manera, pero necesitaba verlo. No fue sino hasta que estuvo pegada a la puerta que pudo oír un par de murmullos, una conocida voz apaciguada que era emitida dulcemente.
Lo peor que podría ver, pensó, sería a los maestres curando las heridas del rey aunque dichas prácticas no solían llevarse a cabo en su habitación. Pero aún intentándolo no podía divisar nada desde la pequeña ranura entre la puerta semicerrada y la pared, así que sin pensarlo demasiado decidió infiltrarse al lugar.
La estufa estaba encendida y chispas explotaban en el aire, fundiéndose con el sonido de las violentas llamas que danzaban ante la melodiosa voz del príncipe Aemond. Quien se encontraba de rodillas, a un lado de la cama del rey mientras sujetaba gentilmente una de sus manos y parecía hablarle con interés, aunque no pudo oír bien de que.
A Naerys jamás se le cruzó por la mente tal escena, en su mente el rey se encontraba aislado la mayor parte del tiempo, recibiendo solo las visitas de su esposa y maestres. De un modo u otro sintió estar violando un momento de vulnerabilidad entre padre e hijo, por lo que la idea de regresar al exterior de la habitación y seguir su camino hacia la biblioteca fue lo suficiente tentadora para que comenzara a devolver sus pasos.
—¿Quién... Quién es? —Viserys preguntó quejumbroso al oír los pasos de Naerys, los cuales provocaron que Aemond alzara la mirada hacia ella.
—Naerys Velaryon, padre. —Aemond respondió con tal suavidad hacia el rey que resultó extraño para la mencionada.
—Ah... —Viserys mantuvo su ojo cerrado y una pequeña sonrisa surcó su rostro. —Naerys... —repitió con la respiración irregular, intentando zafarse del agarre de Aemond para estirar su tembloroso brazo en dirección a su nieta. Naerys comprendió el mensaje y avanzó hacia el lugar que anteriormente Aemond ocupaba. —No deberías estar aquí —susurró Aemond en cuanto Naerys pasó por su lado para sentarse en la cama junto a Viserys y tomar una de las demacradas manos entre las suyas. —Y aún así mírame. —susurró en respuesta la princesa.
Por un momento creyó que se retiraría de la habitación, dándole la privacidad que necesitaba para hablar tranquilamente con su abuelo, pero en cambio solo se alejó algunos pasos tomando asiento en el sofá individual de cuero frente a la estufa, descansado su codo en uno de los posabrazos mientras sus dígitos fueron guiados a sus labios, los cuales delineó pensativo sin desviar la atención de Naerys con el rey.
Y ella lo detestó aún más en ese momento, se preguntó si desconfiaba de alguna manera o si sus huevos habían disminuído aún más su tamaño como para no saber afrontar la situación que merecía, además de atacar a su propia prometida en un momento indefenso.
De todos modos si Naerys iba a hablar sobre lo sucedido la tarde anterior, no sería con el rey. No había mucho que pudiera hacer y cabía una gran posibilidad de que su estado desmejorara al enterarse de tal atrocidad, por supuesto que no quería eso para su abuelo.
—Naerys... —repitió el rey con dificultad, llamando su atención. —Lamento no haber ofrecido... Una mejor opción. —la princesa no comprendió aquello pero asintió con una sonrisa, Aemond suspiró soltando un pequeño "hm" a modo de reproche y solo entonces captó que el sentido del humor del rey aún permanecía intacto. —Me alegra pensar que... Pronto volveremos a ser una enorme familia... Quisiera tener la certeza... —una mueca de dolor se dibujó en el rostro del rey. — ...de que mis pasos acompañarán los tuyos por un largo tiempo, pero mientras tanto... Me conformaré con desearte la mayor cantidad de virtudes en tu matrimonio... Y la salud del fruto que tu amor con Aemond presente al mundo.
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Secretos de alabanza | Aemond Targaryen
FanfictionLa noche que Rhaenyra Targaryen dio a luz a su primer hija con Laenor Velaryon, los estruendos de la tormenta más fuerte que azotó Kingslanding en nueve años ahogó sus gritos. Nadie estuvo allí para recibirla pero se tenían la una a la otra y durant...