15. Ira y pavor

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ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ»» Lenguaje malsonante y descripciones violentas.

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—No debió hacer eso. —murmuró sir Criston a mitad del camino hacia el salón de los maestres.

—¿Que? ¿Ganar? —preguntó Naerys, recibiendo silencio a cambio. —¿Eso acostumbra a hacer para elevar el ego del príncipe, sir Cole?

Creía que a lo mejor se trataba de la adrenalina, de otra forma jamás habría respondido de tal manera a las sugerencias o correcciones de Criston Cole.

—Enemistarse. —habló luego de un rato contemplando sus posibles respuestas.

—Él comenzó... —refunfuñó.

—Creo que la reacción del príncipe Aemond fue acorde a sus palabras, princesa. —explicó con la mirada al frente. 

—Yo no he dicho nada más que la pura verdad. —retrucó Naerys, deteniendose en el pasillo y provocando que Criston imitara su acción, aunque no se atrevió a enfrentarla. —Él buscó injuriar a mis hermanos, conociendo la pena severa de esa acusación.

—No he oído a sus hermanos ser mencionados, princesa.

Naerys lo contempló en silencio y se atrapó el labio inferior entre los dientes reprimiendo la seductora imagen mental que conllevaba escupirle en el rostro y abofetearlo. Sabía muy bien lo que estaba haciendo.

—¿Qué otro par cercano a mí es aludido con semejante dicterio?

—No estoy al pendiente...

—Sé lo que hace, sir Criston. —Naerys buscó su mirada y la mantuvo. —Le sugiero que si no va a ser justo, se mantenga al margen. —respiró profundo y emitió un gesto con la cabeza. —Esta denostación es inaceptable, puede retirarse. 

—Pero su brazo.

—Sé como llegar al salón. —buscó acortar cualquier interacción a raíz de ese momento, lo quería lejos antes de perder los estribos.

Obtuvo por respuesta un leve asentimiento y solo cuando sir Criston se retiró varios metros Naerys cerró los ojos con fuerza y se llevó una mano a su brazo dañado. La sangre había perturbado su tranquilidad al verla brotar persistentemente, pero nada se comparaba a la forma en la que los músculos de sus brazos quemaban con ímpetu. 

Y lo disfrutaba, era lo menos que podría hacer a partir de ese momento porque no cabía duda de que sus entrenamientos habían finalizado por un prolongado tiempo bajo la supervisión de la reina Alicent.

Los maestres habían hecho lo mejor posible en poco tiempo, debido a la insistencia de la princesa Naerys con querer tomar un baño y pasar por la biblioteca antes de que cayera la media tarde. Se había perdido el almuerzo, pero confiaba en que Aemond daría una buena excusa o buscaría manifestar algún tipo de falso descontento como si fuera ajeno al motivo de su ausencia.

Tal vez un par de horas pasaron cuando Naerys finalmente fue liberada de las manos de los maestres, el corte no había sido en su totalidad profundo, por lo que unieron solo una pequeña porción de piel al inicio del corte y luego lo vendaron. Tenía especiales recomendaciones, tales como no humedecer el vendaje y cambiárselo cada mañana y noche hasta ya pasados los tres días de cuidado.

No le cayó en gracia, pero agradeció de todos modos unas cinco veces antes de regresar por el extenso pasillo hacia las escaleras y nuevamente caminar hasta casi el final del corredor, donde era su habitación. Se preguntaba si las mismas criadas de la mañana se encontrarían allí esperando o si volverían pronto para preparar la bañera y permitirle ese momento de relajación.

Secretos de alabanza | Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora