25. Rencores

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Año 118 d.C, Kingslanding


—Es cinco —respondió Naerys.

—Sería bueno poder responder yo por lo menos una vez —Aemond se cruzó de brazos y Shiaera Arryn cerró el cuaderno que tenía sobre las piernas.

—Naerys gana.

—Que sorpresa —rodó los ojos el príncipe Targaryen.

—Aún así voy a necesitar ayuda de ambos si quiero mejorar —mencionó la niña golpeando con suavidad el cuaderno con la palma de la mano.

Shiaera se había unido a Aemond y Naerys en aquella tarde de lectura debajo del árbol, solo que no para leer sino para exponer sus problemas matemáticos que tenía como tarea resolver. La teoría de los números era lo que menos le llamaba la atención, pero era lo único en lo que su padre era bueno y aunque no viera su futuro muy brillante más allá de dama de compañía o niñera, su padre sí la creía capaz de mucho más o eso le gustaba creer. Fue por dicho motivo que decidió enseñarle sobre lo que se le daba mejor a él, además de algunas otras habilidades como la carpintería o el bordado en finas telas y cuero.

—Miren quienes están aquí —se oyó la voz de Aegon que pasaba por el lugar, posiblemente para acosar a alguna de las criadas que llevaban comida a los establos. —¿Cuánto excremento has comido a lo largo de tu vida para que te quedara la cara así? —preguntó señalándose a sí mismo su propia barbilla y puente de la nariz, caminando en reversa para que pudieran divisar sus expresiones y sin esperar respuesta volteó nuevamente para continuar su camino.

Los tres niños comenzaban a creer que su única diversión además de embriagarse y manosear muchachas, era buscar irritar a su hermano y sobrinos. Y como Shiaera convivía con ellos en ese momento, era un punto fácil al no tener derechos sobre él para acusarlo o responder a sus ofensas.

Shiaera se llevó una mano a cubrirse las sutiles pecas que decoraban parte de su rostro y bajó la mirada, permitiendo que su cabello castaño cubriera lo que no alcanzaba con sus dígitos. Sin embargo el pequeño Aemond se tomó el atrevimiento de acomodarle el cabello detrás de las orejas para despejarle el rostro y tomar la mano que lo cubría para sostenerla entre las suyas.

—No le hagas caso, siempre es así de insufrible —intentó animarla el príncipe, manteniendo el dulce agarre en la mano de Shiaera.

—¿In... Infrulible? —preguntó la castaña y Naerys suspiró sintiéndose un extra entre ellos.

—Insu-frible —el príncipe dividió en dos la palabra para facilitar su comprensión. —Difícil de soportar, es un tonto.

Y ante las últimas palabras Shiaera rió avergonzada, al no ser parte de la realeza no se le permitía soltar acusaciones de ese estilo hacia la familia Targaryen-Hightower-Velaryon pero siempre provocaba en ella un placer culposo y sentimiento de alegría el oír al pequeño príncipe atreverse y defenderla del "tonto Aegon".

En alguna ocasión también se deleitó con las palabras y acciones de Naerys, aunque la princesa optaba más por hacer oídos sordos y arrastrarla lejos de los problemas en lugar de enfrentarlos.

—Voy a devolver el libro —interrumpió Naerys poniéndose de pie y recibiendo a cambio un asentimiento por parte de Aemond.

—Recuerda la última página que leímos —simplemente pidió, antes de regresar su atención hacia Shiaera, sus bonitas pecas y cautivadores ojos color oliva.

Secretos de alabanza | Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora