11. La cena, parte III;

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Jace tomó coraje para invitar a bailar a Helaena, posterior a disculparse con Baela por no invitarla a ella, lo cual de cierta forma pareció molestar a Aegon quien dirigió su mirada hacia Aemond sin poder creer el descaro de su propio sobrino. Aunque la intención de Jacaerys no había sido en su totalidad buscando ofender a alguno de sus tíos, sino volver a divertirse inocentemente de la misma forma que solía hacerlo hace años atrás en Kingslanding durante días del nombre o festividades del reino.

Quitando la parte de funcionar como marioneta para Aegon y torturar el pobre orgullo de Aemond, por supuesto.

Aegon masculló algo en dirección a Naerys que no pudo comprender del todo bien y provocó que ladeara la cabeza con confusión denotante en su rostro. Al notar aquello Aegon volvió a repetirlo, ahora con una sonrisa digna de enmarcar.

—¿Planeabas atacarme, sobrina? —preguntó risueño, Naerys dejó pasar su estúpido tono debido a la cantidad de alcohol que le había visto beber y negó a su pregunta.

—¿A qué te refieres? —la silla vacía de Helaena y Aemond eran lo único que la separaba de Aegon, pero aún así Aemond no parecía tener interés alguno en la conversación. Otto por su parte, había cruzado los brazos sobre su pecho y se había recostado contra el respaldo de su silla en un intento por darles algo de privacidad, pese a que Aegon no conocía el sentido de la discreción o confidencialidad y poco le importaba gritar a los cuatro vientos lo que llegara a su mente.

—Cuando molesté a tu hermano, ¿qué te detuvo? —preguntó estirándose en la mesa y cruzando los brazos sobre la superficie, para luego apoyar su mentón encima de los mismos.

—No iba a atacarte, Aegon.

—¿Y qué fue esa... Posición de ataque? —preguntó imitando en su asiento una posición erguida, aunque no lucía para nada como la postura de Naerys, provocando que la joven curvara sus labios en una minúscula sonrisa que trató de reprimir.

—No hubo tal cosa. —extrañamente se sentía entretenida por Aegon. —Y de cualquier forma no era por ti. —respondió pausadamente, estirándose para tomar una de las jarras y llenar su copa, pero otra mano la alcanzó antes.

—¿Pensabas arremeter contra mí entonces? —esta vez fue Aemond quien preguntó sin voltear a verla siquiera. Agarró la copa de Naerys y llenó la misma, para luego repetir la acción con su propia copa bajo la mirada jocosa de Aegon.

El jóven príncipe se había acomodado para enfrentar la mesa, anteriormente se encontraba sentado de tal forma que le daba parcialmente la espalda a Naerys, permiténdole ver solo una pequeña porción de su perfil, mientras admiraba a Jace y Helaena bailando la melodía que endulzaba sus oídos.

—De ser necesario.

—Hm... ¿Te crees capaz de doblegarme? —esta vez volteó a ver a su prometida a la vez que alzaba su ceja, aprovechando la breve pausa para dar un sorbo a su copa sin deshacer la conexión visual.

—Posiblemente. —respondió con fingida seguridad, acercándose su propia copa a los labios para beber también. Lo había visto entrenar y era increíble. Ni en un millón de años podría vencerlo, pero no iba a admitir absolutamente nada frente a esa mirada socarrona.

Aegon se mantenía atento a cada uno, quizá esperando que repentinamente sacaran sus espadas y comenzara un duelo a muerte en medio del salón. Aemond estuvo a punto de responder pero se sintió interrumpido cuando los mismos guardias que trajeron a Viserys anteriormente se apresuraron ante el llamado de Alicent, descomponiendo la grávida ambientación que se había formado al rededor de la pareja de prometidos.

Al parecer había sido suficiente por esa noche para el viejo rey, que al menos se retiraría de la mesa a su dormitorio con una agradable imagen en mente de su familia reunida sin tensiones. Los hijos del rey lo siguieron con la mirada hasta que cruzó la puerta y desapareció de su campo de visión.

Secretos de alabanza | Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora