Capítulo 11.-La noche que todo se dividió.-

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Narrador omnisciente.

Alyrya observa el feretro donde Laena Velaryon descansa. Sosteniendo el brazo de su prima Rhaenys, le da suaves caricias para apaciguar su dolor, aunque no lo demuestre. Su mirada se redirige a Daemon que está en completo silencio junto a sus hijas. Las niñas de Daemon eran preciosas como su madre lo era, por suerte salieron a ella y no con la cara de tarado de su hermano. No pienses esas cosas, se regaña a sí misma. Laenor no para de llorar, lo que rompe el corazón de Alyrya. El embarazo la obligaba a sentir demasiadas emociones y era una porqueria.

-Mi señora.-Le susurra sir Christopher.-Debería sentarse. No puede permanecer tanto tiempo en pie.-

-Ve, prima.-Le dice Rhaenys.-Agradezco tu compañia.-

-Corlys.-Murmura mientras le da una caricia rápida a su mano.

-Ve en paz.-Le ordenan ambos Velaryon.

Ningún padre debería sobrevivir a su hijo. Era una de las mayores penas que un ser humano podría sentir. No poder proteger a su propia hija de algo que es normal, le erizaba los vellos a Alyrya. ¿Cómo podría ella sorportar la muerte de su hija? Ella preferiría morir antes que ver morir a sus seres queridos. Prefiere morir a sobrevivir para estar sola. Sin nada porque luchar.

Aelor llega junto a Viserya, ambos se sientan a un lado de Alyrya.

-Mami ¿Cómo te sientes?-

-Los pies me están matando.-Le susurra.-espero que esto termine pronto. Odio los funerales.-

-¿Podría ir con las hijas del tío Daemon?-Pregunta Viserya.-Se ve que necesitan contención.

Alyrya sonríe interiormente. La sangre es fuerte, ella quiere ir con sus hermanas sin saber que lo son. La princesa mayor piensa en como Viserya se parece a ella en sentimientos. Siempre intentando contener a las personas amadas.

-Usa tus manos.-Le recuerda.-Son mágicas cuando se trata de consolar a las personas.-le indica antes de que su hija se levantara para ir hacia sus hermanas.

-¿ves a Daemon dolido?-Le pregunta Aelor en un susurro.-Nunca lo había visto de ese modo.-

Alyrya sigue su mirada para encontrar justo el momento en el que Daemon la mira.

-Él amaba a su esposa.-Le susurra Alyrya devuelta.-Es la madre de sus hijas.-

-Me es extraño verlo así.-

-Los hijos cambian todo. Nunca pensé cuidar a alguien más que a Viserys y Mírame ahora.-Dice otra vez en un susurro.-Daría lo que fuera para eliminar el dolor en esas pequeñas.-

Alyrya se levanta y tomando el brazo que sir Christopher le ofrece, se encamina hacia Daemon, que observa el mar donde su esposa fue arrojada hace unos minutos.

-Hermano.-Lo saluda cuando sir Christopher le da privacidad con él.

-Alyrya.-La saluda con los nervios latentes.

-Lo siento mucho.-Le murmura mientras toma su mano para entrelazarla.

-¿Alguien debía morir para que nos veamos? Parece un chiste cruel de los dioses.-Exclama Daemon y eleva la cabeza hacia cielo, cerrando los ojos.

-Ya estamos aquí.-Le murmura mientras frota su hombro para reconfortarlo.

Sir Criston observa la escena, mientras gira la cabeza al sentir que alguien lo observaba, su hermano lo mira fijamente, ordenandole con la mirada que aleje los ojos de su señora, al sentirse intimidado, obedece la orden imaginaria, aunque quiere seguir viendo a Alyrya, el temor por su hermano es mayor que su oscuro deseo.

La bastarda roja ||Versión Black.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora