Capitulo 21

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Sigo cumpliendo!!!!

—¡Maldición! Nada me puede salir bien —me quejo

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—¡Maldición! Nada me puede salir bien —me quejo.

Golpeo el volante de mi auto, irritada.

Se supone que hoy es un día muy importante, y voy a llegar tarde, todo porque mi auto decidió dejarme varada, ahora tendré que caminar al trabajo.

Ayer, mi jefe me envió un mensaje, pidiéndome que llegara a primera hora de la mañana para una junta con unos inversionistas, cosa que no debería pedirme, se supone que ese es el trabajo de Vargas, además, la última vez que hablamos las cosas no resultaron muy bien. No he ido a la oficina en tres días, Nick quedó de decirme cuando podría volver, según Emma, él ha estado de mal humor, incluso, solo apareció una vez en el edificio.

Sigo caminando con el teléfono pegado a mi oído, intento contactar a Nick para decirle que llegaré tarde, pero no atiende el teléfono.

—¡Dios! —pateo el suelo.

Le escribo un mensaje, antes de conseguir enviarlo, mi cuerpo es jalado hacia atrás, mi teléfono cae a la calle, un auto pasa sobre el aparato, dejándolo destruido, hecho añicos.

—¡Fíjate por donde vas! —reprende molesto.

Me quedo en silencio, aun analizando lo que ha sucedido, casi me arrollan.

—¿Estas herida? —pregunta finalmente.

Niego.

Me giro para ver al ángel guardián que me ha salvado. No parece más joven que yo, puede que tenga mi edad o unos años más, lleva puesto ropa deportiva, su cabello negro se encuentra húmedo y despeinada, es evidente que viene de hacer ejercicio.

—No —elevo el rostro para poder verlo mejor, su altura puede llegar a ser intimidante—. Estoy bien.

—Dilan —estira una mano hacia a mí.

—Afrodita —estrecho su mano.

—Lindo nombre —sonríe mostrándome sus perfectos dientes.

Fue un gran descuido por mi parte el caminar y mandar mensajes al mismo tiempo, pude morir.

¿A quién llamarían si sufro un accidente? ¿A Coraline? ¿Emma? No creo que mi vecina quiera venir a ver como mi cerebro se sale a través de mis ojos.

El semáforo cambia a rojo, aprovecho para tomar los restos de mi difunto teléfono.

Todo pasa en un segundo, mi cuerpo se congela en el momento, solo alcanzo a asimilar el chirrido de las llantas del auto que no logran detenerse.

La gente grita, corre, llaman a emergencias, yo solo los observo, mis oídos zumban, los pedazos de teléfono resbalan de mis manos, volviendo al asfalto.

—¡Alguien ayude al chico! —grita una señora anciana.

El grito desesperado de la mujer es suficiente para que reaccione.

30 años, ¿Y qué? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora