Todo luce impecable, me deleito con la encantadora vista que recibo, decorada a la perfección para simular un estudio elegante y pulcro. En el fondo, la presentadora Coraline, alias mi amiga, entrevista a un hombre influyente, con cientos de contactos que hacen lo que él quiera, es un caballero intimidante, de armas tomar, que también es sospechoso de estar implicado en la esclavización de más de cincuenta personas en un muelle ubicado en la zona sur de la ciudad.
Desde aquí puedo ver como mi amiga hace que el sujeto derrame gotas de sudor. Ha simple vista parece una rubia inofensiva, pero cuando la conoces sabes que, de inocente no tiene nada, aunque sus ojos verdes son una buena distracción.
—Esto es perfecto —surra mi jefa.
Por inercia, la observo, se encuentra tan concentrada en las tácticas que utiliza mi amiga, yo también lo haría, pero he visto esto cientos de veces, sin embargo, Vargas casi nunca se encuentra en el set de grabación, lo que me lleva a una pregunta.
—¿Sucede algo? —susurro, intentando no obstruir la grabación.
Me mira por un segundo, escucho como retiene el aire en sus pulmones, su cuerpo se tensa, evita verme en todo momento.
—¿Por qué preguntas? —hace un movimiento con su mano, restándole importancia al asunto.
Ignora mi presencia, camina hasta colocarse a un lado de una de las cámaras.
No pierdo tiempo, sigo el sendero que dejaron sus pasos, me detengo a un lado de ella, la tomo del brazo sin hacerle daño, arrastrándola junto a mí, paro de caminar cuando llegamos a una esquina alejada.
—Pedimos cámaras de última generación —explico mi acción, señalo el equipo de grabación—, el mínimo ruido y quedaría captado, arruinando la cinta con la grabación ya almacenada, tendríamos que reorganizar todo.
Suelta un bufido, cruzándose de brazos.
—¿Por qué las siguen utilizando? No sirven de nada si todo el tiempo se va a arruinar la grabación, no podemos estar perdiendo tiempo —se queja, mostrando su descontento.
Ella lo hace ver tan fácil, mientras que yo soy la que se debe enfrentar a los tiburones, quienes son prácticamente los dueños del programa.
Creo que no debería llamar así a los jefes supremos
Alejo de mi cabeza la actitud arrogante, planto una sonrisa forzada en mis labios.
—Encuestas revelan que las personas disfrutan más cuando sienten que están ahí —escupo toda la información que los encargados de marketing habían mencionado en una de las juntas pasadas—. Las cámaras logran grabar todo, desde su respiración nerviosa hasta las gotas de sudor en su frente, olfatean el miedo de los invitados —agrego, dándole una nota de suspenso.
—¿Eso es lo que logra un excelente programa? —señala el escenario, continua sin esperar mi respuesta—. ¡Perfecto! Se ve fantástico en televisión.
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30 años, ¿Y qué?
RomanceAfrodita, sumida en los estereotipos y prejuicios de la sociedad y su familia, guiada por las influencias del alcohol, decide hacer algo que cambiará su vida por completo. ¿Quién dijo que un mensaje no puede entrelazar dos vidas? Sin ser conscien...