Capitulo 15

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Con esto termino el maraton ❤️❤️❤️ Gracias 😀😀

Dejo mi libreta y bolígrafo sobre la mesa de juntas, donde todos aguardamos a que los demás lleguen, las sillas se encuentran ocupadas por algunos encargados de guionistas, investigadores, encuestadores, abogados, y, por último, los que estamos en...

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Dejo mi libreta y bolígrafo sobre la mesa de juntas, donde todos aguardamos a que los demás lleguen, las sillas se encuentran ocupadas por algunos encargados de guionistas, investigadores, encuestadores, abogados, y, por último, los que estamos en la cima de la cadena alimenticia.

Cada semana hacemos una junta para debatir los temas de los que hablaremos en el programa, hacemos una lluvia de ideas, pedimos comida a domicilio, pero hoy no, todos se encuentran nerviosos y tensos.

—¿Ya llegó? —cuestiona Danna, deja sus cosas a un lado mío.

—No, aun no —trato de esconder mi cara con una carpeta.

—¿Por qué tarda tanto? —pregunta distraída, mira la puerta sin cesar.

—No lo sé —miento.

Yo sé porque aún no llega, podría haber muchas razones por las que él aun no llega, puede que este varado en el tráfico, o no despertó a tiempo, pudo olvidar que hay una junta, si, esas son buenas razones, pero tal vez, solo tal vez, podría haber caído sobre él, fracturando su pierna, haciendo que deba estar en reposo por una semana, nada importante.

—Les traje un café —habla Alfred, deja las tazas frente a nosotras, sus manos tiemblan ligeramente.

—Gracias —susurro. Se retira sin poder mirarme.

Tomo la taza de café, mis dedos se quejan cuando entran en contacto con la superficie caliente, la acerco a mi nariz, el olor a vainilla me cautiva, recordándome lo delicioso que sabe, bebo un sorbo de la humeante taza. Alfred es el único que logra hacer que el café sepa maravilloso, ahora me siento mal por lo que le hicimos.

—Son una brujas —me quejo, aparto el café de mi alcance—. Solo miren como dejaron al pobre de Alfred.

—¿Disculpa? —Emma finge estar indignada—. Tu lograste que hablara, fuiste la única que logró atemorizarlo lo suficiente.

Bajo la mirada, apenada por sus palabras, sé que tiene razón, yo pienso lo mismo, pero nunca imaginé que lo iba a traumar tanto, bueno, no siempre te secuestran en la mitad de un pasillo, metiéndote a un diminuto cuarto de limpieza, amordazan e intentan torturar para obtener información sobre una persona, ¿o si lo hacen? No lo sé.

—Tienes razón —bebo otro sorbo—, somos unas brujas.

No tarda en llenarse la sala, solo quedan dos lugares disponibles, el de Vargas y el de nuestro jefe, Saimons. Toda la tensión se debe a él, no es habitual tener en la oficina a un tiburón, es decir, a uno de nuestros jefes, así que todos se encuentran nerviosos por ser juzgados por él, dado la experiencia previa, sabemos que es un dictador innato, si no le parece algo, te lo hará saber, más con gritos y caras molestas que con recados amables.

Hace tres días que no lo veo, no desde que el sonido del timbre bastó para que todo terminara, mientras yo dormía, Nick llamó a su chofer para que lo recogiera, me regreso el dinero de la cuenta del hospital y se despidió con un asentimiento de cabeza. Una despedida horrible.

30 años, ¿Y qué? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora