Capitulo 22

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A este paso voy a tener que subir todos los capitulos 🙊👀

—¿Doctor Murphy? —me burlo, leyendo las palabras gravadas en la placa

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—¿Doctor Murphy? —me burlo, leyendo las palabras gravadas en la placa.

Sonríe de lado, asiente derrotado.

—Si —hace una mueca divertida—. Por si te lo preguntas, no, las leyes de Murphy no me han afectado.

Entro primero en la oficina, siendo recibida por los típicos colores blancos de los hospitales.

—¿Ya te vistes en un espejo? —se burla, tuteándome.

—¿Tan mal lusco? —encarno una ceja, siguiendo con la broma.

—Estas cubierta de sangre —señala lo obvio.

—Lo sé, no le preste tanta atención a mi aspecto —le quito importancia.

Me indica donde sentarme.

—Deberías ir a casa, puede que la cirugía tome horas —recomienda.

—No pienso moverme —digo por quinta vez.

—En el tercer piso hay una sala de duchas, podrías tomar una, le puedo decir a una enfermera que te preste un uniforme —explica, coloca los codos sobre sus rodillas—. Estarás cómoda.

—Quiero esperar —confieso—. No importa mi aspecto, estoy en un hospital, hay personas que lucen peor que yo.

—Cierto —suelta una pequeña risa.

Volvemos a quedarnos en silencio, yo observo el suelo, mientras que él me ha encontrado interesante, tanto que no despega la vista de mí.

—¿No tiene pacientes que atender? —hago preguntas sin sentido—. ¿A caso no es doctor?

Se endereza, estirando sus músculos, hace ruidos con la boca.

—Técnicamente, lo soy... claro, lo soy —divaga un poco—. Soy doctor, pero pertenezco al área de psiquiatría.

—¿Piensa que estoy loca? —pregunto desconfiada.

—No, no —se adelanta a responder—. No creo que estés loca.

Ahora puedo entender las miradas que me daba, sí que le resulto un caso interesante, quiere analizarme.

Coloco un mechón de cabello detrás de mi oreja.

Las miradas inquisitivas no cesan, por el contrario, son más notorias.

Ruedo los ojos, irritada.

—Haga la pregunta —cedo.

Lo duda al principio, pero la emoción lo orilla a hacer la pregunta.

—¿Por qué crees que te aferras tanto a él? —pregunta, tocando terreno peligroso.

Entrecierro los ojos.

—No me aferro a él, hago lo que cualquier persona haría —respondo calmada.

30 años, ¿Y qué? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora