Capitulo 9

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Nunca he visto a este hombre, no que yo recuerde, pero su voz, esa voz hace que cada músculo de mi cuerpo se tense, recordándome los pequeños recuerdos que descansan en mi mente, atormentándome cada vez que puede

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Nunca he visto a este hombre, no que yo recuerde, pero su voz, esa voz hace que cada músculo de mi cuerpo se tense, recordándome los pequeños recuerdos que descansan en mi mente, atormentándome cada vez que puede. No recuerdo mucho sobre esa noche, el alcohol se encargó de eso, sin embargo, su voz si la recuerdo. Sus ojos no se apartan de mí, me observan intrigados, lo único que puedo hacer es evadirlos, de lo contrario terminaré en el piso.

¿Quién se puede resistir a esa mirada azul? Está claro que yo no.

—Por obvias razones —señala su brazo enyesado, toma asiento en la cabecera de la larga mesa—, me encontraba descansando en mi cómoda casa, disfrutando de una película, me sentía en paz, tranquilo —su voz cambia de tono, adquiere una nota de furia—, pero todo terminó cuando recibí la llamada de los abogados, pidiendo, no, exigiendo mi presencia.

La dureza con la que habla es insoportable, nos juzga con la mirada. Jamás pensé que le hablarían a uno de nuestro jefes, mucho menos que resultaría ser el inversionista mayoritario, la persona a que todos le temen, me incluyo en ellas.

—Puedo explicarlo —Vargas se adelanta a decir—, antes que nada, quiero que sepas que lamento mucho lo de tu brazo —su voz suena irritante. No le queda bien el papel de niña buena—, supe que fue un accidente en la fábrica.

—Si, fue trágico, sucedió después de comprometerme —intenta ocultar una sonrisa, toca el yeso de su brazo.

Mis mejillas se tornan de rojo.

—¡Qué gran noticia! —fuerza una sonrisa—. Me alegro por ti Nicky.

Una risa burlona sale de mis labios, sin darme cuenta, todos callan de inmediato, dejando que sea mi risa la que retumbe en la sala, cubro mi boca con la palma de mi mano, ahogando mi voz. Reparo en las miradas raras que me dan, parezco una loca, eso no me incomoda, lo que si me perturba es el hecho que él me vea, sus ojos azules me miran con un brillo de diversión, como si mi actitud no hiciera más que provocarle felicidad.

—No endulces las cosas —reprende a Vargas, la sonrisa de ella se borra por arte de magia—. Quiero que me expliquen lo que paso, alguien debe pagar las consecuencias.

Nos quedamos sumergidos en un incómodo silencio, ninguno se atreve a hablar, nadie quiere sufrir las consecuencias de su furia, solo aplazamos lo inevitable. Por mi parte, no sé qué decir, me encuentro muy confundida, me muero de la vergüenza, estoy sufriendo las consecuencias de aquella terrible noche, debo de admitir que me comporté como una adolescente hormonal, no medí las consecuencias de mis actos. ¿Qué le puedo decir? ¿Se acuerda de mí? No recuerdo si le dije mi nombre en esa borrosa noche. Sonrío como boba, estoy segura de que no me recuerda, incluso puede ser que lo esté confundiendo con aquel bombón, el hombre al que le pedí un hijo.

Si, Coraline confesó todo el día de ayer, cuando no distinguía un comino.

—¡Es su culpa! —grita Vargas, me señala con un dedo—. Todo iba bien hasta que ella intervino, arruinó el programa.

30 años, ¿Y qué? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora