Capitulo 29

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—¿Por qué hacen la fiesta hoy? —pregunta por quinta vez

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—¿Por qué hacen la fiesta hoy? —pregunta por quinta vez.

—Ya te dije que hoy es el único día en el que podemos hacerla, es treinta y uno de octubre—le recuerdo, me termino de colocar el disfraz.

—¿Por qué no la hicieron en otro día? Mañana es viernes, deben ir a trabajar, según tus palabras, van a beber —se queja.

Me coloco frente a él, le hago una señal para que me ayude a subir el zíper.

—Hoy es Halloween —digo irritada—, no es divertido celebrarlo en un día que no es, sería aburrido.

—Mañana van a ir a trabajar —ordena, intentando subir el zíper.

—Claro que si —lo calmo.

—No sube —dice sofocado.

—¿Cómo qué no sube? —pregunto alarmada—. ¡Me lo medí hace menos de una semana!

—Espera —ordena, clava sus dedos en mi cintura, mientras que con su mano libre intenta cerrar el disfraz.

Ahogo un grito de dolor cuando logra cerrar el vestido por completo.

—Me dolió —chillo.

Me abraza por detrás, besando la piel expuesta de mi espalda.

—Lo siento, cariño —se disculpa dulcemente, lamentando el dolor que me ha causado—. Ya cerró.

—Hace dos semanas si cerró muy bien —toco mi estomago—. Estoy engordando.

—No, eres hermosa. Además, ¿quién encarga un disfraz dos semanas antes?

Las personas preparadas.

Olvidando la dolorosa escena, doy media vuelta, quedando frente al apuesto Flynn Rider, coloco mi brazo en el marco de la puerta, intentando hacer una pose sexy, mi tobillo termina inclinándose a un lado equivocado, haciéndome caer directo al suelo.

—¡Demonios! —grita preocupado, corriendo a socorrerme.

Me río como loca, mis ojos se humedecen ligeramente, amenazando con soltar las pequeñas gotas de agua que resguardan.

—¿Te encuentras bien? —frunce el ceño, examinando cada parte de mi cuerpo.

Niego, aun riéndome de la situación.

Esto me pasa por querer ser sexy, está claro que esto no es lo mío, que bueno que descarté la idea del disfraz de conejita, me vería ridícula.

—Te voy a llevar al doctor —me carga en brazos, tomándome de sorpresa.

Suelto un chillido.

—No, estoy bien —consigo decir.

Me coloca sobre el sofá, no deja que me mueva de mi lugar, se coloca en cuclillas frente a mí.

30 años, ¿Y qué? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora