Capitulo 7

666 104 3
                                    

La oscuridad ha invadido gran parte de mi habitación, la luz de la luna se cuela a través de la única ventana que hay, sigo observando mis maletas, mi cabeza duele de estar recostada sobre la almohada, mi lado derecho se encuentra empapado de lágr...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La oscuridad ha invadido gran parte de mi habitación, la luz de la luna se cuela a través de la única ventana que hay, sigo observando mis maletas, mi cabeza duele de estar recostada sobre la almohada, mi lado derecho se encuentra empapado de lágrimas, dejé de llorar hace horas, el reloj situado en la pared marcar media noche, mi cabeza me ha impedido conciliar el sueño, me mantiene alerta, torturándome con mis propios pensamientos. La puerta es golpeada suavemente.

—Largo, estoy dormida —manifiesto.

—Cariño, ¿puedo pasar? —habla mi padre al otro lado de la puerta.

—Estoy cansada —refunfuño.

La puerta es abierta a pesar de mis protestas, enciendo la lampara de noche, mi progenitor entra con una charola llena de comida, la deja sobre la cama.

Me enderezo en mi lugar, levantándome, teniendo cuidado de no tirar nada, el vestido azul se extiende, dejando a la vista las evidentes arrugas.

—Hola, pequeña —saluda.

—¿Por qué esta despierto a esta hora? —cuestiono.

Toma asiento a un lado mío.

—Por la misma razón que tu —señala.

Un hueco se instala en mi corazón.

—Lamento lo sucedido —me disculpo, tallo mis ojos—, quisiera poder cambiar lo que ha pasado. Puede que después de todo nunca cambié.

Suspira, nos quedamos en silencio, observando la pared.

—Deberías dejar de culparte por todo —recomienda su voz, sonando triste.

—No creo que la familia piense lo mismo —bromeo.

—No importa lo que piensen —niega—, nunca han visto todo el panorama, solo ven lo que ellos quieren, lo que les conviene —confiesa, revelando los secretos que rodean nuestra dinastía—. La familia es un pilar importante en la vida, te da estabilidad, seguridad. Por desgracia, eso no significa que sea perfecta, existen los problemas en ella, pero eso no quita el hecho de que los une un lazo de sangre.

—Por eso siguen unidos —digo lo obvio.

Asiente dándome la razón, saca un objeto del interior del bolsillo de su pantalón, lo palpa acariciándolo.

—No sé si lo recuerdas, pero cuando eras pequeña, no solíamos tener nada en común, no lográbamos congeniar —recuerda con un profundo sentimiento de tristeza, su tono doloroso me duele—. Un día llegué con un ajedrez que me habían regalado, tú lo miraste con atención, era algo nuevo para ti.

Me entrega la pieza de madera, delineo la forma con el borde de mi dedo.

La reina.

—Ese día te enseñe a jugar, pasábamos horas frente al tablero, fue algo único y grandioso —sus ojos brillan con cada palabra que pronuncia—. Conforme creciste, dejamos de lado el juego, jamás volvimos a utilizarlo, pero, aun así, conservé esta pieza.

30 años, ¿Y qué? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora