Capitulo 26

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Estuvo fuera de lugar lo que le dije a Coraline, este es un momento muy difícil para ella, y yo solo lo hice aún más complicado, hablé por despecho

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Estuvo fuera de lugar lo que le dije a Coraline, este es un momento muy difícil para ella, y yo solo lo hice aún más complicado, hablé por despecho.

—Soy una estúpida —maldigo molesta.

Me dejo caer sobre la silla, lamentando todo lo que le dije, soy una terrible persona, la peor del mundo.

Miro las manecillas del reloj, hasta que este dicta que son las dos de la tarde, la puerta se abre, revelando a una desarreglada Coraline.

Se sorprende al verme.

—Afrodita —dice sin poder creerlo.

—¿Lo hiciste? —me levanto.

Asiente, su cuerpo tiembla mientras llora, me apresuro a abrazarla.

—Tranquila, todo estará bien, lo superaremos —le prometo.

Caminamos hasta la salida, donde los manifestantes nos reciben, algunos nos abuchean, intento cubrir el cuerpo de Coraline con el mío, protegiéndola de la furia de las personas.

—¡Asesinas! —grita la misma mujer de antes.

—¡Púdrete! —espeto indignada.

No saben el daño que hacen.

El cuerpo de Coraline vuelve a temblar.

—Te voy a llevar a casa —susurro cercas de ella.

El camino a casa es largo y tedioso, mis ojos se concentran en la carretera, en los autos que pasan junto a mí y los que dejo atrás, mientras que la mirada de Coraline se encuentra perdida, ausente de este mundo, explorando valles fuera de esta dimensión.

Un relámpago ilumina el cielo, las nubes se oscurecen, parece que el cielo congenia con el humor de Coraline, con nuestro humor.

—Llegamos —aviso.

La ayudo a bajar, instalándola en el sofá más cómodo que poseo, dejándola, observando la televisión apagada.

La examino desde la cocina, mientras preparo te. La vista que recibo es desgarradora, me parte el alma verla así, pues ahora sé que mis palabras no eran una vaga mentira o metáfora, definitivamente, Coraline ha perdido una parte de ella, una parte de su alma.

Sujeto la taza, pruebo un sorbo de té, pero termino arrojando el líquido al fregadero.

—Odio el té —digo en voz alta.

Termino rellenando la taza con vino, uno de mi reserva especial.

—Así está mejor —digo feliz.

Bebo el contenido de mi taza, en sorbos pequeños.

Otro relámpago ilumina la habitación, el sol ya se ha ocultado hace varios minutos, la lluvia golpea el cristal de mi ventana, toco las hojas muertas de mis difuntas plantas, pensé que sobrevivirían si las ponía en la cocina, junto a la ventana de la encimera.

30 años, ¿Y qué? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora