Capítulo 34
"El quiebre de Samuel"
Samuel
—Mi deseo de navidad es que para el año que viene yo tenga un nieto al cual comprarle regalos. —Gianna levantó su copa de vino pero ninguno de los presentes brindó con ella—. America eres la mayor, así que ejerceré más presión en ti.
—No planeo tener hijos, los niños que pienso cuidar serán los que Luke tenga gracias a su promiscuidad. —America levantó su copa y yo la acompañé en el brindis.
—Salud porque yo también cuento con los futuros hijos de Luke —comenté riendo—, seremos los tíos geniales.
—Yo sí pienso tener hijos, pero no serán producto de mi promiscuidad. —Luke comenzó a quejarse—. Y no sería justo que ustedes sean tíos gracias a mí y yo me quede sin sobrinos.
—Nunca has tenido novia en tu vida Luke Alessio —comentó America—. ¿Vas a abrir un concurso para encontrar a la madre de tus hijos?
—Seguro que habría muchas candidatas queriendo tener un hijo con mis hermosos genes, sería un éxito. Tampoco es como que tengas moral para hablar de mi inexistente vida amorosa, tú llevas años soltera.
—Y no tengo planes de que eso cambie.
—Ya cállense, tengamos una cena de nochebuena pacífica —intervine haciendo que Gianna me diera una palmada en la espalda en aprobación.
La decisión de pasar nochebuena con los Hayes era monótona, pocas veces hacia algo diferente. Pero el que Nathan estuviera en Los Angeles había apresurado aún más la decisión de ir hasta el penthouse de Gianna en Manhattan. Ese año habían estado solo Gianna y sus hijos, en otras ocasiones algunos familiares de ellos habían venido, pero al parecer todos permanecerían en Italia ese año.La cena era fiel a las tradiciones italianas de la familia, nada de carne, en cambio había calamares, anguila y bacalao, suficiente puré de papas y salsas. Y aunque en la mesa no hubieran tantas personas prevalecía lo más importante, la sensación de un hogar.
Mi teléfono había vibrado de forma consistente en mi bolsillo a lo largo de la noche, pero con tal de no hacer enojar a la anfitriona me había abstenido de sacarlo en medio de la cena. Luego de un par de copas más y un trozo de panettone una llamada al teléfono local sonó, America corrió hasta él y casi se cayó en el camino al tropezar sus tacones con un escalón, todos comenzamos a reír y ella solo sacó su dedo medio.
—Residencia Hayes Bianchelli, buenas noches —atendió con una sonrisa e hizo una pausa para esperar respuesta del otro lado de la línea—. En un momento se lo comunico señor Harvey.
La castaña comenzó a señalarme y a llamarme con insistencia, de inmediato me levanté de la mesa y caminé hasta donde estaba mi amiga. La confusión se hizo presente en mi mente, no entendía la razón por la cual mi padre estaría llamándome, tal vez le había pasado algo a Nate o Lindsay. Esperaba estar equivocado pero aun así cuando tomé el aparato con mi mano, no pude estar más nervioso.
—Hola papá —saludé tratando de disimular lo extrañado que estaba—. ¿Cómo está todo en casa?
— ¿Cómo piensas que está todo Samuel? —cuestionó con tono molesto—. Tú más que nadie debería saber, te espero en la casa para que discutamos de esto.
No me dio tiempo de responder, cuando las palabras iban a salir de mi boca mi padre ya había cortado la llamada. Mi confusión en vez de desvanecerse había incrementado, al menos sabía que mis hermanos estaban bien, pero por la forma de hablar de Harvey la molestia parecía nacer gracias a mí. De nuevo mi teléfono vibró dentro de mi bolsillo y por primera vez desde que había llegado al penthouse me dediqué a ver las notificaciones. Varios mensajes de texto, muchísimas notificaciones de mensajes, un montón de nuevos seguidores en Instagram y Snapchat, e incluso notificaciones de mi cuenta de Facebook que tenía un montón de tiempo sin utilizar.
Tratando de filtrar el montón de mensajes decidí abrir en primer lugar los de Nate, en el primer texto me preguntaba dónde estaba, luego cuestionaba si sabía lo que estaba pasando. Supuse que al ver la ausencia de respuestas de mi parte razonó que no había tomado el teléfono en un rato, el último mensaje contenía un enlace de una página web al que de inmediato accedí.
Era un vídeo, un vídeo en el que yo salía, un vídeo en el que salía Penelope pero en esta ocasión su rostro lucía pixeleado lo que impedía reconocerla, un vídeo que habíamos grabado casi un año atrás, un vídeo en el que aún estábamos juntos, un vídeo íntimo que se suponía que ya no existía, un vídeo que se estaba volviendo viral y por el cual mi teléfono estaba a punto de colapsar.
Las manos me temblaban en el momento que decidí salirme del enlace, no necesitaba ver más, yo sabía el contenido del vídeo. Sin embargo, los mensajes y notificaciones no paraban de llegar, todo mi panorama era borroso debido a las lágrimas que se acumulaban en mis ojos a las cuales les negaba salir. Apagar el aparato electrónico fue lo que consideré más sano en ese momento, no quería hablar con nadie, no quería que nadie me viera, me sentía expuesto y vulnerable ante los ojos de todos. En ese momento deseaba estar solo en mi suite en Filadelfia, pero estaba con los Hayes, mi padre exigió verme y parecía que mis deseos no podían ser cumplidos.
Los pasos que me llevaron hasta el comedor los conté en mi mente, cada uno de ellos los había dado con una increíble fuerza de voluntad. Mi mente parecía haberse nublado, todo lo que veía me parecía una realidad alterna. America seguía charlando con su madre como si nada, Luke tenía su teléfono en su mano y cuando entré y me vio a los ojos supe que lo sabía. Posiblemente alguno de nuestros amigos le avisó, tal vez alguien de la universidad, pero particularmente en este caso no hacía falta nada de ello, cuando algo se volvía viral era difícil detenerlo.
—Me voy a casa de mi papá, él pidió que fuera hacia allá. —Parecía un milagro que mi voz no se había quebrado.
—No creo que sea una buena idea que conduzcas, yo te llevo —Luke se levantó de la mesa y tomó las llaves de su auto—. Mañana llevo tu camioneta a donde quieras, pero en este momento yo te llevo.
Las dos mujeres decidieron no entrometerse, sin embargo, en sus miradas se detectaba la sospecha de que algo más estaba pasando. Se despidieron de mi con un abrazo y aunque todo dentro de mi cuerpo me ordenada llorar ignoré todas las señales, no me iba a quebrar frente a los demás. Estaba hecho pedazos por dentro, mis manos y piernas temblaban, no podía mantener mi mandíbula quieta, los sentidos de la vista y el oído me fallaban, el nudo en la garganta era dominante, pero por fuera lucía como cualquier otro día.
Luke quería hablar, Luke siempre quería hablar, durante toda nuestra amistad soporté que me hablara de cualquier tema por más estúpido que fuera. Cuando entramos al ascensor quiso decir algo, pero así fueran palabras de consuelo hacia mí, blasfemias e insultos hacia Penelope, o palabras de impotencia de su parte, yo no quería oír nada, no quería hablar de nada, no quería pensar en nada para tratar de llegar cuerdo hasta la mansión Wright.
Con una mirada Luke entendió que era mejor callar, todo el recorrido fue silencioso, el tráfico era menor al habitual, el ambiente navideño neoyorquino que días antes había apreciado en ese momento se sentía distinto cuando lo observaba. Al llegar al que debía llamar mi hogar Luke se despidió aclarándome que lo podía llamar si necesitaba cualquier cosa, le di una sonrisa afirmando que eso lo sabía. Mi vida había sido muy solitaria pero siempre contaba con Nate y Luke, probablemente podría haber colado a Avery en la oración pero me negaba a pensar en ella en ese momento, tenía miedo de pensar en cómo estaba y me repetía que hablaríamos cuando mi mente se aclarara.
Una vez que entré a la casa me encontré con mi padre, hermana y madrastra sentados en la larga mesa del comedor. No había rastro alguno del personal de servicio, supuse que estaban todos en la casa que tenían afuera, eso solo significaba que la privacidad sería tanta que muchos problemas podían estallar. Harvey fue el primero en verme, su rostro reflejaba molestia, tenía la mandíbula tensa y Lindsay parecía estar a punto de llorar.
—Necesito que te expliques Samuel —empezó a hablar mi padre—. ¿Qué mierda está pasando?
—No creo que tenga que explicar nada, todo lo que está pasando está ante los ojos de todo el mundo al parecer.
—Cuidado y no me doy cuenta de que está ante los ojos de todo el mundo —rabió levantándose de la mesa—. Me ha llamado un montón de socios, de compañeros del club, amigos, clientes, gente con la que llevo tiempo negociando.
—Esto no es mi culpa, estás delirando si piensas que yo montaría eso a Internet —solté comenzando a molestarme—. Estoy casi seguro de que fue mi ex, la misma que me ayudaste a sacar en tu recepción. Y antes de que te preocupes por cómo se sienten ese montón de personas que te han llamado, deberías preguntarte cómo me siento yo, cómo se siente tu hijo.
— ¿Qué hacía tu ex en nuestra recepción? —preguntó extrañado—, igual me parece una estupidez que te hayas grabado Samuel. Debes actuar con cautela, con orden, sin causar estos escándalos.
— ¡No seas hipócrita Harvey Wright! —Las emociones que traía conmigo estaban comenzando a desbordarse—. ¿Tú te vas a escandalizar y juzgarme por lo que hice? Tú que cuando tenías mi edad me engendraste de forma irresponsable, que no supiste nada de mí hasta que tuve cinco años. Porque sorpresa, solo estabas viviendo tu juventud en España.
—Ahora vas a salir a hacer reclamos, no estás en posición de hacerle reclamos a nadie. —Lana rompió el silencio que había mantenido—. Agradecido deberías estar de que te haya sacado de ese hueco en donde vivías, que te haya dado un apellido importante, comida, techo y educación.
—No estoy hablando contigo Lana, no tienes derecho a decirme nada cuando no llevas mi sangre ni nunca me has respetado. —Nunca había confrontado a Lana, siempre evitaba los problemas, pero eso se había acabado—. No le voy a rendir pleitesía a Harvey por ser un papá, yo no pedí venir a este mundo, él fue el que me buscó.
—Es claro que no llevas mi sangre, llevas la sangre de esa drogadicta de mala muerte y eso se nota en todo tu ser. —Mi respiración se aceleró, nunca había tenido relación con la mujer que me trajo al mundo, pero no dejaba de pesar el hecho de que Lana se refiriera así de ella—. Ha sido una tortura para mí soportarte todos estos años, tenerte bajo mi techo y comiendo en mi mesa.
—Lana esto se está saliendo de control, ten un poco de respeto por... —Mi padre trató de calmar las aguas pero Lana no lo dejó.
—Al menos Nathan supo comportarse desde que estaba pequeño, vivía con su madre y yo sabía de su existencia antes de casarme —escupió las palabras sin dar tiempo a respuestas—. Tú en cambio apareciste de la nada un día para atormentar la paz de esta familia, siempre causando problemas, siempre estorbando.
—Mamá no le hables así a Samuel —acotó Lindsay con voz entrecortada—, no es para tanto lo que ha pasado.
—A mi no me interrumpas Lindsay, no te atrevas a hablar de nuevo. Lo que pasó hoy solo ha terminado de agotar mi paciencia, siempre te he dicho que él no es tu hermano, nadie que no lleve mi sangre es tu familia.
— ¡Samuel es mi hermano y nunca podrás cambiar eso! —El sonido de una cachetada ensordeció el lugar, Lana se había atrevido a golpear a su hija—. Tal vez tú no lo aceptes, pero yo sí. No me quedaré callada cuando sigas tratándolo mal, no cuando él no ha hecho nada para merecer tu odio.
—Entonces hoy dejas de ser mi hija, vete con tu querido hermano si te da la gana —sentenció la mujer con intenciones de abandonar el lugar.
—Esto está tomando un rumbo indebido, Lana ahora no te vas a ir. —Harvey golpeó la mesa—. Estamos todos exaltados, no estamos razonando y terminaremos haciéndonos más daño.
—Papá a veces pienso que te haces el ciego, esta mujer solo acaba de confirmar por su propia boca todo lo que he tenido que padecer durante la mayor parte de mi vida —exclamé tomando aire para no terminar llorando debido a la ira—. No pedí nacer, no pedí a los padres que tuve, no pedí arruinar la armonía de ningún matrimonio. Lo único que hice durante mi vida fue tratar de encajar, tratar de resaltar en la escuela pero pasando desapercibido en casa, de no hablar cuando no debía, de convencerme de que algún día sería grande y escaparía del lugar que debía considerar mi hogar.
—Nunca quise que te sintieras así —susurró mi padre.
—Pero nunca mostraste interés en saber cómo me sentía, era más fácil comprarme cosas y darme lo mejor para sentir que cumplías con tu deber. Nunca le pusiste límites a tu esposa, no le aclaraste que yo debía ser una de tus prioridades. ¿No era una señal notable el que pasé todas las navidades con una de tus amigas? Si no hubiera suficiente daño en esta familia yo hubiera estado cenando acá.
El comedor se llenó de un silencio ensordecedor, nadie emitía sonido alguno. Lana rodó sus ojos, se dio media vuelta y se retiró del lugar, no sin antes decirle a Lindsay que no la quería ver de nuevo en su casa. Pasaron al menos dos minutos en los que mi padre y mi hermana parecían perdidos en sus propias mentes, yo no sabía cómo sentirme, seguía estando triste y molesto, pero a la vez sentía como si me estaba comenzando a liberar de un peso que había cargado durante muchísimos años.
—Oficialmente los dos quedamos sin madre —dijo Lindsay—, espero que eso logre unirnos.
Por primera vez desde que la locura había estallado a mi alrededor esa noche logré reírme, ella logró contagiarse y aunque parecía un gesto cruel luego de todo lo que había pasado papá no hizo nada para reprocharnos. Harvey Wright estaba inmóvil, sin embargo, su mandíbula parecía que podía partirse en cualquier momento debido a la fuerte presión que le estaba ejerciendo. De un momento a otro parpadeó varias veces y volteó a verme, yo ya estaba dispuesto a irme del lugar y él pudo notarlo.
—No veo prudente que te vayas —dijo luego de dar un suspiro.
—Tampoco veo prudente el quedarme en una casa donde ya se aclaró que no soy bienvenido.
—Si tú te vas yo me voy contigo —advirtió mi hermana—, no me vas a dejar con este problema a mí.
—Voy a solucionar esto, no se vayan de la casa ninguno de los dos —terminó diciendo mi padre para luego perderse por las escaleras a buscar a Lana.
—Ganas de irme no me faltan, pero mi camioneta está en casa de Gianna —respondí cuando ya él no podía oírme—. Me iría al patio pero no ando vestido para soportar tanta nieve, aunque no sería tan mala opción congelarme y desaparecer.
—No seas idiota, vamos a mi habitación y luego veremos qué pasa.
Sin protestar mucho seguí a Lindsay hasta la cocina en donde recolectamos varias golosinas navideñas y algunas botellas de agua, ella repetía sin parar que nuestra nochebuena no se iba a arruinar más de lo que ya estaba. Cuando transitamos el pasillo de las habitaciones pudimos percibir gritos indistintos que provenían de la habitación de mi padre y Lana, mi hermana abrió su habitación y una vez que atravesé la puerta ella decidió pasarle el seguro.
Habían pasado al menos siete años desde la última vez que había entrado allí, atrás había quedado la habitación rosa y llena de muñecas y juguetes. En su lugar había paredes color lavanda, algunas plantas que colgaban en una esquina y varios libros acomodados en una biblioteca. Había una gran ventana que permitía ver hacia la piscina, un escritorio blanco al lado y varias fotos de cantantes pegadas a la pared.
—Puedes ponerte cómodo, si quieres podemos ver una película. —Ella se quitó las botas de tacón que cargaba, combinaban a la perfección con su pantalón negro de cuero y su suéter gris de algodón—. ¿Qué esperas para acostarte conmigo?
—Te voy a acompañar pero no me apetece ver una película. —Me quité los zapatos y me acomodé a su lado, ella abrió una bolsa de galletas y comenzó a comer—. ¿Por qué te enfrentarse así a Lana?
—Porque me estaba lastimando la manera en la que te estaba tratando, claro que capaz pienses que eso es imposible porque igual la mayoría del tiempo yo misma te trato mal.
—Exactamente.
—He pasado diecisiete años de mi vida adoctrinada por Lana Wright, siendo enseñada a cómo comportarme y actuar en cada momento de mi vida —relató viendo a la nada—. Me habló mal de ustedes desde siempre, me contaba lo perjudiciales que podían ser y me recalcó en cada instante que no podía considerarlos hermanos.
—Pero si vivimos juntos hasta hace cinco años, siempre estuve contigo. —Ella dejó las galletas en la mesa de noche—. Jugaba contigo cuando eras una niña, nunca te hice nada malo para que le creyeras a tu mamá.
—De niña muchas veces le creía, pero el odio no es algo que cale a tan temprana edad, por eso aunque peleáramos siempre estaba contigo. Con Nathan era diferente porque nos veíamos muy poco y nunca desarrollé un lazo con él, he llegado a pensar que no me quiere en lo absoluto y no lo culpo.
—Es cierto que la relación de ustedes es más lejana, pero considero imposible que no te quiera Lindsay.
—Cuando llegué a la etapa adolescente ya no estabas en casa, todo mi tiempo lo pasaba con mamá. Allí sus palabras comenzaron a entrometerse más en mi mente, y aunque suene cobarde quizás fue más fácil seguirle la corriente y ser una pequeña versión de ella. Muchas veces llegué a odiarlos de verdad, pero si pasaba el suficiente tiempo con ustedes notaba que no eran tan malos.
Ella quería llorar, notaba como a pesar de que intentaba parar el llanto sus labios temblaban. Una lágrima pintada de rímel se deslizó por una de sus mejillas y fue mi señal para abrazarla, ella se pegó mucho a mi cuerpo y siguió llorando. Agradecía llevar una camisa negra, porque el maquillaje de la chica se regaría por toda mi ropa.
—Era más fácil actuar como mi madre decía, evitarme regaños y solo seguir la corriente —murmuró aún pegada a mi pecho—. Pero ahora estoy cerca de la mayoría de edad y no sé quién soy, no sé a dónde quiero ir, estoy perdida.
—Encontrarás tu camino hermana, sin embargo, siempre estarás un poco perdida. Es parte del principio de la adultez que no sepamos bien lo que queremos, que dudemos de nuestros pasos o no sepamos en donde encajamos.
—Siempre pensé que te marcharías lejos una vez que te graduaras, amas viajar y ser libre. —Sorbió por la nariz y se apartó de mí, volviendo a su posición inicial—. Cuando conocí a Avery pensé que ella sería la que te diera un poco más de estabilidad, por eso no la trataba mal al principio, pensé que si ella se quedaba en tu vida no querrías marcharte.
—Igual no fuiste muy amable la última vez que la viste, te serviría enviarle un regalo de disculpas en su cumpleaños.
—Lo haré, ahora basta de hablar de mí. Sé que te sientes como la mierda y guardarte todo eso solo te dañará, créeme lo que te digo porque la mayoría del tiempo me he guardado lo que siento.
Era cierto que había decidido no callarme ante los malos tratos de los demás, a alzar mi voz en una casa donde siempre había sido sumiso y entender que no siempre se le podía caer bien a todo el mundo. Pero no había llorado, no había liberado el nudo en la garganta que me había estado torturando por al menos dos horas. Sentía que había llegado a mi punto de quiebre, no me permitía ser vulnerable con los demás, pero cuando Lindsay se abalanzó sobre mí el llanto comenzó.
Mi teléfono seguía apagado, quería olvidarme del mundo exterior. Permanecía encerrado en la casa que nunca sentí como un hogar, pero igual si salía de allí tenía miedo de que todos me miraran de forma diferente a como lo hacían antes. No sabía cómo actuar, me sentía minúsculo delante de un problema que lo único que hacía era crecer, me sentía observado aunque la habitación estuviese vacía. No podía hacer mucho más que seguir llorando, Lindsay no se apartó de mí en toda la noche y muchas veces acompañó mi dolor llorando ella también, no supe a qué hora nos dormirnos, lo que sí sabía era que había sido la peor noche de mi vida.
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Unexpected Love
RomansaAvery Cooper era una chica sentimental, pero le huía a los líos amorosos. A ella no le gustaba nadie, ni siquiera sentía un poco de atracción por algún chico. Samuel Wright lo tenía todo menos estabilidad, todo el mundo pensaba que él estaba bien, p...