«Sangre de Fuego».

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Su instinto le había servido de farol durante una década, siempre había acertado, era consciente de que el anciano que los había guiado tenía otras intenciones, y así era.

Un árbol mágico, si se lo hubiesen dicho antes de entrar en la Yuei, no creería nada, pese a ello, su mente se había abierto ampliamente, observó al anciano, sus ojos granates brillaban como un rubíe, tenuamente envejecido.

—¿Por qué es tan importante que entre en el interior de ese árbol?—el hombre pareció sopesar responderle, pero finalmente asintió.

—Joven—su voz era menos ruda ahora—este es el árbol familiar de los Izanagi.

Tora lo miró con sorpresa, ella le había dicho a su sensei que no quería pensar que era el centro del universo, pero todas sus acciones estaban movidas por un hilo mayor que la conducían siempre a sus raíces.

—Tu padre superó esta prueba hace más de tres décadas.

—¿Papá?—el anciano asintió.

—Sin embargo—el hombre se veía recitente—hay algo nuevo.

—¿De qué se trata?—Tora se acercó a él, curiosa por la nueva información. El anciano giró sus ojos hacia ella.

—No puedo garantizarte que saldrás con vida de ese lugar—ella alzó una ceja—después de todo ya hay más de treinta años que nadie se adentra a resucitar el árbol, seguramente el núcleo se haya olvidado a quien debe servir.

—¿Nucleo?

—El árbol tiene una sola misión, llenar de vida está tierra y servir a los Izanagi, con los que tiene una deuda eterna, si no fuese por ello, este pueblo no existiría.

—Usted dice—Tora miró a su sensei—¿que este árbol tiene voluntad propia?—el hombre de menor estatura asintió.

—¿Cómo puede ser eso posible?—Tora estaba realmente extasiada con la historia, siempre había sido alguien muy curiosa.

—Digamos que este árbol fue humano una vez.—profesora y alumna se sorprendieron ante ese descubrimiento.

—Entonces... —Tora fue interrumpida por el líder de la aldea, esta fue golpeada ligeramente con su bastón.

—Abriré el camino jovencita. —ella refunfuñó de malas formas.

—Está bien.

—¿Sin más? —el viejo la miró descolocado—¿no iinsistirás?

—Bueno, usted dice que debo cumplir con la prueba, supongo que las preguntas serán respondidas si entro.

—Acabo de decirte, que puede que mueras.—él parecía menos calmado ahora, Tora le sonrió entre dientes.

—¡No moriré!

El de cabello gris tuvo un recuerdo lejano, un joven algo más alto que ella, de cabellos rojizos, su sonrisa brillaba en aquel día, tanto como la de la joven en frente de él. Sus ojos brillaron al mirar el rostro de la muchacha.

—¡No esté triste!—él quiso reclamarle—¡Volveré pronto, ojii-chan!—cuando finalmente dijo eso, la vara brilló sin consentimiento abriendo el pasaje, para que la joven se adentrase en el árbol.

—Le dije que ella era suspicaz, Isamu-san.

—Su apariencia es igual a la de su madre—él comenzó a hablar—pero esa forma de hablar, su sonrisa, me recuerda a Nagi.

—No por nada es hija de ambos.

—Sí, así es, si es ella... —miró con nostalgia el árbol—puede que lo logre, tengo un buen presentimiento con la pequeña tigre.

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