«Prisión».

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Ella había sido deseada, rubia de cabellos largos y sedosos, que se deslizaban con soltura entre los dedos; ojos azules, tan azules como el cielo, mar o mineral que pudiese existir colocando una comparación; piel blanca, lisa, sin imperfecciones, suave; sus rasgos mixtos, cuencas almendradas, nariz redondeada, fina boca de suave color melocotón, ella era y es hermosa.

Una niña deseada, una niña que había nacido como cualquier otra, es por eso que no hallaba la razón por la cual se había convertido en alguien indeseado.

Reika era la niña de papá cómo muchas otras, el adulto le entregaba todo lo que pudiera necesitar, a pesar de ello no era caprichosa o avariciosa, después de todo sus padres se habían encargado de hacerle comprender el valor de las cosas, no solo objetos si no todo lo que la rodeaba.

Es por eso que ella no entendía la razón por la cual se convirtió en un objeto, ser humano sin valor pero usado por una razón, venganza.

Su madre era hermosa, madura, sofisticada, segura de sí misma, brillaba al caminar, de igual forma que los ojos resplandecía al verla.

Por eso Reika no había entendido, porqué en ese momento sus ojos ya no brillaban de la misma forma. Su madre había fallecido y ella era pequeña, tan diminuta como para mostrar con sus dedos cuantos años tenía, pero entendía, comprendía que su "mamá" había fallecido, lo supo cuando su boca se selló, mucha sangre se esparció debajo de sus pequeños zapatos blancos, sus favoritos porque mamá se los compró, porque papá se negó ese día. De la misma forma que ella se negó a pensar que su madre no abriría los ojos mirando al frente, mostrándole dos joyas brillantes.

Ella había sido deseada, pero ahora no lo era, por eso entendía el dolor de Tora.

Cuando Tora llegó a su pequeño refugio, el mismo que había sido creado para ella, pensó que era una niña hermosa, que seguramente había sido amada como ella, sin embargo, cuando la de ojos extravagantes clavó su atención en ella, comprendió la diferencia entre ambas, a pesar de que a las dos se le fueron entregados un surtido de caramelos para después arrebatárselos, la de cabellos extravagantes, poseía algo que ella no tenía, una meta.

Tora se movía para no morir, mientras que Reika deseaba de nuevo tener alguien que la amara.

¿Cómo dos niñas tan diferentes, pudieron hacerse amigas?

Reika era el sol que iluminaba la habitación, en cambio Tora era el rebelde cielo nocturno que se expandía a lo largo del infinito.

Porque Tora siempre correría, saltaría, volaría, siempre sería mejor que ella, porque la protegida del viento había nacido para ser amada, tenía un potencial que la contraria nunca tendría. Entonces pensó: ''¿Por qué ella puede hacerlo, pero yo no?''.

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