«Familia».

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Era irremisible no asumir la sangre que viajaba por sus venas, ya que de esa forma rehusaba su existencia. Ahora que era conocedora de la verdad, el resquemor de encontrarse con su destino, el cual parecía ser creado con un objetivo desconocido, bordaba los límites de su valor y su temor. ¿Su padre esperaba algo de ella? Si es así, ¿cuál seria su misión en el objetivo de su padre?

Estaba harta de que todos quisieran gobernar su vida. Por primera vez, quería dictaminar, sin el impedimento de otras personas, inclusive si eso significase contraponer a aquel que tuviese el arrojo de pararse en frente de ella. Las callejuelas no serían su forma de vida, las personas no marcarían su camino.

—¡Tora! ¡Presta atención!— el grito de Suzume resonó en sus tímpanos junto al impacto en la cabeza debido a la gran roca que fue lanzada hacia ella por la peculiaridad de la adulta.

—¡Podrías intentar no matarme!—replicó en un chillido la de cabellos magenta, mientras procedía a reincorporarse desde el campito verde. El mismo campo que había sido quemado tiempo atrás.

—Tú tienes la culpa por no estar concentrada—la señaló con su dedo índice—un héroe debe estar siempre alerta.—dijo la de cabellos rosados, Tora resopló, día tras día solía inculcarle una nueva norma.

—Siempre tienes una frase para todo.—le contestó agria la joven.

—Tu siempre tienes una contestación para todo.—replicó la mujer con sorna, la muchacha la miró irritada.
Incluso si no querían reconocerlo, sus personalidades chocaban por el mero hecho de ser tan parecidas.

Habían pasado una quincena desde aquella vez en la que su entrenamiento intensivo había comenzado, Tora seguía una meticulosa rutina; cuatro de la mañana inicio del día, a continuación desayuno rico en fibra, asistir en las tareas de la casa, entrenamiento de tonificación, agilidad, flexibilidad, control mental, y finalmente práctica. De esta forma, repitiendo el ciclo de las comidas y descansos, vivía una nueva rutina implantada en su rutina. Por alguna razón que Suzume desconocía, Tora se encontraba dispersa, la aspirante a héroe siempre tenía la mente en otro lugar, sus pensamientos parecían girar en torno a algo. Su tía había notado una costumbre de la adolescente, pasase lo que pasase siempre dirigía su mirada al cielo, siendo reflejado en ambas cuentas. Mientras la muchacha pensaba en el tiempo restante a su regreso, ya que tan solo quedaban dos días para regresar a la U.A.

Unas palmadas la despertaron de su trance.

—Bien, materializa tu quirck.—su tía procedió con su explicación, ella siempre comenzaba con una serie  de indicaciones para practicar con su peculiaridad—Recuerda; concentra, imagina, dale forma, intensidad, poder, color y finalmente crea.

Tora asintió, y procedió a cerrar sus ojos; un fondo negro apareció en su mente, imaginó un lucero de tamaño medio, como si de acuarelas se tratasen y un pincel se hayase entre sus dedos aplicó un color azulado como el cielo que tanto la tranquilizaba y después dirigió esa imagen a su palma derecha. Notó como el calor entraba en contacto con su piel, saliendo a través de sus poros.
Creando así una llama de diversas tonalidades de azules, algo realmente especial a los ojos de Suzume. Un viento empezó a arropar a la joven.

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