«Violeta».

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—¡Mamá déjala! ¡Deja a one-chan!—su hermana mayor, Shiori, se encontraba apresada por las huesudas manos de su madre, observada con unas pupilas dilatadas y un atisbo de  agresividad  en sus ojos, estaba siendo estrangulada por la mujer que le dió la vida, era una cruel ironía. Tora sentía como sus ojos ardían de tanto llorar, no recordaba cuando comenzó su llanto, no recordaba cuanto tiempo llevaba su madre arrojando los objetos del dormitorio, y mucho menos cuando la violácea comenzó a sostener el cuello de su hermana mayor, sólo fue consciente del final de esa oscura situación, escuchó un segundo llanto, el cual detuvo el de Tora, la mujer relajó su agarre y se paralizó; la de cabellos violáceos observaba a su alrededor desorientada, viendo como su hija mayor la miraba con terror, la más pequeña, Ai, lloraba sin consuelo, pero la mediana, nunca olvidaría sus ojos, esas dos cuencas de extravagante color magenta los cuales abrían la puerta del alma, un espíritu lleno de odio.

—Tú...—solo alcanzó a decir eso, no podía ni imaginarse porque esa mujer se encontraba en la habitación del hospital, ayudándola a reincorporarse, sin duda para su cabeza era completamente irónico e hilarante.

—Tora...—la mujer, con una temblorosa y dulce voz comenzó a llorar mientras sonreía con ilusión, muy a su pesar su hija en cambio la miraba con desprecio. Consciente de ello, detuvo el contacto, no quería que ella se enfadara.

—No me toques.—exigió la de cabellos rosados, no quería admitirlo pero estaba paralizada del miedo, ¿porqué ella estaba ahí? La mujer se apartó por completo ante su mandado, manteniéndose de pié en una distancia prudente según su criterio mientras observaba avergonzada al suelo, sorprendiendo levemente a la de cabellos rosados, ella se mantuvo  estática mientras que Tora sostenía con fuerza las sabanas que la habían cubierto todo el tiempo que estuvo inconsciente.

—Es lógico que reacciones así, seguramente no comprendas porque estoy aquí después de lo que te hice. También es completamente normal que no quieras verme, pero realmente necesito que me escuches.

—¿Escucharte? ¿Porqué debería malgastar mi tiempo en hacer eso?—sus palabras estaban llenas de frialdad, mientras que las de su progenitora eran suaves y dulces, llenas de melancolía.

—Porqué has salido herida por mi culpa, tus amigos han sufrido por mi culpa.—confesó ella, a lo que Tora se sintió más interesada.

—¿A qué te refieres?

—Antes de contarte sobre ello, necesito que escuches la verdad sobre mi estado, la verdad bajo las crueles acciones que cometí, que te dañaron directamente a tí, a tus hermanas, y a tú padre.—la de cabellos violáceos apretaba con fuerza sus manos, sentía que de nuevo se encontraba en la adolescencia, teniendo temor a ser regañada o juzgada, porque sí, estaba siendo juzgada por Tora.

Aware [E]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora