Cuando vives en las calles lo único que te protege, es tu astucia y la capacidad de resistencia que te permita tú cuerpo. Tora era conocedora de la oscuridad en los barrios bajos, su viento era lo único que permitía crear una coraza para alejar sus...
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Era de mañana, una espesa niebla cubría los alrededores, esa noche había llovido con gran intensidad, Aizawa y sus alumnos habían sido conscientes de la falta de Tora y Bakugō por la mañana, ambos salieron a hurtadillas de los dormitorios en medio de la noche después de la cena, por la mañana todos mostraban caras de preocupación y confusión al no ver la presencia de ninguno, pero ahora se encontraban ante ellos: Bakugō colgado con cadenas boca a bajo, la sangre yacía por sus ropas, miles de moretones yacían en su piel, su cara estaba completamente deformada por los golpes y sus ojos en blanco, a su vez Tora, se encontraba en el centro, tomando lo que parecía el papel protagonista para el villano; una cruz la sostenía, rodeando sus muñecas y tobillos, mostrando un color azabache casi imperceptible de lejos, todo su cuerpo estaba lleno de marcas, o por lo menos las que estaban a la vista. Las cadenas que rodeaban ciertos puntos del cuerpo de Tora parecían totalmente nuevas, y se encontraban manchadas de sangre, seguramente, pertenecientes a la muchacha, una cruz de metal era la que sostenía a la joven.
—Oh dios santo...—musitó casi en un sollozo Yaomomo, mientras juntaba ambas manos intentando cubrirse la boca.
—¿Quién ha podido hacer algo tan horrible?—pronunció Uraraka en un hilo de voz.
—¡Bakugō!—exclamó Kirishima yendo hacia él, el resto de la clase corrió detrás del pelirojo alarmados y gritando los nombres de sus compañeros, Aizawa se aproximó junto a él, el primero rompió las cadenas con su quirck, en un instante Todoroki llegó fundiendo las que retenían a Tora. Y ambos fueron sostenidos por los brazos de sus compañeros, siendo colocados con cuidado en el suelo. El resto de la clase se acercó haciendo un corrillo, Aizawa se colocó en cuclillas analizando sus heridas, comprobando su gravedad.
Kirishima estaba frustrado, una vez más dañaron a su amigo y él no había podido apoyarle. A su vez, Todoroki, el cual seguía manteniendo una relación incómoda con Tora por su última pelea, sentía que le habían arrancado las entrañas, él siempre quiso apoyarla, estar a su vera, le prometió que le ayudaría la próxima vez, y una vez más, él había perdido contra un villano, faltando a su promesa. Llevó un puño al suelo, golpeando con fuerza.
—¡Maldición!—fue como un susurro, un hilo de voz que era tembloroso, doloroso—¿Por qué tiene que ser ella siempre?—todos miraron a Todoroki con pena, comprendían sus sentimientos. Tora parecía ser un imán de problemas, y no querían que ella fuese dañada una vez más por algún loco entrometido de la liga de villanos o cualquier otro sujeto.
—El culpable—habló Aizawa, todo clavaron su atención en él—es un demente, en todo su significado, tiene unos gustos concretos. Lo mueve algo mucho más grande que el simple deseo de matar o hacer daño. El ojeador nocturno quiso dar un mensaje.
Mientras que el viento acechaba se podía oler un intenso aroma a ceniza, los ojos de los dos héroes profesionales y el grupo de la clase A se posaban en la cruz improvisada en la cual se había encontrado la muchacha de cabellos rosados, ambos malheridos, fruto de una posible batalla ferviente y en el abdomen de la muchacha un mensaje; «El pájaro que perdió sus alas será enjaulado, mientras que la bestia reposará con calma. Yace aquí la venganza hacia la Yūei.»