1 - La gran pelea

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- Danny - así me llamaban todos - ve con tus hermanos Jace y Luke a darle las condolencias a tus primas.

- Madre... pero si no las conozco - dije mirándolas fijamente para luego pasar mi vista a mis tíos Aemond y Aegon los cuales no dejaban de mirarme.

- Estarán encantadas de conocerte, princesa - dijo entonces un hombre alto e igual de rubio que mi madre, mi abuelo y yo, símbolo inequívoco de la sangre Targaryen.

- Daemon... - a madre le cambió el rostro - Daemyra, te presento a tu... tío Daemon - casi no lo miraba a la cara; definitivamente se portaba de forma muy extraña.

- Danny - le corregí - me llaman Danny.

- Encantada princesa Daemyra - hizo caso omiso a mi corrección provocando que pusiera mis ojos en blanco - ¿me dejas un momento conversar con tu madre?

Fui hacia mis primas Baela y Rhaena con las que ya estaban mis hermanos los cuales aunque no hablaban con ellas, les habían dado las manos en señal de apoyo.

A lo lejos vi como mi madre y Daemon intercambiaban apenas unas palabras, ella estaba seria y él también, para luego venir de nuevo hacia nosotros.

- ¿Habéis visto a vuestro padre? - preguntó - Bueno, id a la cama. Ya.

- Pero madre... - quisimos rebatirla pero no nos dejó opción - vale...

Fuimos por los pasillos del castillo hasta las habitaciones que se nos habían asignado, dejé a Jace y Luke entrando en la nuestra pero entonces cuando fui a entrar yo, vi a Aegon andando haciendo eses por el pasillo sin llegar a ubicar su puerta.

Puse los ojos en blanco; siempre igual.

Aegon y yo éramos los mayores, entre ambos habían pasado un año de diferencia, de tal forma que él tenía 16 y yo 15. El resto si que eran algo más pequeños, teniendo Hel y Aemond 14 y 13, y mis hermanos Luke y Jace 12 y 9.

Todos vivíamos en la Fortaleza Roja y aunque a nuestra manera, podía decirse que éramos una familia. Un poco desestructurada, pero una familia al fin y al cabo.

Aunque últimamente no estábamos bien; los rumores de que mis hermanos eran bastardos de Harwin Strong debido a su pelo moreno no dejaban de resonar por el castillo e incluso en más de una ocasión en alguna pelea entre mis hermanos y mis tíos.

Aunque al principio no le di demasiado peso a esos rumores, madre acabó confirmándomelo hacía unas semanas, justo antes de que este mismo partiese para Harrenhal, y me hizo prometerle que no se lo diría nunca a mis hermanos.

Seguí a Aegon, pues seguía sin ser capaz de tenerse en pie, y cuando al fin le puse su brazo sobre mi hombro, este encima se enfadó.

- ¿Qué cojones haces? Voy bien - ni siquiera se le entendía.

- Vamos Aegon, si tu madre o tu abuelo te ven, te vas a buscar un problema.

Abrí la puerta de su habitación y lo tumbé en la cama como pude. Iba a salir de allí, pero en el fondo, por mucho que lo detestaba, me preocupaba dejarlo en aquel estado.

Llené la tina que había en la habitación con agua helada y como pude, conseguí meterlo en ella casi a empujones para que al menos la borrachera se le bajase un poco.

Tardó unos minutos en actuar, pero de nuevo allí estaba.

- ¡QUÉ COJONES HACES DAEMYRA! - sus labios se tornaron violetas del frío, su pelo se pegaba en su frente y la ropa, ahora empapada, se pegaba a su cuerpo.

- Bajarte la mona que llevas encima, jodido borracho - estaba frente a él con los brazos cruzados en mi pecho.

Se puso de pie como pudo, dejando a la vista como la camisa de lino blanco que llevaba ahora era totalmente transparente y se pegaba en su torso - el cuál hasta ahora no había reparado en lo musculoso que era - y sus pantalones se pegaban a sus piernas como si de una segunda piel se tratase.

El poder del fuego |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora