22 - El regalo

3.9K 409 37
                                    

Aemond había vuelto al fin de Antigua de ver a mi otro tío Daeron, y no fue hasta que lo vi entrar por las puertas de la Fortaleza, que fui consciente de lo mucho que lo había echado de menos.

Por supuesto no dio ningún gesto que hiciera pensar que él también me había echado de menos, de echo pasó de largo cuando me vio en el jardín.

Fui a ver a madre cuando al fin se encontraba bien tras el parto; el rey estaba esperando a que estuviera recuperada para hacer una fiesta en honor a su nuevo nieto, "Aegon el menor", como le iban a llamar.

- Es hermoso - dije mientras lo tenía en brazos.

Su pequeña cabecita era rubia platinada como la mía y su pequeña manita agarraba mi dedo como si le fuera la vida en ello.

- Si que lo es - dijo madre mirándonos - me recuerda mucho a ti cuando eras un bebé.

- El abuelo quiere hacer una fiesta en su honor, ¿te lo ha dicho?

- Si y tras ella, vendrá el día del nombre de Aemond. ¿Lo has pensado ya?

- ¿El qué? - quise hacerme la tonta.

- Con quien te casarás - su tono era algo así como "obviamente".

- No lo sé mamá - y cada día lo tenía menos claro.

- ¿Puedo darte mi opinión?

- Me la vas a dar aunque no te la pida - puse mis ojos en blanco.

- Creo que Aemond sería el candidato perfecto, ¿sabes?

Aquello me hizo sonreír aunque por otro lado inevitablemente me hacía pensar en Aegon.

- ¿Por qué? No hay nadie más antisocial que él en este reino - dije poniendo mis ojos en blanco.

- Bueno, no disimules conmigo que te agrada. Pero piénsalo; es estudioso, muy habilidoso con las armas, domina el dragón más grande de Poniente... y se ve que tú también le agradas. En dos semanas es su día Danny, tarde o temprano tendrás que tomar una decisión.

- Soy consciente de ello, madre - empezaba a ponerme nerviosa.

Salí en dirección a mi habitación, iba a cambiarme para la cena que hacíamos en familia aquella noche y no sabía bien por qué pero quería ponerme tan guapa que Aemond no tuviese más remedio que pararse a mirarme.

Llegué y todo estaba oscuro, por lo que fui directa a encender algunas velas para iluminar la habitación. No fue hasta entonces que reparé en la sombra que había en el sillón al lado de la chimenea que presidia el centro de la estancia.

- ¿Qué haces aquí?

- Es obvio que he venido a verte.

- Ya me has visto fuera y no te has percatado de ello.

- En lo absoluto; por eso estoy aquí.

Aemond se levantó del sillón y se colocó frente a mí, posando sus fuertes manos en mis caderas, acercándome a él pero sin llegar a besarme. Era tan diferente la relación que teníamos Aemond y yo a la que tenia con Aegon...

- ¿Me has echado de menos? - levantó una ceja

- Para nada - mentí.

Me acercó un poco más, su pecho y el mío estaban separados solamente por la tela de nuestras ropas.

- Mentirosa - sonrió esta vez sin ocultarlo como siempre hacía mientras sacaba algo del bolsillo de su pantalón.

De su mano salió un colgante con un pequeño zafiro azul, del mismo azul que él tenía en el zafiro de su ojo. Me quedé totalmente sorprendida mirándolo a él y al colgante.

- Te he traído un presente.

- ¿A mí? - pregunté realmente extrañada - ¿por qué?

- Los regalos no se cuestionan, sobrina, se aceptan - me susurró en valyrio.

- ¿Me lo pones?

- Date la vuelta - ordenó

Sentí sus frías manos mover mi pelo hacia un lado mientras colocaba el colgante. El roce de sus dedos ponía mi piel de gallina. Me giré para mirarlo y este lo hizo primero a mis ojos y luego al colgante que ya caía sobre mi cuello, perdiéndose en la unión de mis pechos.

No esperé más y me acerqué dándole un leve beso pues llevaba deseándolo desde que lo había visto volver.

- Gracias - contesté después del beso - me encanta.

Él no contestó, se limitó a acercar de nuevo mi cuerpo y besarme esta vez siendo más largo y profundo. Buscó mi lengua que lo recibió dispuesta, y tiró de mí para que me sentase sobre él en aquel sillón donde había estado sentado esperándome.

Me senté sobre él y Aemond por su parte comenzó a desabrocharme el vestido con agilidad, cayendo pronto por mi pecho y dejándolo libre de tela. Aemond miró fijamente el zafiro azul, que ahora recaía entre mis pechos mientras con una mano amasaba mi pecho y me robaba jadeos de placer. Le quité su parche y acaricié la cicatriz de su cara antes de acercarme de nuevo y comerle la boca sin contemplación.

- Confío en que el regalo te ha gustado - susurró a la vez que quitaba su camisa y dejaba expuesto ante mí su pecho - porque por los dioses que a mí me encanta cómo te sienta.

Chupé su pezón provocándole un gruñido y que elevase sus caderas inconscientemente. Me levanté para dejar caer mi vestido y antes de volver a sentarme encima de él, aproveché para arrodillarme y quitarle los pantalones.

- Quédate así - dijo con la voz ronca cuando me vio arrodillada y su pantalón comenzaba a bajar por sus piernas.

Entendí lo que quería y se lo di, en ese momento no había nada que pudiera pedirme que no se lo hiciera.

Metí su miembro en mi boca y él echó su cabeza hacia atrás jadeando y mordiéndose los labios. Paré para ponerme encima de él y sentirlo como mi cuerpo me pedía.

Colocó sus manos en mis caderas para moverme y yo me dejaba mecer por sus fuertes manos; el zafiro no dejaba de golpear mi pecho en cada embestida.

Él tomó la pequeña piedra que caía una y otra ve entre mis pechos y sonrió.

- Ahora tienes algo de mí siempre contigo, en tu pecho - susurró con voz ronca mientras seguía moviéndome.

Terminamos entre gemidos, jadeos y sudor; entre besos y caricias. Aemond no abrazaba pero aquella noche si lo hizo y yo me sentía tan arropada que podría dormir en su pecho cada noche.

- Por mucho que me encante tenerte así - susurró mientras me acariciaba la espalda - tenemos una cena en familia.

- Lo sé - susurré sonriendo - pero no quiero moverme.

Me levanté contra mi voluntad y comenzamos a vestirnos en silencio pues seguro nos estarían esperando. Antes de salir, Aemond se dio la vuelta mirándome.

- Daemyra, quiero que seas conmigo con quien te cases. Piénsatelo, porque voy a pedir tu mano en dos semanas.

El poder del fuego |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora