11 - La vuelta a Desembarco

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Había salido dirección a pozo dragón para ser el primero en recibirla; pero por supuesto mi querido hermano Aemond no iba a consentirlo.

- Ser Errik, no deje que se escape - escuché que le gritaba mientras yo corría por los pasadizos de la Fortaleza.

- ¡Aemond, déjame en paz! - grité aunque sin dejar de correr.

Iba por las calles de la capital y cada vez veía más cerca la entrada a Pozodragon cuando Aemond me aplacó tirándome al suelo.

- ¿Crees que vas a ser el primero en recibirla? No tan fácil, hermano - me decía sin dejarme moverme en el suelo.

- ¡Suéltame Aemond! Sólo quiero verla antes de que llegue a la Fortaleza - intentaba soltarme de su agarre inútilmente, estaba de espaldas a él y no podía hacer nada.

- No voy a dejar que tu cara sea lo primero que vea, hermano.

Conseguí soltarme de su agarre y volví a correr aunque de nuevo me aplacó; incluso le escupí para que me dejase ir; en vano.

- ¡Te dije que me importaba una mierda lo que sintieses por ella! - me gritaba mientras me levantaba del suelo.

Le tomé el rostro entre mis manos para que me mirases a los ojos.

- Lo haces porque sabes que ella me prefiere a mí; siempre lo hizo cuando eras un puto imberbe y temes que lo haga ahora que eres un puto tuerto.

- Ser Errik, llévatelo - ordenó mientras me sostenía la mirada muy serio - la recibiremos en la puerta de la Fortaleza; como debe ser.

*

- ¿Estás nerviosa? - me preguntó Jace mientras íbamos llegando a la Fortaleza.

Habíamos venido todos en nuestros dragones y ya los habíamos dejado al cuidado en pozo dragón, por lo que el camino en carruaje hasta la Fortaleza sería tan sólo de minutos.

Mentiría si no tenía un leve pellizco en el estómago de pensar en ellos. ¿Cómo serían? ¿Se acordarían de mí? ¿Serían guapos?

- En absoluto - mentí.

Luke sonreía hablando por el camino con Rhaena y Baela mientras Jace estaba algo pensativo.

- ¿Y a ti que te pasa? - pregunté intrigada.

- Me pone nervioso volver...eso significa que volveremos a estar en el punto de mira de todos.

- ¿A qué te refieres?

- A que tu pelo es platinado y el nuestro moreno; a eso me refiero.

- Si alguien osa faltaros el respeto, hermano, cortaré su lengua.

- La cortaré yo mismo - intervino Jace - pero eso no significa que no me deje nervioso.

Pronto el carruaje frenó y comenzaron a decir nuestros nombres en alto, dejando el mío para el final.

Aquella mañana me había puesto mi traje de montar favorito; se pegaba a mis curvas perfecto y dejaba mis dos atributos bien marcados gracias a su escote en forma de V. Algunas cadenas entrelazadas por mi abdomen en forma de dragón les daba el toque original.

- La princesa Daemyra Velaryon, heredera al trono.

Bajé del carruaje y allí estaban todos.

Siete infiernos; Aegon y Aemond estaban mil veces más atractivos de lo que lo había podido imaginar.

Me miraban con sus ojos inquisidores e incluso sin ni siquiera disimular pasar sus ojos por todo mi cuerpo deteniéndose quizás demasiado en la zona de mi pecho.

Era notable que todos allí habíamos crecido.

Pero como siempre, tuvieron que estropearlo cuando rieron al escuchar la palabra "Velaryon" tras los nombres de mis hermanos; incluso pude leer en sus labios "bastardos".

- Si tenéis algún problema con mis hermanos - dije dando un paso al frente y haciendo que ambos pusieran en firme su espalda - lo tenéis conmigo.

- Sobrina, cuánto tiempo - dijo cortésmente Aemond.

- Veo que los años han pasado, pero seguís igual de imbéciles.

Pasé de largo entre ellos y me uní a mis hermanos que estaban algo más adelantados que yo.

El rey y la reina nos esperaban en el gran salon de celebraciones, con la mesa llena de comida, bebida y música.

- ¡Mis nietos! - gritó con júbilo el rey - venid que os vea. ¡Dioses Jacaerys, eres literalmente el doble a cuando te vi por última vez!

Madre y Daemon estaban sentados junto a Alicent, mientras hablaban del embarazo de mi madre.

- Mi querida Danny, ¿qué tal estás? - Me preguntó mi abuelo cuando terminó con Jace y Luke - ¿Te las han hecho pasar difíciles estos dos diablos?

- Nada que no haya podido controlar - sonreí viendo de reojo como cierto par de hermanos no quitaban su mirada de mí y de mi cuerpo.

- Esta noche daremos una fiesta en vuestro honor y por el futuro del reino; mi querida hija vuelve a estar embarazada y mi sobrina pronto se desposará; hay que celebrarlo.

- Que gran idea querido - aprobó la reina.

- Hm - Aemond seguía igual de expresivo que lo recordaba.

Estaba incómoda y quería darme un baño y cambiarme de ropa para aquella fiesta que prometían; así que decidí ausentarme para ello.

Llegué a mi antigua habitación; nada había cambiado y aquello me tranquilizó en cierta medida. Los años habían pasado pero aquel seguía siendo mi lugar seguro; mi templo.

Prepararon la tina con agua caliente y me deshice del traje para meterme en ella.

Estaba sumamente relajada con mis ojos cerrados y casi dormida cuando alguien susurró:

- Casi tan bella a como te recordaba.

Me incorporé de un salto en aquel momento. Aegon estaba frente a mí sonriendo solo que cuando me vio salir de la tina llena de espuma y por supuesto desnuda, su expresión cambió a una más oscura y rebosante de intenciones.

- Maldito tarado, ¡casi me matas del susto! - dije volviendo a entrar en la bañera para taparme.

Era algo idiota; él había sido la única persona que me había visto desnuda y con la única que había hecho algo más que besos; y sin embargo ahora me daba vergüenza que pudiera verme.

- Yo también me alegro de verte, sobrina - se colocó donde tenía mi espalda apoyada.

- Fuera de aquí Aegon, si alguien te veo o te escucha...

- ¿Cuál sería el peor de los casos? ¿Que me casaran contigo? - hacía como que pensaba - oh espera...

- Lo digo en serio, no quiero problemas, no llevo ni 24 horas.

- ¿No te alegras de verme? - insistió.

- No me alegra que sigáis llamando a mis hermanos bastardo.

- Son simples detalles sin importancia - dijo arrogante.

- Gilipollas - salí y me puse mi albornoz bajo su atenta mirada - ahora si, ¡fuera!

- Te veré esta noche, sobrina mía - me guiñó un ojo antes de salir por el pasadizo.

Habían pasado cinco años, pero lo que había pasado entre nosotros no estaba muerto; al menos para mí.

Había dejado mi estómago hecho trizas de sólo tenerlo cerca y desear que me besara pero no iba a permitir que lo llamasen bastardos porque...la primera bastarda era yo.

¿Y si todo cambiaba y no me aceptaban cuando lo supieran?

El poder del fuego |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora