83 - Vientos de guerra (II)

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El silencio fue atronador y sólo se escuchaban mis tacones repicando alrededor de Cassandra en el salón. Jacaerys posaba su mirada de su futura ex mujer hacia mí, una y otra vez buscando una explicación aunque esta aún no llegaba. Miré de reojo a Alys que a pesar de todo parecía divertida, con gesto serio pero una leve sonrisa hacia un lado.  Aegon seguía inmóvil y de pie, al lado de mi trono mirando a su hermana Helaena quien no ocultaba su asombro.
Sabía que para Aegon, la felicidad de su hermana era importante aunque quizás nunca lo expresara lo suficiente y saber que por fin lo sería con mi hermano, el cual estaba dispuesto a ir a una guerra por ella, le hacía sentirse bien.
Sabía que la adoraba aunque nunca lo reconociera a viva voz.

- Eso es una calumnia, mi alteza - se defendió Cassandra después de tranquilizar su llanto - se lo juro.

- ¿Estás llamando mentirosa a tu reina? - el tono de Aegon era de un enfado contenido. Bajó lentamente los escalones del trono, mientras formulaba aquella pregunta hasta quedar frente a ella - eres demasiado temeraria.

- No sé quien os dijo tal mentira, altezas - volvió a sollozar - pero os juro que amo al príncipe y que este es su hijo.

Jacaerys seguía en silencio. Sabía que en ese instante estaría en un debate interno sobre a quien creer.

- Nadie me lo dijo - me puse también frente a ella y al lado de mi marido - te escuché decirlo de tu propia boca. ¿Vas a negarme también que lo hablasteis en Pozo Dragón, con Alys?

Entonces por fin ella comprendió que estaba acorralada y que su mentira estaba viendo el final. Miró con ojos suplicantes a Alys, supongo que en búsqueda de alguna palabra o gesto que la ayudase en una situación sin retorno como la que se encontraba.

- Cassandra... ¿es cierto? - preguntó mi hermano al fin, reaccionando.

- Yo... yo... - gimoteaba - No podía soportar que me dejaras, Jace - se puso a su lado e intentó tomarle de la mano aunque lo único que consiguió fue que Jace la apartara de un tirón, rehusando su contacto - yo si me enamoré de ti en estos años, Jacaerys, y no soportaba que me dejaras por ella ahora que estábamos bien...

- Eres demasiado retorcida - siseó mi hermano - de todas... todas las acciones que podría haber imaginado de ti, esta - se volvió hacia ella que lloraba desconsolada y le señaló su vientre embarazado - es la más cruel que se me ocurre.

- ¡Ella me dijo que lo hiciera! - gritó señalando a Alys - que sólo así te mantendría a mi lado.

Miré a la esposa de Aemond quien seguía en silencio. Para sorpresa de todos, caminó desde su lugar hasta donde estábamos, con su caminar altivo y moviendo sus caderas acompañado de una sonrisa ladeada.

- Querida, jamás te dije tal cosa.

No podía creer cómo la negaba delante de todos cuando yo misma las escuché. Ella pareció adelantarse a mis pensamientos pues antes de que pudiera si quiera hablar, ella continuó.

- Tú solita quisiste dejarte embarazar... yo sólo te di una idea.

Las puertas del salón que estaban cerradas hasta entonces para que nadie fuese testigo de aquella reunión se abrieron de par en par. Aemond apareció a los pocos segundos acompañado de un señor mayor que desconocía.

- Que suerte la mía al encontraros a todos reunidos.

Comenzó a andar por el gran y largo pasillo con su forma de andar tan malditamente característica junto al hombre. El rostro de Alys se contrajo en cuanto estuvieron lo suficientemente cerca como para reconocer los rostros, aunque yo a ese hombre seguía sin conocerlo en absoluto.
Aemond llegó hasta nosotros, serio y mirando hacia Aegon. Mi marido dio un paso adelante, reduciendo la distancia entre ellos sin hablar.

- Altezas - susurró Aemond cuando nos vio - hermano, sobrina - se reclinó levemente.

Aegon dio un paso más adelante. Ambos se miraban serios como si estuvieran a punto de sacar sus espadas al aire. La última vez que se habían visto, Aegon le había exigido que saliera de la Fortaleza tras la acusación que Alys había abordado de él, aunque sabía que aquella discusión a mi marido le había pesado todos estos días en su conciencia.

En el fondo ambos sabíamos que Aemond no hubiese nunca atentado contra Helaena y contra mí, pero la rabia y el dolor nos hacía querer tener al culpable de todo aquello.
Entonces Aegon alzó sus brazos y Aemond, aunque al principio dudó, acabó cediendo al abrazo que mi marido había iniciado. Me emocionó ver que en el fondo y a pesar de ser tan diferentes, se querían muchísimo.
A su extraña manera, pero lo hacían.

- Traigo lo que os prometí, mi reina - dijo Aemond tras terminar con Aegon - este hombre fue quien le vendió a Alys el veneno que mató a tu madre, nuestra hermana.

- Así es, altezas - el hombre parecía asustado - soy un simple alquimista, ella me pidió un veneno en específico y yo simplemente se lo hice - le temblaba la voz - nunca imaginé que sería para atentar contra la reina.

- ¡Viejo imbécil! - gritó Alys antes de que los guardias la apresaran por ambos brazos - ¡te pagué por tu silencio!

Me fui directa a la esposa e Aemond e hice lo que llevaba tanto tiempo reprimiendo. La bofetada que le di hizo que girase su rostro hacia el laso contrario e incluso su pelo danzó con el movimiento de su rostro. La tomé de la barbilla e hice que me mirase. Ya no había rastro alguno de sonrisa.

- ¿Quién te ayudó? No pudiste hacerlo sola - le murmuré en su cara, aguantando mis ganas de llevarla frente a mi dragón y calcinarla.

Y de pronto... una leve mirada de apenas segundos bastó.
Vi cómo dirigió por milésimas su vista a Cassandra cuyos ojos se abrían a la vez que su boca implorando perdón. Maldita Baratheon... debí haberlo sabido.

- ¿Ella le puso el veneno en la copa de mi hermana Helaena? - Aegon estaba conteniendo su furia pero sabía que no le quedaría mucho antes de explotar - ¡responde! - le exigió a Alys.

- Que os lo confirme ella misma - murmuró.

Jacaerys fue hasta Cassandra y la zarandeó de un brazo, con cuidado de no hacerle daño al bebé. Cassandra sólo hacía llorar mientras el resto de mi familia seguía procesando la información.

- ¿¡Quisiste matarla?! - le gritó mi hermano.

- ¡Me estaba robando a mi marido! - gritó la morena totalmente desquiciada.

Pero algo seguía dando vueltas en mi interior. Ignoré los gritos de ellos tras de mí y me acerqué de nuevo a aquella mujer.

- Mi copa cayó y nunca bebí de ella, pero... ¿por qué querías matarme?

- ¿Acaso no es obvio? - dijo con una sonrisa.

Aquella mujer, incluso sabiendo que iba a morir seguramente aquella tarde, seguía hablándome con total ironía y superioridad. Dioses, quería verla muerta ya.

- Ilumíname - respondí en el mismo tono irónico.

- Aemond recurrió a mí después de tu partida e incluso se casó conmigo por desobedecer a la reina Rhaenyra... pero fue saber de tu vuelta y no querer saber absolutamente nada de mí. Nadie juega con Alys Ríos - susurró.

- Y me temo que nadie más jugará contigo después de hoy.

Di media vuelta antes de volver a mi trono y sentarme de nuevo.

- Soldados - ordené - llevadlas ante mi dragón, en Pozo Dragón. A las dos.

Y así fue como entre gritos de súplica de Cassandra y Alys, di mi primera sentencia de muerte como reina.

El poder del fuego |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora