39 - El baile de máscaras (I)

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- Esas flores van mejor en este jarrón. 

Alicent amaba las fiestas y mi abuelo, a su manera, la amaba a ella; es por eso que siempre buscaba contentarla con alguna fiesta nueva que la tuviera ocupada las próximas semanas. Los pasillos se estaban adornando de flores silvestres y rosas rojas del color del escudo Targaryen por los compromisos que se celebraban. La casa Baratheon por supuesto también venía para que los novios se conocieran y se vieran en persona, algo que me tenía bastante nerviosa. ¿Y si a Aegon le gustaba? ¿Y si se acababa enamorando de ella? No sabría si podría soportarlo. Lo único que tenía en claro era que quería que en la fiesta de máscaras que habría aquella noche, él sólo tuviera ojos para mí; que ni siquiera supiera quien era la hija de ese Baratheon.

Para ello, abrí el baúl con los vestidos que a espaldas de mis padres, había mandado a hacer en los últimos meses. Aquella tarde pedí a mis doncellas que me hicieran un recogido basado en varias trenzas que se entrelazaran entre si mismas pero que el resto del cabello quedase suelto. Algunos rubíes rojos adornaban mechones sueltos. 

Cuando al fin habían terminado y me coloqué el vestido; las doncellas ni siquiera tenían palabras para describirme. El vestido estilizaba mi figura y se adaptaba a mis pechos y mi cintura como si de una segunda piel se tratase; dos finas tiras sujetas a mi cuello era lo único que mantenía el vestido unido a mi cuerpo. La máscara que había utilizado para el baile únicamente me cubría los ojos, pómulos y nariz y estaba compuesta de rubíes idénticos a los de los mechones de mi pelo con algunas piedras preciosas en color negro. De mi cuello además, lo único que colgaba como joya era el colgante con el pequeño zafiro que Aemond me había regalado.

 De mi cuello además, lo único que colgaba como joya era el colgante con el pequeño zafiro que Aemond me había regalado

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- Princesa... está preciosa - dijo una de mis damas - pero no sé si ese vestido es del todo apto para la celebración.

Aquello me hizo reír; me habían planificado la vida obligándome a casarme, no me planificarían también mis atuendos. Abrí la puerta dispuesta a salir cuando encontré a Aemond del otro lado, a punto de llamar. Llevaba un traje negro entallado de cuero, el suyo habitual, con la diferencia de que lucía su espada a la vista y su estandarte Targaryen con el ribete verde en su pectoral izquierdo. 

Por como me miró, supe que había conseguido el efecto deseado.

-¿Y tu máscara? - pregunté.

- La llevo siempre puesta - se señaló el parche, haciéndome reír. 

Alzó su brazo para que me agarrase a él y así nos dirigimos por los pasillos que empezaban a abarrotarse de gente en dirección al gran salón. En la puerta de este, mientras llegábamos pude de espaldas a nosotros, a cierta cabellera rubia ondulada, siempre con pinta despeinada y rebelde. Hablaba con uno de los señores de la casa MartelL, y mientras llegábamos a él, pude mirar detenidamente cómo iba vestido. Hoy había dejado a un lado los trajes anchos y que nada le hacían justicia a su cuerpo musculoso y trabajado por sus entrenamientos llevando uno bastante ajustado de tela negra; los pantalones se ajustaban perfectos a sus piernas y la chaqueta dejaba a la vista marcados sus bíceps y su musculosa espalda. 

- Hermano - dijo Aemond cuando llegamos a él - Lord Doran Martell. 

Aegon se dio la vuelta y casi tuve que contener el aliento para no caer allí mismo. La chaqueta se cruzaba en su pecho con pequeños engranajes dorados imitando a pequeñas cabezas de dragón y no se veía camisa alguna debajo por lo que daba por hecho que debajo de ella, no llevaría nada. Su máscara, sencilla y negra completamente, tapaba al igual que la mía sus pómulos y nariz y resaltaba espectacular con el azul cielo de sus ojos y el platinado de su pelo. 

- Si me permite, Doran - dijo Aegon - nos veremos dentro. 

Alzó su brazo para su sorpresa para que al igual que iba con Aemond, agarrase el suyo. Miré a mi prometido y este asintió levemente con la cabeza, por lo que me aferré a su brazo y entré del brazo de cada uno al salón, provocando la mirada de todos; en especial la de mis padres y mi abuelo. 

Fuimos paseando los tres por el ancho y largo pasillo hasta llegar a la mesa principal que presidía el gran salón. Sabía que aquella entrada me acarrearía futuras discusiones pero había decidido aparcarlo para otro momento. Me senté entre ambos hermanos, como venía siendo habitual desde que había llegado a Desembarco y mientras Aegon rellenaba mi copa de vino, Aemond me acercaba la tabla de quesos y uvas para que me apartara en mi plato. 

La mesa estaba sumida en silencio a pesar del bullicio del lugar pero pronto se rompió gracias a Luke y su ingenio. 

Aegon colocó su mano en mi muslo tras el gran mantel de la mesa y comenzó a trazar figuras con su pulgar en mi piel desnuda. Tuve que tragar de la copa de vino para soportar su contacto sin salir ardiendo de allí. 

Entonces Viserys se levantó y las puertas del salón volvieron a abrirse para dar la bienvenida a Lord Borros Baratheon, su mujer Elenda y su hija Cassandra, la prometida de Aegon. Anduvieron por el pasillo hasta llegar a nuestra mesa y sentarse frente a nosotros en nuestra misma mesa. Sentí mi bilis correr por mi garganta. Cassandra Baratheon era algo más alta que yo, esbelta y para mi pena, bastante guapa. Su pelo moreno caía por sus hombros y llegaba hasta su cintura y su vestido, de un amarillo apagado, tenía largas mangas que se iban abriendo tapando sus manos y cordeles en su abdomen. 

Aegon sin embargo, al notar que se sentaba justo frente a él, no sólo no quitó su mano de mi muslo, sino que lo apretó ejerciendo una leve presión sobre él. 

- Brindemos - alzó su copa Viserys haciendo que todos los demás tuviésemos que hacerlo y por consiguiente, Aegon quitara su mano de mi muslo - hoy es un día de dicha y celebración por los matrimonios próximos que se esperan en mi familia. Por un lado, se casa mi hija Helaena con mi querido nieto Jacaerys Velaryon; os deseo la mayor de las fortunas. Por el otro - y señaló ahora a Aegon cuya sonrisa era más irónica que real - mi hijo mayor, Aegon contraerá próximamente matrimonio con la bella Cassandra Baratheon; que esta unión nos beneficie en el futuro y os traiga la mayor de las alegrías.

La sala se inundó en aplausos que dieron comienzo al baile y la comida. Cuando todo el mundo había comido y bebido lo suficiente, la pista de baile se llenó de máscaras que parecían flotar entre las personas. Las había de todo tipo de colores, tamaños y formas; desde simples como la que llevábamos Aegon y yo, a algunas que incluso tapaban medio rostro, dando a más de uno un aspecto intrigante. 

- ¿Bailamos? - y no fue hasta que alcé mi rostro que vi como ambos hermanos tenían sus manos preparadas para mí.

El poder del fuego |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora