92 - Pentos (III)

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AEMOND

- Entonces, ¿tenemos vuestro apoyo?

Alcé mi mano esperando que el príncipe de Pentos, Nevio Narratys, también alzase la suya para cruzarla y cerrar el pacto. Miró detenidamente a Baela para más tarde volver su vista a mí.

- Tenéis nuestro apoyo. Las ciudades libres no luchamos en nombre de Desembarco y nunca lo hemos hecho pero... Daemon y Laena nos sirvieron de aliados todos los años que vivieron aquí. Es lo mínimo que debemos, luchar por él.

Habíamos llegado a Pentos aquella mañana y a pesar de su negativa al principio, tenía que reconocer que Baela había ayudado en la negociación recordando todos los favores que sus padres habían hecho por aquella ciudad durante su estadía aquí. Nos habían preparado una larga mesa de bandejas frutales y jarras de vino, pero mi cabeza sólo era capaz de pensar en volver y hablar con Danny. ¿Cómo le iba a explicar lo que había pasado? Ahora si que la había perdido para siempre, la conocía y sabía que en cuanto supiera lo que había pasado con su hermana, daría lo nuestro por acabado finalmente. Dejé a Baela hablando con Nevio y fui con Vhagar, a preparar su montura para salir esa misma noche.

- Me estás evitando, Aemond.

Opté por seguir con las riendas y el cuidado de Vhagar aunque bien sabía que Baela no se iba a dar por vencida tan rápida. Escuché sus pasos y como se colocó tras de mí; aun sin verla, podía olee su perfume.

- Prepara a Danzarina.

- No suelo acatar órdenes si quien me las dice ni siquiera se para a mirarme.

Cerré mi ojo y respiré con pesar antes de darme la vuelta a encararla. Era persistente como... joder como solo Daemon sabe serlo.

- Prepara a Danzarina - repetí mientras la miraba a los ojos.

Estaba enfadada.
A la mañana siguiente de la noche que habíamos pasado, cuando ella abrió los ojos yo ya llevaba despierto varias horas preparando a Vhagar. Para cuando llegó hasta donde me encontraba, simplemente le indiqué que me siguiera y monté en mi dragona evitando tener el menor contacto posible. ¿Por qué? Porque soy un jodido cobarde y ahora no sabía afrontar la consecuencia de mis actos. Porque me había dejado llevar aun sabiendo que me traería problemas. Y sobre todas las cosas porque, tal y como ya sabía, me estaba sintiendo totalmente desleal a Danny.
Aunque yo no tuviera que deberle ninguna, era un estúpido sentimiento intrínseco en mí desde el maldito jodido momento en el que me enamoré de mi sobrina.
Baela me miraba con sus brazos entrelazados en su pecho y haciendo ruido con su pie derecho el cual no dejaba de mover.

- Debí saber que te arrepentirías - dijo conteniendo la voz - pero supongo que no quise verlo.

- Prepárala, nos vamos.

- ¿No vamos a hablar de lo que pasó?

Quise girarme de nuevo pero ella me lo impidió. ¿Tan difícil era de entender que quería irme de aquel jodido sitio?

- Escúchame bien, Baela. No ha pasado nada, ¿de acuerdo? Ha sido una simple noche que vamos a olvidar.

Subí en Vhagar dándome la vuelta y montándome en la montura, terminando de revisar los amarres y mirando de reojo como Baela hacía lo mismo. En Pentos hacía un calor del infierno y tan sólo pensaba en volver a pasar el Mar Angosto para volver a sentirse como en casa.

- ¡Vhagar, vuela! - ordené.

Baela imitó mi orden con Danzarina y a los pocos minutos ambos estábamos sobrevolando las arenosas y cálidas tierras de Pentos, dirección de nuevo al Mar Angosto. Aquel sitio era como entrar en un microclima propio, pues en apenas unas horas habíamos pasado de un calor infernal a un cielo gris y encapotado, cubierto de nubes oscuras que prometían una tormenta.

- ¡Busquemos asilo en alguna isla! - grité para que Baela me escuchara entre los truenos que ya comenzaban a formarse a lo lejos.

- ¡Podemos llegar a tiempo si acortamos por allí! - gritó mientras me señalaba un camino y cambiaba el rumbo de su dragón.

Observé por donde señalaba y entré en pánico. Aquellas eran tierras Baratheon.

- ¡Baela, no! - arañé mi garganta con mi grito rezando por que me escuchara.

Las nubes habían oscurecido al sol por completo, el cielo se tornó negro y los truenos comenzaron a hacer efectiva su amenaza de lluvia. En apenas segundos una manta de agua caía sobre la superficie del mar y sobre nosotros mismo, dificultándome aún más mi visión.
Maldita sea, había perdido a Baela.
Comencé a gritar por encima de los estruendos pero no había rastro de ella. Nos íbamos acercando más a las tierras Baratheon y si seguíamos en ese camino, sería cuestión de tiempo que avisaran en Bastión  de Tomernas de nuestro vuelo sobre ellos.

- ¡Baela! - gritaba intentando ver por sobre mi dragona y bajo ella, en búsqueda de Danzarina Lunar.

Hasta que por fin vislumbré a lo lejos al dragón. Maldita sea, estaba tratando de esquivar malditas lanzas que desde tierra le estaban lanzando el ejército de los Baratheon. Ella buscaba salida pero sólo hacía acercarse más a tierra.

- ¡Baela no seas más temeraria, vuelve aquí! - grité tratando de llegar a tiempo.

Ella me vio y sonrió como solo una persona que te espera por demasiado tiempo puede sonreír. Estaba acercándome a ella; el viento era fuerte pero mi dragona lo era más.

- Mas rápido Vhagar - le pedí.

Estaba a punto de llegar a ella cuando entonces sucedió.

- ¡Aemond, cuidado!

Esquivé sin saber muy bien como una de las lanzas que tiraban los mejores arqueros desde tierra. Mi dragona gruñó en respuesta. Danzarina Lunar seguía nerviosa intentando esquivarlos y cuando casi las tenía, a ella y a su dragona, primero una lanza llegó por completo al cuello de Danzarina haciéndola caer de inmediato al mar y segundos más tarde una flecha atravesaba el pecho de Baela.

Lo siguiente que vi fue como el mar se tragaba sus cuerpos.

- ¡NO! - grité - ¡NO, NO, NO!

Vhagar notó mi miedo. Mi miedo y mi desesperación y comenzó a volar más alto, buscando cruzar el banco de nubes negras para despistarlos. Pero cientos de lanzas llegaron hasta sus alas, debilitándola y haciéndonos caer en picado. No sabía bien de dónde sacó las fuerzas mi dragona pues a escalos metros de caer en medio del mar furioso debido a la tormenta, consiguió remontar el vuelo lo suficiente para llegar a una isla en medio de la maldita nada. Llegamos y se dejó caer exhausta mientras yo caí en la arena dejando que las gotas de la tormenta que no cesaba, caía sin piedad por mi rostro.
Baela estaba muerta.
Danzarina Lunar estaba muerta.
Vhagar totalmente herida.
Y yo en medio de un islote que dudaba mucho si quiera que apareciera ni siquiera en los mapas.

Dioses, ¿cómo iba a salir de esa?

El poder del fuego |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora