31 - Amnesia.

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- Amnesia, mis altezas - dijo el maestre en aquella sala mientras todos lo mirábamos como si hubiese hablado en otro idioma ajeno a nuestro conocimiento - significa la pérdida parcial o completa de los recuerdos y la memoria.

- ¿Por un golpe? - preguntó Aemond.

- Mi príncipe, el cerebro humano es un misterio para nosotros; no sabemos nunca cómo puede reaccionar ante una situación complicada como es un golpe en el que además ha estado días en la inconsciencia.

Yo lo miraba y juro que tuve que retenerme para no golpearlo allí mismo. Alicent estaba abrazada a Viserys, el cual miraba serio y preocupado al maestre.

- ¿La recuperará? - pregunté.

- No podría decirle nada con seguridad, mi princesa. He estudiado casos en la ciudadela de pacientes que efectivamente la recuperan... pero no les voy a mentir - dijo mirando ahora a todos los presentes - no siempre sucede.

Alicent ahogó un sollozo mientras mi abuelo la abraza más fuerte, mi padre vino por mi espalda para abrazarme y yo me dejé; necesitaba su contacto. 
Helaena se veía afectada y Jace que pareció darse cuenta, la abrazó por unos segundos provocando el rubor de nuestra tía. Y Luke observaba todo con preocupación junto a nuestras primas Baela y Rhaena.

- Lo más importante - continuó - es no agobiarle con recuerdos o atosigarle para que lo haga. Dejad que su mente y su cabeza actúen solas. Mientras tanto y por todo lo demás, el príncipe está bien. Milagrosamente, pero está bien.

El maestre salió dejándonos preocupados y mirándonos unos a otros sin saber bien que decir. Deshice el abrazo que padre tenía por mi espalda, y salí de allí; de pronto sentía que me faltaba el aire.
Caminé hasta la habitación de él y entré, necesitaba verlo.

- ¿Cómo estas? - pregunté cuando llegué.

No era la única a la que no recordaba. Tampoco recordaba a Alicent, a Luke o a Daemon. Al menos que sepamos. Era frustrante tenerlo frente a mí, y ver que era él pero no sentirlo.

Él estaba despeinado sobre la cama; tremendamente apetecible. Tuve que hace de toda mi fuerza de voluntad para no dejarme caer sobre él y besarle como llevaba esperando todos estos días.

- Me duele un poco la cabeza, gracias... ¿me recuerdas tu nombre? - me miraba extrañado pero al menos ya se había hecho a mi presencia, no como cuando despertó, que me quitó de un manotazo de su lado buscando a Aemond y a mi abuelo.

- Danny - me senté algo cansada a los pies de su cama, a la vez que él se incorporaba y se sentaba dejando reposada su espalda en el cabecero de la cama. Su pecho estaba sin camisa y quizás miraba demasiado la musculatura de este y de sus brazos, algo que simplemente no podía evitar. Cuando me di cuenta de que él me miraba con una ceja levantada, cambié rápidamente el rumbo de mi mirada hacia la ventana.

- ¿No deberías no estar aquí, Danny? Resulta algo indecoroso para ti, no tengo ropa.

Sonrió de manera ladeada y yo sentí que me derretía. Era... pero no era mi Aegon. Dioses, ¿este era mi castigo por ser tan avariciosa y querer estar con los dos?

- Me da igual - volví mi vista a él sonriendo - ya te darás cuenta de como soy.

- Creo que me voy haciendo una idea - sonrió - Por cierto, recuérdame algo... ¿eras la prometida de mi hermano?

Aquella pregunta cayó como un jarrón de agua fría en mi cabeza. Tenía que empezar a acostumbrarme a que él no me recordaba y puede que nunca lo hiciera. Saberlo no lo hacía menos doloroso pero aún así, me había propuesto hacerlo recordar a como fuera posible.

- Soy tu sobrina, la hija de Rhaenyra - le dije levantándome y sentándome en la cama a su lado.

- Entonces debo de ser tu tío favorito para que estés aquí pendiente de mí.

- Bueno, te tengo en alta estima, si - dije sonriendo - pero no te lo creas tanto. ¿Puedo hacerte una pregunta?

Él me miró y asintió a la vez que seguía acomodándose y cubriéndose de cintura para abajo.

- ¿Qué es lo último que recuerdas?

- Es confuso - respondió - recuerdo estar en... la playa; en un entierro. Creo que es de Laena Velaryon.

Aquellas palabras se sintieron como miles de puñales. Entonces... entonces él no recordaba nada de lo que habíamos vivido... Las lágrimas se agolparon en mis ojos y tuve que salir de allí corriendo para evitar que Aegon me viese llorar; no quería agobiarlo más con mi presencia.

El agujero que sentí en mi pecho era tal que sentía que no podría respirar por el resto de mi vida. Mi piel y mi cuerpo temblaba por la ausencia de sus caricias, por haberlo tenido frente a mí y no haberlo podido tocar.

Y puede que nunca más pudiese hacerlo.

Aemond llamó a mi habitación cuando llegó la hora de la cena; yo no estaba preparada para encarar un momento familiar con un Aegon que tenía que recordarle a cada hora quien era yo y de qué lo conocía.

- ¿Vienes a cenar? - preguntó entrando con cuidado.

- No, muchas gracias - respondí fría.

Él salió pero al poco volvió a entrar con una bandeja con algo de fruta, un par de copas y una jarra de vino. Aunque lo miré seria, agradecí su gesto. Colocó una manta en el suelo, cerca a la chimenea que se encontraba prendida, puso en ella la bandeja y se sentó esperando a que yo hiciera lo mismo.

Me senté y tomé algunas uvas mientras miraba el fuego, esperando a que él cortase el silencio que había instalado entre los dos, pues yo no me veía capaz de hacerlo. Sentía que si hablaba, rompería a llorar.

- Sé que me odias - susurró mientras se metía una uva en la boca y miraba al fuego igual que yo - pero quiero que me des una segunda oportunidad.

- Sabes que todo esto es culpa tuya - susurré - pero nunca podría odiarte, Aemond.

Él me miró sorprendido, no esperaba esa respuesta.

- Eso no significa que no quiera matarte en este mismo momento porque por tu culpa, Aegon no me recuerde - maticé.

- Me lo tomaré como una segunda oportunidad - contestó con un atisbo de sonrisa.

Seguimos cenando en silencio hasta que se terminó la bandeja y entonces Aemond comenzó con el vino. No estaba segura de que fuese buena idea pero maldita sea, había estado en alerta tres días sin dormir, al lado de Aegon, y cuando se había despertado no la recordaba.

Necesitaba pensar en algo que no fuera en eso.

- La proposición que te hice... - dijo tras dar un sorbo a su copa - antes de que Aegon hiciera la suya... quiero que sepas, que sigue en pie. Quiero que te cases conmigo.

- Aemond...

- Quiero que lo hagas, Danny. Y sé que en el fondo, tú también lo quieres, aunque entre los dos, lo prefieras a él.

Y tenía que darle la razón, justo así era. Y no era algo que no hubiese pensado en estos días mientras Aegon no despertaba; yo al fin y al cabo debía de casarme y debía hacerlo ya. Me dolía en el alma pensar que mi oportunidad con Aegon se había perdido, pero no mentía si dijera que no me desagradaba en lo absoluto hacerlo con Aemond.

- Dejemos pasar unas semanas Aemond, sólo te pido eso. Si en unas semanas, Aegon no me recuerda... me casaré contigo.

El poder del fuego |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora