49 - La salud de Viserys (II).

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- Estaréis contentos - mi madre nos había reunidos a todos incluidos a mis hermanos Jace y Luke, mis hermanas Rhaena y Baela y a mis tíos Daeron y Helaena - mi padre, vuestro padre y abuelo, pero sobre todo vuestro rey, está en un estado de salud bastante deplorable por vuestra insensatez.

- Madre... - me negaba a que quisieran culparme de la salud de mi abuelo simplemente por buscar mi felicidad.

- Daemyra - mi madre me miraba seria. De hecho, nunca la había visto así - te dije que no lo hicieras. Te advertí que las consecuencias serían devastadoras. ¡Te pedí tu ayuda! Y te ha dado igual...

- Hermana - intervino Aegon - veo bastante injusto que sólo la culpes a ella cuando como ves, esto ha sido cosa de tres.

- No puedo creer, de veras lo digo, que hayáis cometido esta locura - susurró más para ella que para nosotros.

- Rhaenyra - intervino Daemon por primera vez desde que pisamos la Fortaleza - creo que sólo estás viendo lo negativo de todo esto.

- ¿Perdona? - mi madre se volvió de pronto hacia mi padre con la mirada enfurecida.

- Eso si que no lo esperaba - susurró Aegon en mi oído.

Aemond por su parte, apretó su mano con la mía; estábamos nerviosos, pero al menos, estábamos juntos. Mis esposos.

- No veo nada de malo en esto - nos señaló - si, quizás raro, pero, Aegon el conquistador lo hizo y nadie le replicó. Que los demás reyes no lo hicieran no quiere decir que no pudiera hacerse.

La mandíbula de mi madre iba a llegar al suelo. E incluso la mía. De los pocos apoyos que pensé en tener, en la lista jamás contemplé el nombre de mi padre.

- Daemon, ¡que se ha casado con los dos! - y nos señaló con la mano - ¿es que no lo ves? ¡Y mi jodido hermano ha dejado plantada a la hija de Lord Borros Baratheon!

- Medio hermano - apuntilló Aegon, ganándose una mirada envenenada de mi madre.

- Esto es una locura; ¿acaso han pensado qué se dirá de vosotros en todo Poniente?

- Puedo vivir con ello - respondió irónico Aemond con una sonrisa ladeada - seguro me han llamado cosas peores.

Mi madre estaba al borde del colapso, si seguíamos así la siguiente en caer en cama sería ella; no tenía dudas. Aegon, aunque quería parecer sereno, notaba como con su pulgar no dejaba de hacer círculos nerviosos en la palma de mi mano. Mientras por el otro lado, Aemond si que dominaba sus nervios muchísimo mejor, pues tan sólo me regalaba algún que otro apretón para hacerme entender que estaba allí, conmigo.

Me sentía arropada por ellos.

- ¿Y si Danny se queda embarazada? ¿Habéis pensado si quiera en eso?

El silencio se hizo en la sala.

- Por supuesto que no lo habéis hecho - se respondió ella misma, dando vueltas por la sala como animal enjaulado.

- Princesa - intervino un guardia - el rey ha despertado y solicita su presencia.

Madre salió sin siquiera mirarme, como llevaba haciendo desde que había llegado. Daemon al menos si se acercó a nosotros, quedándose frente a mí y esperando que en algún momento mis esposos soltasen su agarre para abrazarme.

- No vuelvas a irte sin decir dónde te vas - me susurró.

Me dio un sincero abrazo y luego colocó algunos mechones tras mis orejas.

- No sé cómo puedo ayudarte en esto Danny - primero me miró a mí y luego a ellos - veré que puedo hacer.

Daemon salió de allí tras su mujer y nosotros fuimos a la habitación de Aegon, ya que era la mayor. Nos sentamos en la cama los tres, ellos con sus manos apoyadas en cada una de mis piernas y mirándonos y sonriéndonos. Lo cierto era que no había nada por lo que reír, quizás fuesen los nervios, pero ahí estábamos; no podíamos parar.

El poder del fuego |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora