El sábado recibo un mensaje de Minho preguntando si podré ayudarle. Quise negarme, pero no tengo nada productivo que hacer durante el día y si me quedo en casa, me ahogaré en mi soledad y aburrimiento, así que ¿por qué no mejor dedicar ese tiempo a ganar unos centavos adicionales?
Desde que salí traigo el presentimiento de que alguien está siguiéndome y sé exactamente de quién se trata. No pasa mucho tiempo para que, quien se ha convertido en mi más grande estorbo, se presente ante mí.
—Hola, bonita.
—¿Tú no tienes nada mejor que hacer?
—El otro día te fuiste de repente y sin darme una respuesta. ¿Quién es ese chico con el que saliste?
—Qué te importa.
—Me importa mucho porque recuperarte es mi mayor prioridad por el momento.
—Prioridad que se volverá un sueño frustrado porque yo no pienso regresar contigo.
—¿Ya no me amas?
—Ve con tus estúpidos juegos a otro lado. Pareces un niño de secundaria.
—¿Ves? Tú eres el problema. Yo sólo quiero hablar pero tú siempre me insultas.
—Ah, ¿y crees que un par de insultos son igual de graves que toda la mierda que me hiciste? Te recuerdo que te metiste con mi mejor amiga y eso no te lo perdonaré jamás.
—Ella se me insinuó.
—Y como tú eres más fácil que la tabla del uno, caíste.
¿Qué importa quién incitó a quién? Los dos me traicionaron y eso es lo que cuenta.
—Escúchame bien, eh —toma mi muñeca y me obliga a detenerme—. Cometí muchos errores en el pasado pero quiero demostrarte que puedo ser mejor por ti.
Yo suelto una risa irónica y forcejeo para liberarme de su agarre, pero él no desiste. No se me olvidan esos mensajes que leí y que también estuvo coqueteando con la cajera del café y quién sabe qué hicieron cuando los dos desaparecieron. Jura que ha cambiado, pero sus acciones lo contradicen.
—Ya he oído la misma promesa muchas veces y esta vez no voy a caer. Estoy bien sin ti, no te necesito.
—Sí me necesitas, pero te haces la difícil porque te encanta que te ruegue. Te conozco muy bien.
—Te equivocas.
—¿Ah sí? —muestra una sonrisa egocéntrica y me recorre de pies a cabeza— ¿Entonces por qué estás temblando? Aún te pones nerviosa al tenerme de frente y sé que quieres regresar corriendo a mis brazos. Tú misma lo has dicho, nadie te hace sentir cómo yo.
Me mira directo a los ojos mientras su mano libre se deliza desde mi mejilla hasta el mentón y en ese momento pierdo las fuerzas. Sus caricias han despertado los bonitos recuerdos que tengo junto a él y mis piernas flaquean. ¿Por qué? Se supone que debo odiarlo. No puedo permitirme caer otra vez, no cuando sé que está mintiendo para su beneficio.
Eso es, está mintiendo. Sigue siendo el mismo manipulador de antes y con eso basta para hacerme recobrar la sensatez. Mi ceño se frunce por el enojo y tiro de mi brazo para que me suelte.
—¡Ya para! Deja de lastimarme. ¡Ya no te quiero! Dejaste de importarme desde hace mucho y no pienso volver a perder el tiempo con alguien cómo tú. ¡No vales la pena porque nunca cambiarás! Dices odiar a tu papá, pero eres idéntico a él.
Algo que los dos tenemos en común es lo mucho que nuestra figura parterna nos falló. Eso nos unió de alguna manera y encontramos consuelo en brazos del otro, pero claramente él está más afectado que yo. El papá de Yuno fue un abusivo, alcohólico y mujeriego. Yuno muchas veces fue testigo de los engaños y las agresiones que su mamá recibía y desde entonces comenzó a odiarlo. Su odio llegó a tal punto que lo molió a golpes en una discusión y después de eso su papá los dejó.
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Grietas del Corazón ; Lee Minho
Fanfiction¿Un chico malhumorado como él y una chica insoportable como yo llevándose bien? La idea de que pudiéramos congeniar parecía absurda en un principio, pero después de analizar cada fragmento de su corazón me di cuenta de que no es así. De cierto modo...