03.

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Perspectiva de Minho:

Por fin tengo la oportunidad de ir a casa temprano y me parece buena idea tener algo casero de comer. Un bistec ahumado con espárragos y arroz no suena nada mal, así que paso por el supermercado para conseguir los ingredientes necesarios y después voy directo a casa.

Ah, después de un ajetreado día de trabajo, no hay nada más reconfortante que ser recibido por el silencio apacible de mi hogar... y la presencia de mis tres gatos. Los recibo con sutiles palmaditas en la cabeza, caricias y, después de rellenar su bol de comida, me voy a la cocina.

Cocinar es un pasatiempo que disfruto mucho, así que me gusta tomarme mi tiempo para asegurarme de que los sabores se integren perfectamente a lo que sea que esté preparando. Esa es una de las ventajas de vivir solo: no tener a nadie que te interrumpa con lo que haces y tener la libertad de hacerlo cómo y cuándo quieras.

Me demoro alrededor de una hora en terminar de cocinar y finalmente puedo sentarme a disfrutarlo. Antes de eso, busco una botella de vino rosa que recién compré, pues me encanta beberlo a la hora de la cena porque relaja mi cuerpo.

La idea de estar solo la mayor parte del tiempo puede sonar abrumadora para algunos, para mí no. Especialmente a la hora de comer porque las conversaciones de por medio y cosas así no son lo mío... O quizás es porque ya me acostumbré a mi soledad.

Por supuesto que tengo amigos, pero puedo decir que sólo uno de ellos es cercano a mí. Es el único a quien tolero y me tolera, él único al que le he mostrado mi lado vulnerable; Bang Chan es su nombre.

Inhalo hondo mientras mastico y me reclino en el respaldar de la silla. Mi vista cae sobre la flor en el centro de mesa y me doy cuenta de que ya está marchitándose. Es hora de comprar unas nuevas.

Al terminar de cenar, recojo la mesa y limpio la cocina. Esa es otra de las ventajas: no hay desórdenes ajenos ni mucho que limpiar.

Lo siguiente que hago es ir a la sala donde Soonie, Doongie y Dori ya están echados en la alfombra. Es como que ya saben el siguiente paso de mi rutina: relajarme mientras veo la televisión. A veces me gusta hacer ejercicio, pero hoy decidí tomar un descanso. Me acomodo en el sillón y me quedo mirando la tele por un buen rato, también aprovecho para revisar mi celular, pero realmente no tengo muchas notificaciones pendientes.

De un momento a otro, mis párpados comienzan a pesar y entonces comprendo que es hora de asearme para ir a dormir. Me encantan las duchas con agua caliente por la noche y frías por la mañana. Suena irónico, pero la primera me ayuda a dormir y la otra a despertar. Lo último que hago es cepillar mis dientes y por fin me envuelvo entre la cálida frazada de mi cama.

Amo este nivel de relajación.

Antes de ser vencido por el sueño, recuerdo que tengo algo pendiente por hacer. Tomo mi celular y abro la aplicación de mensajes, yendo directo a cierto contacto para redactar:
«Perdón por no haberte visitado últimamente. He estado ocupado pero pronto lo haré, lo prometo».

Presiono el botón de enviar y dejo escapar un profundo suspiro, viendo todos los mensajes previos sin respuesta. Juro que es la última vez que hago esto. No lo haré más, tengo que parar.

(...)

A la mañana siguiente, llego al edificio y saludo a mis pocos compañeros que ya se encuentran allí. Todavía es temprano, así que tiene sentido que esté casi vacío.

—¡Minho! Qué bueno que has llegado —exclama Sangyeon, miembro del grupo de envíos—. ¿Podrías ayudarme con algo? El personal de entregas está teniendo problemas con el itinerario. Al parecer alguien los confundió y ahora no saben cuáles son las rutas a tomar.

Grietas del Corazón ; Lee MinhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora