37.

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Me encargué de pagar la multa y sólo entonces dejaron libre a Minho. Lo traje directo a casa y ahora me he dispuesto a curar la pequeña fisura en su labio. Mientras lo hago, me mira directamente con ojos repletos de preocupación, lo cual es un poco irónico porque yo soy quien debería estar preocupada.

—Después te daré el dinero de la multa.

—No me importa eso, así déjalo —paso el algodón húmedo sobre su labio—. ¿Te duele?

Él deja escapar una risilla.

—Ese infeliz ni siquiera pega fuerte. Es un debilucho.

Diría que solo se jacta de ser más fuerte que Yuno, pero la verdad es que este último es realmente débil cuando se trata de pelear físicamente. Es como un perro que ladra pero no muerde.

—Ya está.

—Gracias.

—A ti.

Recojo las cosas y tiro los deshechos a la basura, después regreso a su lado en el mueble, pero no tomo asiento.

—Quiero que mañana vayas a la clínica y te hagas todos los chequeos que sean necesarios para asegurarnos de que estás bien. ¿Quieres que te acompañe?

—¿No tienes mucho trabajo? 

—Ninguna cantidad de trabajo es más importante que tú —me atrae a sus cálidos brazos, dejándome sobre su regazo—. Te quiero, ¿lo sabes?

—Lo tengo más que claro. Gracias por todo lo que haces por mí, Mininho.

—Esta es la primera vez que me agrada que me llames así.

Yo río—. ¿Por qué?

—Porque sólo me llamas así cuando estás de buen humor y eso significa que te sientes mejor.

—Un poco. Es porque estoy contigo, tú eres el único que puede levantar mis ánimos con facilidad.

Nunca me he sentido tan segura con nadie más que él y esa es la razón por la que me enamoró tan rápido.

—Es lindo escuchar eso. ¿Tienes hambre? —acaricia mi mano. Niego en respuesta— No me preocupes más, debes comer algo. Te cocinaré algo.

(...)

Es hora de dormir, pero él es el único que descansa tranquilamente. Yo estoy sentada, rodeada por la oscuridad y el silencio sin ser capaz de cerrar los ojos, pues mi mente no deja de darle vueltas a la situación. Ni siquiera tengo el más vago recuerdo de lo que pasó esa noche y aún así me acecha como una maldición.

Siento que Minho se mueve suavemente sobre el colchón. La oscuridad no me permite ver su rostro y es su voz lo que me toma desprevenida.

—¿Qué te pasa?

—... ¿Mhm? Me levanté a tomar un vaso de agua y ahora no puedo dormir. —miento en voz baja.

—¿Quieres que prepare un té que te relajará?

—No, no, ahorita intentaré conciliar el sueño. No te preocupes por mí.

Lentamente me deslizo bajo la sábana y él me apega a su cuerpo.

—¿Cómo no preocuparse por ti, tontita? No cerraré los ojos hasta que te duermas.

Ríe mientras su mano se mueve reiteradas veces a lo largo de mi cabello.

—¿Me cantas una canción? —entono bromista.

—¿Me ves cara de cantante o qué?

—Tienes pinta de uno. Guapo, responsable, ingenioso... También serías el galán de telenovela perfecto.

Grietas del Corazón ; Lee MinhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora