28.

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Ha propuesto que vayamos a su apartamento. Dijo que hay una hoguera en el patio trasero donde podemos derretir malvaviscos y es algo que ella ha querido hacer desde hace días. No me ha parecido mala idea, así que accedí y me encargué de prender el fuego. Sabiendo lo torpe y despistada que es, no quiero que termine con una quemadura grave.

Ahora ambos estamos sentados en el suelo frente a la fogata y teniendo una agradable conversación sobre nuestra vida personal.

—¿Tengo curiosidad por saber cómo encontraste este lugar? Es un área con gente de dinero. ¿Cómo llegaste aquí?

—De seguro crees que lo rento, pero no, este lugar es de mi tía materna y ella me permitió quedarme por cuánto sea necesario.

—Oh, eso es de gran ayuda.

—Sí, ella sabe cómo es mamá así que comprendió la razón de mi mudanza y me echó una mano.

—Mhm...

—¡Ah, se quemó de más! —grita de repente. Llena de un pánico ligero, comienza a soplar hasta apagar la llama— ¿Crees que sepa bien? Cómelo.

—Cómelo tú, es tuyo.

—Piedra, papel o tijera para ver quién lo come.

—Ya tengo el mío —sacudo el palito y no espero nada para llevarlo a mi boca—... Mhm, la textura es perfecta. Ahora come el tuyo.

—Odioso. —musita mientras reprime una sonrisa.

Se come el malvavisco bajo mi atenta mirada, tomándose el tiempo para saborearlo. Sonríe levantando su pulgar, haciéndome saber que está bueno pese a estar quemado, luego coge otro y lo mete al fuego.

A todo esto, no soy consciente de que todavía estoy mirándola fijamente.

—¿Por qué me miras tanto? —pregunta sin voltear.

Mi cuerpo reacciona con una leve sacudida y sonrío avergonzado mientras niego. No mentí al decir que luce muy bonita, pero me abochorna repetirlo.

—Sólo me aseguro de que no lo vuelvas a quemar.

—¿Lo quieres? —me lo ofrece con una sonrisa juguetona— Gánatelo.

—No dije que lo quiero y no voy a besarte otra vez.

—No quiero eso, quiero que me cumplas un deseo.

—¿Acaso soy tu genio o qué?

—Nunca he ido a la playa, así que me gustaría que me lleves algún día.

—¿Nunca has ido? Estás de broma.

—Sabiendo cómo era mi familia, ¿crees que tenían la disponibilidad para pasar tiempo de calidad? Quizás mamá fue con Doyoung, pero no conmigo, y papá sólo me llevó a un lago.

Me cuesta ignorar cómo su rostro decae cada vez que menciona a su familia y de cierto modo me apena verla así. Llego a creer que seguirá hablando, pero no lo hace. En cambio, se queda callada y llena su boca de malvaviscos, dándole espacio a un largo e incómodo silencio.

Está bien, te llevaré.

¡Lo he dicho en mi mente otra vez! Esto ni siquiera es cursi, ¿por qué es tan difícil decirle que estoy dispuesto a cumplir su deseo?

—¿De verdad quieres ir?

—¿Vas a llevarme?

—No, boba, solo extiendo la conversación.

—Tonto... —masculla de mala gana— No me apetece ir con un amargado.

—Pues no te llevo —viro los ojos—. Sobre tu familia, ¿no los extra...

Grietas del Corazón ; Lee MinhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora