06.

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Traigo los ánimos por los suelos y para colmo no dormí nada bien la noche anterior, ya me he tropezado como tres veces este día y me salté el almuerzo. En pocas palabras, ando más distraída que de costumbre y es algo que no ha pasado desapercibido para Hyunjin, Jisung y sobre todo Minho, quien ha estado observándome más de lo habitual y temo que en cualquier momento me llame la atención.

—Hijo de la gran... —gruño por lo bajo, pues me hice un corte en el dedo con una hoja de papel.

Presiono la herida para bloquear la hemorragia y bufo frustrada. ¿Cómo demonios un estúpido papel ha hecho un corte tan doloroso? Resoplo una vez más y camino en dirección a la sala de primeros auxilios para conseguir una curita. No quiero estropear los papeles con una mancha y ganarme un regaño. Mientras atravieso los enormes pasillos, cruzo caminos con Minho y, ¡han acertado!, terminé chocando con él.

Lo peor de todo es que venía cargando un café que ahora se ha derramado en su camisa.

Entro en pánico, pero no lo demuestro simplemente porque mi cuerpo entero se ha paralizado. Mi mirada viaja desde su camisa a su cara y fácilmente noto lo enojado que está. No me espeta nada, por el momento, solo cierra los ojos y suspira.

—Perdón, es todo mi culpa por no fijarme.

Ya que traigo una servilleta en mi mano, hago un torpe intento por limpiar la mancha. Irónicamente, sólo lo he empeorado. Tal parece que le he colmado la paciencia, pues toma mi muñeca, le da un apretón y por último la aparta con brusquedad. Su tirón ha hecho que mis piernas también se muevan.

—¡¿Por qué eres tan distraída?! Deja de ser tan torpe. Ni siquiera puedes hacer algo tan simple como caminar por los pasillos sin armar un desorden.

Su ceño está fruncido y sus penetrantes ojos me cohiben. Mi corazón se acelera por el temor que me causa su tono adusto y su dura expresión. Abro levemente la boca para disculparme de nuevo, pero no logro articular ninguna palabra. 

En otras circunstancias le habría provocado un enojo más grande a propósito para reírme de su cara, pero hoy no tengo ganas de siquiera intercambiar palabras con alguien.

—No te quedes allí parada y piérdete de mi vista. 

Lo admito, su trato me ha dolido y una sensación rara se esparce por mi pecho. ¿Por qué me levanta la voz? Yo que soy tan sensible cuando me hablan recio. Mi boca se curva formando una mueca triste y salgo de allí lo antes posible. Quiero llorar, necesito hacerlo. Siento una molesta sensación en la garganta. ¡¿Dónde demonios me meto para desahogarme?!

Diviso una pequeña bodega y me encierro allí, donde cubro mi boca y aprieto los ojos para bloquear el paso de las lágrimas que amenazan con salir.

¿Por qué he reaccionado así? Pues, con todo lo acontecido, sus palabras me han traído un desagradable recuerdo de Yuno. Cada vez que yo cometía un error pequeñito, me reprendía entre gritos y palabras hirientes. Minho no dijo algo que me ofendiera, pero sí me recordó a las veces en las que Yuno me llamó o insinuó que soy una inútil.

No puedo contenerlo más. Las emociones acumuladas por lo que descubrí ayer actúan como una bomba que ahora ha estallado. Las lágrimas brotan en abundancia, pero enseguida las detengo, limpiándolas con enojo. Detesto recordarlo porque no me trae más que dolor y tristeza.

Soy una estúpida y mi reacción ha sido más exagerada de lo que imaginé. A este punto, nadie se merece mis lágrimas.

Me recargo contra la pared y cierro los ojos para inhalar y exhalar en busca de la tranquilidad, a la vez, cuento en voz baja para distraer mi mente, pero sólo consigo lo opuesto. Ahora me ha llegado un recuerdo de mamá, quien ni siquiera se ha molestado en llamar para saber cómo estoy, y caigo en cuenta de lo mucho que la extraño y la necesito. Eso no ayuda; las lágrimas vuelven a caer una tras otra.

Grietas del Corazón ; Lee MinhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora