19.

2.2K 258 125
                                    

Perspectiva de Minho:

Desperté hace media hora y me topé con ella sentada en su cama aplicándose maquillaje. Después del teatrito que se armó ayer, que ella sea lo primero que veo en la mañana no es nada grato, aunque bueno... Algunas de las personas que presenciaron lo ocurrido me explicaron las cosas y, lo admito, no fue su culpa. Después de saberlo me sentí mal por exigirle que se disculpe.

Pero sigue siendo una latosa y tal parece que ni la mañana le impide causar molestias.

Flashback:

—¿Qué demonios haces a horas tan tempranas?

—Son casi las diez, Minho —me mira incrédula—. Y me puse a investigar sobre este lugar y resulta que están realizando una feria anual. Se ve muy bonito y divertido.

—¿Y? Tenemos que regresar hoy.

—Minho, hoy es sábado y no tenemos trabajo, así que no hay razón para regresar tan rápido. ¿Quieres acompañarme?

—Ni aunque me paguen.

—Por favor.

—No.

—Okay, hagamos un trato, no iremos a la feria, pero al menos vamos a comer. Yo invito.

—Ya te dije que no. El hotel sirve desayuno, ve allá.

—Por favor, Minho —alarga, empleando un tono bastante dulce seguramente para convencerme, pero no doy mi brazo a torcer—. Prometo que sólo comeremos y nos iremos.

—No.

Y siguió insistiendo sin parar hasta que comencé a sentir náuseas por sus imparables súplicas. Me colmó la paciencia y terminé accediendo al verme acorralado por su terquedad.

Fin del flashback.

Ahora estoy aquí, sentado a brazos cruzados y notablemente descontento mientras ella lee feliz el menú y la pequeña parrilla de carbón en medio de la mesa se calienta.

La idea de abandonarla e irme solo pasó por mi cabeza en un principio, pero no es como si fuera a librarme permanentemente de ella y no quiero escuchar sus reclamos cuando nos reencontremos en el trabajo.

¡Ahg, es tan importuna! Tenerla de frente me hace recordar lo que pasó la noche anterior entre nosotros. Es una experta en alterar mis emociones; primero me hace pasar enojo y después doblega mi corazón contándome sus penas. Ahora creerá que me preocupo por ella... Quiero decir, me sentí mal por un momento, pero no imaginé que llegaría a ese punto. ¡Sequé sus lágrimas y la abracé! ¿En qué demonios estaba pensando? Pero si soy honesto, la manera en que me miró fue tan...

Salgo repentinamente de mis pensamientos cuando ella alza la mano para obtener la atención del mesero, quien se acerca sin perder tiempo.

—¿Qué les puedo dar de beber?

—Me gustaría una limonada.

—Una limonada... —repite mientras lo anota—... Lo tengo. ¿Y para ti?

—Un té frío. —digo sin mirarlo.

Mi mirada aterriza en ella de pura casualidad y veo cómo gesticula un «como tú» que me hace rodar exageradamente los ojos. Entre más tiempo paso a su lado, más ganas me dan de salir huyendo y dejarla a su suerte. 

—Perfecto. ¿Qué les doy de comer?

Ella se devuelve al mesero para responderle de inmediato, ordenando más platillos de los que mi cerebro puede procesar. Es una demente con apetito grande y no sé porqué siguo aquí... Quizás porque también tengo hambre, pero ni siquiera ha pedido mi opinión o preguntado qué quiero. Cómo sea, no me importa lo que haga. Lo único que quiero es regresar a casa.

Grietas del Corazón ; Lee MinhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora