33.

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Me despierto encontrándome sola. ¿Qué hora es? Alcanzo mi teléfono y veo que son casi las once. No puedo creer que Minho me haya dejado dormir hasta tan tarde, aunque realmente necesitaba un descanso largo.

En cuanto salgo de la cama, veo el diario de Minho tirado en el suelo y eso me hace recordar su reacción cuando lo tomé. No sé que habrá escrito allí, pero de lo que sí estoy segura es que se relaciona a Minju. Su reacción me dejó la misma impresión que cuando le pregunté sobre el cuadro.

Igual no es de mi incumbencia, así que me limito a recoger el cuaderno y lo dejo sobre la mesita.

Después de lavarme la cara y cepillarme los dientes, me doy cuenta de que Minho no está por ningún lado pero la puerta está abierta. Voy afuera y lo encuentro asando la carne que quedó anoche.

Uf, qué guapo se ve con esa camisa sin mangas y su gorra al revés.

—Buenos días, dormilona. Casi no despiertas.

—El sueño me dominó como nunca antes —estiro mis brazos—. Me siento como una persona nueva.

Minho deja las pinzas a un lado para sentarse en la banqueta.

—Ven aquí —tienta su regazo, yo hago lo que me pide—. ¿Tienes hambre?

—Siendo sincera, todavía tengo un poco de sueño. —me recuesto en su hombro.

—¿Entonces no quieres comer?

—¿Me creerías si te digo que no?

—No.

—Ahí tienes la respuesta —me muevo para mirarlo—. ¿A qué hora nos iremos?

—Dos.

—Aw —tuerzo los labios—, no me quiero ir.

—Te quedas, pero yo me voy.

—Sí, claro. Ni siquiera llevarás cinco minutos conduciendo cuando vas a empezar a extrañarme.

—Tienes razón —coloca un mechón de cabello detrás de mi oreja y besa cortamente mis labios—. Ve adentro y trae las bebidas; la comida está casi lista.

Me dirijo a la nevera y tomo una botella de sidra junto a un refresco de uva. Escucho una vibración sutil que proviene del celular de Minho y sin dificultad puedo leer el nombre de Hwamin en la pantalla. Dios, ¿ni siquiera puede dejarlo en paz fuera del trabajo?

No voy a invadir su privacidad y ver de qué se trata el mensaje, pero tampoco me quedaré con la duda.

—Te llegó un mensaje de Hwamin. —digo en cuanto estoy de vuelta.

—¿Qué decía?

—No lo vi... ¿Mantiene tu número?

—Así como el de nuestros demás compañeros. Creo que es sobre la junta con el director; muy pronto visitará el edificio y ella normalmente lo organiza.

—Déjame adivinar, ¿necesita tu ayuda?

—Siempre lo hemos hecho juntos. Si quieres puedes ayudar tú también.

—Lo haré.

—De acuerdo. Ahora ve a sentarte en lo que sirvo la comida.

Sonó un poco duro al decirme esto, quizás creyó que le estaba reclamando.

Le doy la espalda y me acomodo en la mesa, esperando por él. La brisa tan sutil que golpea mi cara sólo estimula mi sueño y me quedo con la mente en blanco por un instante, luego mis ojos se cierran por cuenta propia. Enseguida escucho que Minho chasquea los dedos.

Grietas del Corazón ; Lee MinhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora