29.

2.5K 263 195
                                    

Pasan los días y Minho ha mostrado signos de mejoría, me refiero a que se ha vuelto más afectuoso. No sé qué pasó esa noche cuando se fue, pero desde entonces está siendo más cuidadoso con la forma en que me trata.

Me fascina lo atento que es. Como cuando me da su abrigo para cubrirme del frío, cuando sujeta mi mano para cruzar la vía concurrida, cuando limpia mi rostro porque a veces me embarro de comida, cuando se asegura de dejarme sana y salva en casa, cuando me envía fotos de sus gatos sin que yo lo espere y cuando me estruja entre sus cálidos brazos.

Puede que se le dificulte expresarse con palabras, pero demuestra su afecto a través de actos y eso es más que suficiente para intuir su sinceridad.

El viernes me pidió cuidar sus gatitos durante el fin de semana porque iría a visitar a sus papás (quienes viven tres horas lejos). Me permitió quedarme en su casa y le envié fotos de todo lo que hicimos; creo que lo tenía harto, pero eso no me detuvo. Hace poco me mandó un texto diciendo que llegaría en una hora, así que he procurado tener algo de comer listo.

Escucho unas llaves sonando en la puerta, anunciando su llegada y entonces corro a recibirlo. Soonie, Doongie y Dori también me siguen.

—¡Llegaste!

—Hola.

Esboza una (apenas visible) sonrisa mientras deja su mochila en el suelo, el cansancio en su rostro es ostensible. Dedica unos minutos a saludar a sus gatos y no puedo ocultar una sonrisa al presenciar tan tierna escena. Creo que nadie es dueño de su corazón tanto cómo sus gatos, en verdad los quiere mucho.

—¿Cómo te fue? —pregunto cuando los deja ir.

—Bien. Ya me hacía falta ver a mis papás y probar la comida de mamá.

—Me alegro mucho. ¿Tienes hambre? —sin esperar nada, tomo su mano y lo halo hasta la cocina.

—¿Qué hiciste?

—Encontré un libro de recetas y quise ponerlo a prueba, así que preparé sopa de tomate con tostada de mozzarella. Tú siéntate, debes estar cansado por manejar.

—Un poco. —hace una mueca mientras se sienta.

—Entonces yo me encargaré de servirte.

Lo abrazo por los hombros y doy un beso en su mejilla, consiguiendo que exhiba una sonrisa poco más grande que la anterior.

—Te traje pan y dulces que mamá preparó. Ella personalmente te lo mandó.

—Qué lindo, ¿pero de verdad son para mí? ¿Cómo? Ni siquiera me conoce.

—No tuve más remedio que hablarles de ti. Dijeron que me veía muy alegre y no dejaron de molestarme hasta que me sacaron la verdad.

Me conmueve oír eso, es como decir que soy la razón de su felicidad.

—Mhm... Eso es muy lindo.

Río mientras escondo mi rostro en el hueco de su cuello y también doy un beso ahí, sintiendo cómo él se estremece.

—Hey, hey... Cuidado con lo que haces —me aparta con cuidado—. Vamos a comer ya.

—Pero dame un besito primero.

Estiro los labios y cierro los ojos esperando el toque de los suyos, pero sólo besa mi mejilla. Lo miro insatisfecha, pero sin reclamar porque rogar será en vano.

Sirvo un plato de sopa a cada uno y me siento a su lado, procurando comer en silencio. No quiero perturbar su paz, pues de verdad luce cansado, incluso se la ha pasado con la mirada baja todo el rato.

Grietas del Corazón ; Lee MinhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora