Capítulo 55

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CAPÍTULO 55: DAMIEN

(***)

Lanzo una vez más la pelotita de pin pon contra la pared, con mi mano izquierda la sujeto y vuelvo a hacer el mismo tiro, ahora sosteniéndola con la mano derecha.

Repito y lanzo incontables veces, tratando de que mi mente se pueda distraer con este estúpido juego, no obstante, mi cabeza es un embrollo de problemas, de voces que me repiten lo imbécil e idiota que fui con la única persona que me ha importado tanto en mucho tiempo. Aprieto los dientes y la lanzo una vez más, esta vez boto un cuadro que tenía sobre mi escritorio. Gruño y coloco mi antebrazo sobre mis ojos, segundos después escucho el toque suave de unos nudillos sobre mi puerta.

— Adelante. — elevo la voz y veo a mi pequeña hermana, lleva una bandeja de comida en las manos y mi estómago resuena de apetecible que se ve.

— Te traje el desayuno. — me sonríe con dulzura, pero no tengo ganas de tener a nadie cerca ni siquiera a mi dulce hermanita.

— No tengo hambre. — Ella revolea los ojos y deja la bandeja sobre mi mesita de noche.

— Pues, aunque no la tengas, lo cual sé que es una mentira porque no comes nada desde ayer en la tarde, te lo vas acabar todo ¿ok? Me levanté muy temprano para prepararlo ¿no me harás ese desplante verdad? — hace un puchero y es que no me puedo negar ante esa carita de borreguito.

— Vale. — asiento y ella se acerca a mí para sentarse a mi lado.

— Dami. — acaricia mi cabello. — No me gusta verte así.

— Estoy bien.

— Por supuesto que no. — me refuta frunciendo el ceño. — Pareces enojado con la vida, no quieres hablar con nadie y has estado toda la semana encerrado en tu habitación, solo sales para... — se detiene y revolotea la cabeza — ni siquiera entiendo para hacer qué, y luego regresas con las manos malditamente golpeadas, y no me lo niegues que me doy cuenta de todo... y ahora ni siquiera quieres ir a la universidad.

— Dana... — resoplo con fastidio— por favor no te metas linda. Déjame tranquilo.

— ¡No! — gruño para mis adentros porque conozco lo terca puede llegar a ser. — Se que todo esto se trata de Lucille, la amas y la extrañas y desde que terminaron tú has vuelto a ser el antiguo Damien, y no me gusta, quiero ver a mi hermano feliz... — Ella me aprieta la mano y su rostro se entristece. — Me siento demasiado culpable Dami... todo esto, si yo no hubiese actuado de esa manera... quizá...

Rápidamente me siento sobre la cama y niego tomando su rostro, atrayéndola hacia mis brazos. — Hey, no digas eso ¿ok? Tú no tienes la culpa de absolutamente nada, y claramente Lucille tampoco, ella no sabía nada. Aquí el único que echó todo a perder fui yo, que te quede claro. Fui yo quien cagó y arruinó todo, y créeme he tratado de arreglarlo, pero...— Suspiro y paso las manos por mi cabello. — Ella no quiere saber nada de mí.

— ¿Y te vas a rendir?

— Pero ella no quiere hablar conmigo...

— Está dolida Damien, la trataste horrible, claramente no va a querer hablar contigo, pero no te puedes rendir tan fácilmente, yo se lo mucho que la amas, y no intentes negarlo.

Aquello cala demasiado dentro de mí, es algo tan evidente que ni siquiera puedo mentirme a mí mismo.

Estoy jodidamente enamorado de Lucille Hunter, que irónica es la vida.

— Bien, tu silencio me lo reconfirma, así que vas a ponerte de pie, te vas a cambiar y a ponerte muy guapo, vas a desayunar y quiero que vayas a tu clase. Sé allá podrás encontrarla, y en algún momento se dará la oportunidad de que hablen ¿sí?

Tengo ganas de AmarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora