Capítulo 14

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Capítulo 14: Enna

Observo mis manos, manchadas de pintura, me duelen, los huesos en mis manos duelen después de horas y horas pintando.

He desgastado los pinceles, apretándolos tan fuerte que algunas astillas se han incrustado en mis dedos.

Suspiro e inclino mi espalda hacia adelante, apoyando mis palmas en el taburete. Cierro los ojos con la cabeza hacia abajo, el cabello se me pega a la cara, y siento tanta rabia, tanto enojo que quiero parar ya.

Me alejo de la pintura y con un grito lanzo un puñal contra el lienzo. Con mis garras rasguño la tela, mis uñas sangran y toda mi obra de arte ahora es una catástrofe, lanzo mis pinceles, mis colores, mi pintura. Nada importa, porque todo es un desastre un desastre igual que mi vida, siento impotencia, y me siento aún más impotente de no poder llorar, de ser esta jodida mujer dura que no puede llorar ni siquiera en silencio.

Caigo sobre mis pantorrillas en el suelo y observo todo con tristeza. No quería hacerlo, no quería destrozarlo todo, no quería enamorarme de Peter, no quería.

Esto me está matando, este amor me está asfixiando, no sé qué hacer, no sé ni que decirle. Tan solo quiero saber qué es lo que él siente, si la estúpida esperanza que habita en mi pecho es real.

Escucho él sonido de la puerta, a mi velocidad me pongo de pie y recojo todo lo tirado en el suelo. — ¿Si?

— Enna, soy Mirna. — suspiro y me dejo caer en la cama.

— Pasa. — Mirna entra a mi habitación. Y enarca una ceja notando todo el desastre en el que me encuentro.

— ¿Qué sucedió? — trago saliva y miro hacia el techo, dejo caer mis parpados tratando de tranquilizarme.

— Tuve una crisis.

— ¿Sufres de crisis nerviosas?

— No, solo he tenido dos en toda mi vida. — recuerdo a la perfección esa noche, cuando después de tanto llorar empecé asfixiarme, a golpear todo. Quería a mi hermana conmigo, pero las palabras de mamá me taladraban la cabeza.

— ¿Y qué hiciste la anterior vez?

— Maggy, la esposa de mi padre, me ayudó. Ella me dijo que debía pensar en algo bueno, intentar respirar, aunque no fuera necesario y pensar que todo va a mejorar.

— Pues es buen consejo. — Mirna se sienta a mi lado y abro los ojos.

— Lo sé.

— ¿Nunca la consideraste como tu madre? — pienso en ello, recuerdo que toda mi niñez era muy cercana a Margaret, a veces sentía celos de Lucille, ella era su mamá, pero Maggy se había encargado de darme el mismo cariño, las mismas caricias, los mismos cuentos. Recuerdo haberle dicho mamá, y también como sus ojos se llenaron de alegría al escucharme. Pero entonces me hice adolescente, y comprendí muchas cosas, yo no era huérfana, mi madre estaba viva, y gran culpa de que ella estuviera alejada la tenía Maggy.

— Cuando era niña sí.

Suspiro. Y arreglo mis pinceles los llevo al lavamanos y los dejo colgando para que se sequen.

— Vendrás a la fiesta ¿verdad? — Hago una mueca de desagrado y Mirna sonríe. — Vamos, será mi última fiesta universitaria, el próximo año ya no estaré aquí.

— Me vas hacer falta. — Hago un puchero.

— Estarás bien sin mí. Lo sé. — Pues yo no estaba tan segura. — Por cierto, te traje esto.

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