Snape, como siempre

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Agradeció el día en que llegaron los demás profesores. Ella era la única que merodeaba por el castillo y Peeves no la quiso dejar en paz ningún segundo durante los días que estuvo sola. Acabó con varios moretones por tropezar con alfombras o huir de las armaduras que cobraban vida de un momento a otro. Lamentablemente, no podía hacer ningún tipo de trato con él, porque el año anterior ya había aprendido la lección: no tranzar con poltergeist molestosos como él, así que tuvo que aguantárselo todo. Por suerte fueron sólo dos días de sufrimiento. Por lo tanto, cuando el personal llegó, el demonio estuvo más controlado.

Por un momento pensó que Snape haría lo mismo que el año pasado: llegar después que todos, pero no fue así. Arribó con los demás, con la misma cara de "no-me-hables-ni-me-mires-o-te-mato" de siempre. Apenas lo vio, Merlina salió corriendo hacia McGonagall para entablar conversación. Deseaba evitar lo inevitable.

—¡Buenas tardes, profesora! —saludó con voz robótica.

—Hola, Merlina —saludó Minerva con una sonrisa en los labios—. ¿Qué tal el verano?

—Excelente, realmente, muy bueno, perfecto —contestó, sintiendo que sonaba demasiado repetitiva y exagerada—. ¿Y el suyo?

—Bueno, tú sabes que tenemos dos semanas de vacaciones, cuatro de trabajo para enviar las cartas a los estudiantes y armar el programa escolar, y dos semanas más de vacaciones, pero puedo contarte que...

Merlina sonreía y asentía, pero la verdad era que no estaba poniéndole atención. Sólo pudo oír algo de "islas", "sol", y cosas por el estilo. No estaba completamente segura de que fuera sugestión suya, pero tenía la sensación de tener los ojos de Snape sobre ella. Seguramente se había dado cuenta de su actitud, teniendo en cuenta que "leía la mente", porque esa era la idea que la había atacado últimamente sobre él. El profesor de Pociones debía estar en algún rincón de la sala de profesores con sus ojos clavados en ella. Ella sabía que podía sentirse la energía de la mirada a distancia, aunque no lo viera.

McGonagall le hizo una pregunta y ella reaccionó.

—¿Cómo? —dijo haciéndose como la que no había comprendido, y no la que no estaba prestando atención.

—Si ya te recuperaste de los golpes —reiteró.

—Oh, sí, ya... ya estoy bien, gracias a los cuidados de Poppy me recuperé en días —afirmó.

Evitando mirar hacia donde su instinto femenino la llamaba, siguió saludando a los demás profesores. Se sorprendió al ver un nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, y era un hombre tan añejo como Billy Bored; se llamaba Greg Slowker.

—¿Qué pasó con Billy Bored? —preguntó a Albus.

—Tuvo una grave recaída —dijo con lástima—, tuve que contratar a otro. Es imposible que tengamos un profesor de Defensa por más de un año... —suspiró y fue a hablar con el aludido.

Merlina retrocedió, sin saber qué pensar. Si ella hubiese sabido sobre cómo defenderse contra las Artes Oscuras, se habría inscrito a la vacante, pero con suerte conocía algo de pociones y nada más. Y si el puesto estaba tan maldito como siempre se había rumoreado, lo más probable es que terminara asesinada por Draco Malfoy a final de año, si Snape no tenía suerte primero.

Siguió caminando hacia atrás, alrededor de la mesa, hasta que chocó con alguien. Se dio vuelta.

—¡Lo siento, dis...! Ah.

Se quedó sin palabras. Era nada más y nada menos que Snape. ¡Y tanto que se había esforzado en evitarlo! Calculó mal. Este estaba de pie, con las manos sobre la mesa, encorvado, leyendo algo que parecía un informe. Lo cerró lentamente observándola con los ojos semiabiertos, como si ella lo hubiese interrumpido de una dificilísima tarea que requería de ardua concentración mental.

En pie de guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora