El ramo de flores

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¡Ganas no le faltaban para abofetearle! Pero no quería montar un espectáculo en las afueras del recinto. Hacía dos segundos que habían arribado al lugar en donde se celebraría la boda en un carro muggle, la camioneta de su tío Rob precisamente. Tía Liz se había retrasado en arreglarse, por lo tanto, el viaje de media hora había quedado reducido a quince y por poco se pasaron un semáforo en rojo. Viajaron apretadísimos por culpa del equipaje de luna de miel de su primo, con Wealthow haciendo escándalo todo el camino, pero ninguna de esas razones fue causa de su enojo. Tampoco el problema fue el hambre atroz que tenía; obviamente se había tenido que aguantar para la cena que, según Phil, iba a ser mejor que las que solía comer en Hogwarts. Lo ponía tajantemente en duda porque el gusto de los americanos era muy distinto, pero su primo no solía mentir en lo que a comida respectaba. Por suerte habían alcanzado a llegar a la hora precisa para poder a apreciar lo hermoso que estaba el lugar ―el recibidor era un prado con postes de luces blancas y plantas llenas de cintas por todos lados, más la carpa blanca con cabida para quinientas personas. No había más de trescientas―. Justo a tiempo arribaron para que Phil se pudiera instalar en el altar mucho antes que la novia. Tío Rob lo acompañó para poder repasar sus votos. Tía Liz, en cambio, se encargó de presentar a los familiares lejanos, a las amistades y a todo lo que Merlina pudiera tener el interés en conocer. Claro que no tenía ningún apetito amistoso en ese instante. Severus, como siempre. Severus, ese era el asunto. ¿Qué le había hecho? Nada. O, más bien, luego de haber tenido una lujuriosa y romántica tarde, llena de amor y palabras lindas, su actitud se fue en picada. Cuando Merlina estuvo lista, en la cúspide de su "hermosura", vestida, peinada, arreglada y perfumada, ni siquiera un "te ves bien" surgió de su boca. Tampoco miradas de desprecio. Era indiferencia absoluta y ella no quería ser la primera en ceder. ¿Qué le había sucedido? Ni idea. ¡Severus y su multipolaridad! No era que eso le estresara, pero en un momento como ese... Lo único que sabía era que no permitiría más que le arruinaran la velada. Era la maldita boda de su maldito primo.

―Vamos, Merlina, eh... señor Snape ―tía Liz evidentemente no podía tratar a Severus de una manera más confianzuda―, vamos a buscar nuestros puestos. Por cierto ―susurró―, ya saben que este lugar está lleno de gente... bueno, hay gente de los dos bandos.

―Sí, lo sé tía. Por eso dejamos nuestras ―bajó la voz― varitas en la casa, para comportarnos como muggles. Aunque no te aseguro que eso garantice el no hacer nada...

―¿Tú crees tener algún motivo para hacer magia sin intención? ―indagó su tía, preocupada. A Phil, cuando pequeño, generalmente le ocurría eso; era un verdadero remolino.

Merlina dirigió una mirada de soslayo a Severus, quien caminaba a dos centímetros de ella, pero sin tomarle la mano.

―No lo sé. Espero no tener una excusa para realizar magia involuntaria.

Por fin entraron a la carpa: era impresionante el decorado, la distribución de las mesa, el escenario... Ahora la joven comprendía por qué tanto espacio: en la primera mitad (hacia el fondo) estaba el altar más las bancas y la alfombra por donde caminaría la novia. Hacia el final se ubicaba su primo, caminando de un lado a otro, evidentemente nervioso. Y en la segunda mitad estaban las mesas para la cena, más un pequeño escenario en el que había instrumentos musicales, más la pista de baile. La cocina quedaba tras una cortina, en una segunda carpa muchísimo más pequeña, lo mismo que los baños.

Caminaron hasta el final y se instalaron en la primera banca, sin dejar por ello de saludar a todos los que se topaban.

―¿Puedes quedarte quieta?

Fue un susurro, pero un susurro antipático. Merlina se puso colorada y lo observó. Llevaba cinco minutos moviendo la pierna derecha que tenía sobre la izquierda y hacía temblar el banco. Su tía no lo había notado, porque se paraba y se sentaba a cada momento para saludar a la gente recién llegada.

En pie de guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora